Los resultados de la última PAES 2025 han vuelto a poner en discusión un tema que año a año se discute: cuáles son los colegios que obtienen los mejores puntajes en dicho sistema de selección universitaria.
En este caso, la discusión gira en torno a que los liceos emblemáticos salen de escena, dado que el año 2025 solo hay un liceo público (no emblemático) entre los colegios de mejores puntajes del país. Años atrás la discusión redundaba en que los colegios privados eran los que tenían mejores puntajes; y aunque había algunos liceos emblemáticos que destacaban, la discusión se dirigía más bien a analizar las diferencias entre sectores sociales.
Sin embargo, a partir de la desaparición de los liceos emblemáticos vuelve a plantearse desde algunos sectores la reintroducción de la selección en la educación pública, para poner nuevamente en escena a los liceos emblemáticos. Esto no significa, sin embargo, que exista una preocupación real por la educación pública, pues, a pesar de la desaparición de los liceos emblemáticos, la educación pública sigue presente en los más altos puntajes.
Esto último, no obstante, no se menciona. Tampoco se mencionan las distinciones de clase social según los resultados que muestran los más altos puntajes.
Si miramos los mejores puntajes de 2025 por colegio y lo que podría asociarse a sector socioeconómico, es decir, en qué comuna están situados, se observa que los colegios de mejores puntajes se encuentran en las comunas con más recursos del país.
De los 50 mejores puntajes de colegios en la PAES de 2025, 33 se encuentran en las comunas de Providencia, Lo Barnechea, La Reina, Vitacura y Ñuñoa. El resto de las comunas no son de fácil distinción, pues son de regiones y en algunas comunas de regiones son los barrios los que dan cuenta del sector socioeconómico al que corresponden. Sin embargo, los nombres de los colegios permiten interpretar a qué sector socioeconómico podrían corresponder y en su mayoría también parecieran pertenecer a altos sectores socioeconómicos.
Por otro lado, y en oposición al relato de la desaparición de los liceos emblemáticos de los altos puntajes, nos encontramos con que el análisis histórico de los resultados de la prueba de selección universitaria (incluyendo PAES) indican que el porcentaje, esta vez, de ESTUDIANTES de mejores puntajes que provienen de colegios municipales ha variado solo muy levemente en la última década (2016-2025).
En 2016 era del 10,2%, en 2018 bajó a 9,8%, en 2022 subió a 11,1% (año en que ya estaba implementado el sistema SAES de admisión), en 2024 bajó a 10% y en 2025 nuevamente bajó a 9,7%. Nada dice que dicho porcentaje no podría volver a subir, como ya lo ha hecho después de la implementación del sistema SAES.
Esto da cuenta de que el porcentaje de estudiantes que tienen altos puntajes PAES y que estudian en la educación pública se ha mantenido relativamente similar, antes y después de la implementación del sistema de no selección.
De este modo, se podría interpretar a partir de esto que las y los estudiantes de buenos puntajes ahora están distribuidos en distintos colegios y liceos públicos y no concentrados en los liceos emblemáticos, lo que da cuenta de que el sistema de selección afectó a los liceos emblemáticos, pero no a la educación pública en general, la que se mantiene estable en los altos puntajes.
En este sentido, quisiera resaltar ahora la importancia de la no selección, que ha permitido que esos estudiantes estén ahora distribuidos y no concentrados en colegios y/o liceos específicos.
El sistema educativo chileno fue calificado ya hace muchos años por la OCDE como un sistema segregado en clases (OCDE, 2004, p. 277), lo que no solo se reproducía y reproduce en la educación pública, sino que además se profundizaba en esta última a partir de la calificación de las y los estudiantes por desempeño. Los liceos públicos (no emblemáticos) hasta hace algunos años no solo seleccionaban al ingresar (con criterios muchas veces poco claros), sino que establecían también jerarquías de buenos y malos estudiantes entre los cursos del mismo nivel.
Es decir, si alguien iba en el 3º medio E había sido calificado como un mal alumno y si alguien iba en el A era porque había mostrado ser un buen estudiante.
