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Nobleza obliga y la casa de Salvador Allende Opinión

Nobleza obliga y la casa de Salvador Allende

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Rodrigo Pablo Pérez
Por : Rodrigo Pablo Pérez abogado, profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica donde enseño Derecho Internacional Privado y tengo estudios en derecho privado y filosofía del derecho.
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La familia Allende debió haber reconocido esa realidad y si querían hacer un museo en la casa de su célebre antepasado debieron haber donado* el inmueble al Estado, tal como su padre y abuelo, en concepto de muchos, dono su vida a Chile.


La abortada compraventa de la casa del presidente Salvador Allende ha suscitado varios debates. A saber, si se debe cesar en el cargo a la senadora Isabel Allende y la ministra Maya Fernández; si la casa del expresidente tiene alguna relevancia patrimonial, y si lo que hubo fue un actuar corrupto o motivado por la ignorancia. Sin embargo, se ha dejado de lado uno que debería ser especialmente relevante para las implicadas. Este es que con su actuar mostraron no conocer o decidieron pisotear la antigua regla de conducta que manda que “Nobleza Obliga”, y con ello causar un daño irreparable a la figura de su ilustre ascendiente. 

Con independencia de la opinión que cada chileno pueda tener del presidente Salvador Allende, es claro que él es visto como un ejemplo de heroísmo y entrega a la patria por muchos. Es más, tanto la senadora Allende como la ministra Fernández han construido sus carreras políticas sobre la base de ese apellido que él les heredó y que las ha vuelto parte de la nobleza criolla. 

La idea de que ser noble “obliga” es de antigua data y generalmente se asocia a que del privilegio deviene una mayor responsabilidad social. Sin perjuicio de ello, tomó una especial preponderancia al decaer la antigua nobleza medieval en su enfrentamiento cultural con la burguesía capitalista y sus valores mercantiles, los que terminaron por imponer una nueva legislación que puso en el centro de la vida al contrato que persigue el lucro, desplazando al honor, santidad y responsabilidad social como motivos a emular. 

Sin embargo, el orden burgués no puede por sí mantener legitimidad social y por eso busca refugio en los valores de la nobleza. En este contexto, el orgullo de ser noble y la justificación de todos los privilegios que de esa condición deviene, está en no sentirse obligado hasta los límites de la ley del mercado, sino a estar sometido a una ley más estricta que no tiene en su centro proteger el patrimonio, sino el honor del nombre de la familia al que tanto se le debe.

La ley de la nobleza obliga a preocuparse de los propios empleados más allá de las normas de los códigos y leyes laborales; a desarrollar proyectos respetuosos con el medioambiente cumpliendo con exigencias más duras que las de la legislación del ramo; a proscribir totalmente la usura; a mandar a aplicar una estricta buena fe en todo contrato comercial; a prohibir toda medida para eludir los créditos legítimamente contraídos. Asimismo, es una ley que manda vivir con sobriedad; donar y regalar; actuar con magnanimidad, entrega y heroísmo, reprobando la mezquindad y todo acto de enriquecimiento a expensas de la comunidad, pues el noble da y no pide. El principio supremo de esta ley es que nadie pueda poner en duda la palabra de un miembro del clan familiar porque el apellido es suficiente garantía de honradez. De esto deviene la mayor confianza de la que gozan los integrantes de la nobleza al interior de la población. 

La familia Allende debió haber reconocido esa realidad, y si querían hacer un museo en la casa de su célebre antepasado debieron haber donado el inmueble al Estado, tal como su padre y abuelo, en concepto de muchos, donó su vida a Chile. Sin embargo, con su actuar, las descendientes del expresidente se muestran absolutamente dominadas por un ánimo transaccional y dan a entender que la oportunidad de ganar algún dinero puede más que proteger el nombre familiar.

En la derecha (donde, aunque sea paradójico para algunos, se cree mucho menos en la nobleza que en la izquierda) se dice que cuando en el país se pasaba hambre, Allende se daba una vida de lujos. Visto lo hecho por su hija y nieta, ¿cuánto tiempo pasará antes de que este actuar haga que en la misma izquierda se levanten sospechas acerca de la figura del presidente Salvador Allende y su relación con los bienes materiales, el poder y Chile? 

La hija y nieta del presidente han golpeado su nombre con una violencia que sus opositores no serán jamás capaces de emular, pues lo han vuelto igual a ellos delante de sus bases. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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