Solo nos queda observar los acontecimientos futuros, para verificar cuál de todas estas aspiraciones geopolíticas se harán realidad. Una primera señal podría surgir durante este año cuando se emita la Estrategia Nacional de Seguridad del próximo gobierno.
Durante el período previo al cambio de gobierno en Estados Unidos, la administración entrante ha emitido –como es lógico en este período– variados anuncios, algunos de ellos referidos a su política exterior; en particular, respecto de Canadá, Panamá y el territorio de Groenlandia, que es parte del Reino de Dinamarca.
En tal sentido, sus declaraciones, en la reciente conferencia de prensa en su residencia de Florida, Mar-a-Lago, nos retrotraen a principios del siglo XIX, haciéndonos revivir dos principios geopolíticos fundacionales de Estados Unidos, a saber: la “Negación Estratégica” y el “Destino Manifiesto”.
La más evidente manifestación explícita del principio de “Negación Estratégica” la encontramos en el séptimo mensaje anual a la nación del presidente James Monroe, del 02 de diciembre de 1823, que entre otros aspectos relativos a la política exterior enviaba un mensaje especialmente dirigido a las monarquías europeas, manifestando que si interferían o intentaban reconquistar las naciones de América Central, el Caribe o América del Sur, recientemente independizadas, aquello sería visto por Estados Unidos como como peligroso para su paz y seguridad.
Esta declaración, que se conoce como la “Doctrina Monroe”, buscaba aislar al continente americano de las influencias y del comercio del Viejo Mundo, en una suerte de declaración de control y derechos sobre la región.
La citada doctrina, cuya aplicación ha sido relativa y cambiante durante los últimos 200 años, tuvo diversos corolarios, siendo los más relevantes aquellos de las primeras décadas del siglo XX, en las presidencias de Theodore Roosevelt (1901-1909), William Taft (1909-1913) y Woodrow Wilson (1913-1921), que sembraron la idea de intervención (económica y militar) de Estados Unidos en varios países de América Central y el Caribe, ya fuera para rectificar el mal proceder de una nación americana, o por la defensa de los intereses económicos de Estados Unidos y/o para defender la democracia.
Esta política exterior en la región sentó el precedente de que un Estado podía intervenir en los asuntos de otro en defensa de sus intereses, principalmente económicos, y dio paso a una serie de intervenciones mediante el uso o amenaza de invasión y ocupación militar en el mencionado período.
Por su parte, el principio del “Destino Manifiesto” representaba la visión de que Estados Unidos tenía el derecho adquirido por la gracia del destino para expandirse más allá de sus actuales dominios, a través de los territorios que lo llevarían a tomar el control de ambos océanos. Thomas Jefferson declaró en 1801: “América –refiriéndose a EE.UU.– tiene un hemisferio para sí misma”.
Así comenzó una estrategia de expansión, con miras a alcanzar el Golfo de México por el sur y el Atlántico por el oeste. También adquirió Luisiana a Francia, en 1803; negoció la cesión de Florida por parte de España, en 1819; se anexionó Texas, en 1845; fue a la guerra con México en 1848, obteniendo California, Arizona y otros territorios; y adquirió Alaska de Rusia, en 1867.
La idea de “Destino Manifiesto” fue reimpulsada en 1897 por Alfred Thayer Mahan, un oficial de marina, historiador y estratega, quien planteó que la grandeza de una nación en un mundo competitivo derivaría solo de la habilidad de controlar la navegación en los mares. Así, Estados Unidos siguió en pos de obtener otros territorios en ultramar, como Háwai y Puerto Rico, ambos en 1898.
Analicemos ahora cómo estos principios geopolíticos podrían estar tras la visión del futuro gobernante. Respecto de Panamá, el objetivo planteado se orienta a recuperar el control del Canal de Panamá, la principal vía de paso interoceánico para el comercio mundial, pues según el presidente electo, por una parte las tarifas de paso para los barcos estadounidenses son excesivas y, por otra, China estaría tomando el control del canal, ejerciendo así una gran influencia sobre el comercio internacional.
Desde la perspectiva de la doctrina Monroe, es evidente que el gigante asiático representa hoy la amenaza que antes era Europa para el comercio estadounidense; sin embargo, al igual que en el siglo XIX, la doctrina se mantendría en el plano declarativo, dejando hasta ahora este conflicto en el ámbito comercial.
No obstante, para Panamá, y rememorando los corolarios de esta doctrina analizados precedentemente, la amenaza de materializar coerción económica y militar seguirá representando al menos por cuatro años una pesadilla, y no es descartable que piensen en reconstituir sus fuerzas militares después de que fueron desmanteladas hace 35 años.
Las ideas de Trump respecto de Canadá resultan por decir lo menos preocupantes, para un país vecino cuya historia está inextricablemente unida a Estados Unidos, pero que en diversas dimensiones políticas, culturales y sociales se diferencian notablemente. ¿De dónde viene esta idea de asimilar a su vecino del norte y transformarlo en el Estado número 51 de la Unión?
Según el New York Times, el mandatario electo volvió a plantear que Canadá debería ser parte de Estados Unidos, debido al apoyo económico que este le presta. “¿Por qué estamos apoyando a un país, con más de 200 millones al año?”, dijo a los periodistas. “Nuestro ejército está a su disposición, y todas estas otras cosas… deberían ser un sEtado más” (de EE. UU.).
Trump afirmó que no utilizaría el poder militar para conseguirlo, pero sí el poder económico para presionar al vecino canadiense, dando a entender que Estados Unidos reduciría sus compras de productos procedentes de ese país y, como ha planteado antes, subiría los aranceles a sus productos.
Finalmente, por la cercanía geográfica, se podría decir que la idea de adquirir el territorio de Groenlandia al Reino de Dinamarca resulta coherente con el principio de “Destino Manifiesto”. Esto ya se había planteado en 2019, pero fue rechazado de plano por toda la clase política de ese territorio. En esta oportunidad, y al igual que en el caso de Canadá, Trump dijo que “impondría aranceles muy elevados a Dinamarca” si no cedía Groenlandia a Estados Unidos.
Sin perjuicio de que nos hemos ido acostumbrando a este estilo de narrativa de Donald Trump, la presente columna ha buscado revisar si estos principios geopolíticos, que forman parte de la cultura estratégica de Estados Unidos de Norte América, están tras las ambiciosas declaraciones del presidente electo. En ese contexto, sólo nos queda observar los acontecimientos futuros, para verificar cuál de todas estas aspiraciones geopolíticas se harán realidad. Una primera señal podría surgir durante este año, cuando se emita la Estrategia Nacional de Seguridad del próximo Gobierno.
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