En ese sentido, desde que ingresaba un estudiante a la educación pública se le empezaba a estigmatizar y a calificar según su desempeño, y probablemente se generaba, en muchos casos, una promesa (auto)cumplida de no poder superar su situación ni ser mirado por el resto de manera distinta. De ese modo, se les hacía creer y se nos hace creer en el mito de que los buenos resultados educativos (y otros) dependen solamente del propio esfuerzo o del “mérito” de cada cual.
No obstante, difícilmente una niña o un niño que no tiene apoyo familiar, que no tiene una pieza para estudiar o que sus padres no fueron al colegio puede tener buenos resultados escolares. Siempre habrá alguien que pueda romper el círculo, pero la excepción no hace la regla en términos sociales.
En ese sentido, un sistema segregado le está diciendo a niños y niñas, que no tienen apoyo o condiciones para tener buenos resultados escolares, que es su culpa porque no se esfuerzan, lo que es especialmente grave si se hace en la educación pública, que es la que se hace cargo de la población con más dificultades de base.
De la misma forma, se les está diciendo –en el marco de la ley de inclusión implementada durante el segundo Gobierno de Bachelet, la que terminó con el lucro con dineros públicos, con la selección en los liceos y colegios que reciben aportes públicos y que, además, permitió que ingresaran a la educación pública y se tratara con dignidad a estudiantes de capacidades diferentes, por ejemplo, a estudiantes TEA, o a niños y niñas con problemas de aprendizaje, que cuentan con el programa PIE para monitorear sus avances– que tienen la culpa si es que tienen malos resultados; lo que es peor, además se les está diciendo que son un problema para el resto que sí hace el “esfuerzo” por estudiar.
Con un nuevo sistema de selección, todos esos niños y niñas con diferentes capacidades se van a separar de aquellos que tienen mejores condiciones familiares, económicas e incluso de talento, porque el sistema de selección así lo requiere; no porque eso mejore la educación pública, sino porque colegios específicos deben “mostrar” buenos resultados, resultados que, insisto, no tienen que ver con la calidad de la educación, sino con el “descreme” de los estudiantes.
Hoy en la mañana escuchaba a un académico de la Universidad Finis Terrae que señalaba que quitar el sistema de selección había significado una nivelación para abajo. ¿Significa nivelar hacia abajo que estudiantes de buenas notas compartan y tengan espacios de encuentro, aprendizaje y recreación con otros de malas notas?, ¿no será más bien que aquel al que le va un poco más mal se beneficia de compartir con otros con más facilidades y otra cultura de aprendizaje?
¿Significa esto que el que tiene malas notas no se esfuerza?, ¿no será que tal vez se esfuerza muchísimo y no cuenta con los medios ni el apoyo para reaprender, a lo que se suma la estigmatización de parte de los otros y de las propias instituciones públicas?, ¿por qué tenemos que siempre partir de la desconfianza en lo que hace el otro?
Lo que más llamativo resulta de todo este relato es que queremos pedirles a niños y niñas estigmatizados desde que nacen que se integren a la sociedad y sean buenos ciudadanos y ciudadanas. Que participen democráticamente y acepten la diversidad de pensamiento y diferencias de todo tipo, mientras al mismo tiempo los sometemos a un sistema que, como bien señalaba la OCDE, está estructurado, y lo sigue estando, en clases, y también en familias de buenos resultados y de malos resultados educativos, en comunas con lindas áreas verdes y otras de ninguno, etc.
Por esa vía, difícilmente los problemas sociales y políticos que tenemos en otras áreas se resolverán, pues somos una sociedad que culpabiliza al individuo de sus propios fracasos, sin entregarle medios para que supere su propia realidad. No construimos comunidad y no nos interesa construirla.
En conclusión, la educación no debería ser un lugar para la competencia, sino un espacio de encuentro, discusión, aprendizaje y debate. De la misma forma, los colegios y liceos públicos no deberían medirse por los puntajes PAES que entregan (ni con semáforos de ningún tipo), sino tal vez por lograr construir personas íntegras, que puedan enfrentar las enormes dificultades que tiene la vida, por ser solidarias y preocuparse del prójimo y por apostar a una sociedad más justa.
Ese objetivo es aún más importante para la educación pública, que es el único espacio al día de hoy que se hace cargo, bien o mal y con pocos recursos, de las enormes diferencias que hoy existen entre los resultados educativos de diferentes sectores sociales.
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