El primer voto que un abanderado de centroizquierda debe conseguir es el suyo propio y para eso debe creer en la validez de su opción y en las posibilidades de triunfo. El candidato es el que le pueda responder a Frei.
El expresidente Eduardo Frei hizo una dura crítica en Icare al crecimiento económico logrado por el país en la última década, lo que fue contestado por el actual mandatario, efectuando un llamado a evitar “pronósticos pesimistas” y exhortando a lograr los acuerdos necesarios para alcanzar un desarrollo más sostenible e inclusivo.
El problema radica en que se está hablando en registros distintos y por eso sabemos que el diálogo político sobre este tema vital está recién en su inicio.
Frei hizo una afirmación directa y amplia: “Si miramos la cifra desde el año 2014, tenemos un crecimiento que no es más de 1 %, 2 %. Eso es realmente mediocre para Chile”. No personaliza la crítica y hace una referencia a este Gobierno por el hecho de que no ha cambiado una tendencia larga. Sólo después afirmó que durante 25 años consecutivos crecimos al 5 %, al 10 %, y que los ingresos fiscales permitieron hacer mucho, “¡y nos sobraba la plata!”.
Boric contestó esta última frase, pero quedó sin responder la afirmación de fondo. No es casual. La réplica a este tipo de cuestionamientos por parte de quien está en el poder, ha de ser siempre la misma: “pese a las dificultades, seguimos por el camino que nos permite lograr el crecimiento sostenible y adecuado”.
La frase es simple, pero lo que se requiere para ser pronunciada hace toda la diferencia. Sabemos que un bajo crecimiento puede ser explicado, pero no puede ser puesto como ejemplo.
Si ocurre que el obstáculo principal consiste en que tenemos una minoría en el poder que fue frenada por la oposición, entonces hay que explicar cómo es que se puede cambiar esa condición y ese es un problema todavía mayor.
Lo que hizo Frei fue concentrarse en evaluar los resultados de una gestión y lo que hace Boric es proponer la mejor actitud que hay que tener para afrontar los desafíos futuros. Ambas perspectivas son válidas, pero no son igualmente pertinentes según las responsabilidades de cada cual.
Quien se encuentra a cargo del Estado debe responder por una gestión que está próxima a terminar. El punto de partida obligado es el dar cuenta por las tareas y obras realizadas. El caso es que la aguja no se movió. Esta administración no ha aportado ningún cambio que modifique la tendencia a un crecimiento bajo. Eso se reconoce cuando no se contesta y se da una respuesta para salir del paso.
Para todos los actores, el recurrir al empleo de un océano de palabras con un milímetro de profundidad se ha agotado como recurso. El debate que viene no puede ser más distinto que el que se tuvo en la última campaña presidencial.
El Presidente es joven, pero su gestión está en su etapa final, de modo que ya no puede sostenerse en sus anhelos e intenciones, sino en sus resultados y logros. Mantener un tono de campaña no corresponde, porque los candidatos serán otros y son los llamados a hacerse cargo del futuro. Estar en el poder es responder por los hechos y el presente. Se avala por lo que hace, no por lo que dijo que iba a hacer.
Si se habla con abstracción del espacio que se ocupa, los reclamos llegan de inmediato. En el caso de la reforma previsional, el Presidente intentó aglutinar a su coalición, criticando a la derecha en actos públicos convocados con este efecto.
Pero no se le pudo dar continuidad a este curso de acción, porque es una posición imposible de mantener. Ocurre que hay una negociación en curso que se ve impactada, protagonistas de los acuerdos que piden explicaciones, efectos no deseados que se consiguen sin propósito alguno.
Las tratativas volvieron a la normalidad cuando se dejó claro que los problemas de coalición se resuelven hacia dentro y que los acuerdos con la oposición se consiguen en los espacios convenidos y con el tono adecuado o se desechan. Nadie puede darse el lujo de dar pie atrás y la disrupción quedó como episodio aislado.
La crítica de Frei es de fondo. Dice que una serie de gobiernos de signos distintos ha mantenido un crecimiento mediocre por una falla política que ha imposibilitado acuerdos transversales.
No se trataría del mal desempeño de un bando frente a la extraordinaria visión del otro, sino de aquello que no han conseguido en conjunto. Es una denuncia de una insuficiencia compartida y, por lo mismo, no se trata de un debate más de trinchera.
El impacto no viene del argumento mismo, que ha sido repetido hasta la saciedad, sino de que proviene de una persona que puede hablar con autoridad porque puede comparar dos gobiernos, hechos con hechos y no sólo promesas con promesas.
El Gobierno de Gabriel Boric llegó al poder por un préstamo. Obtuvo un cuarto del apoyo del electorado en primera vuelta y en el balotaje se consiguió un respaldo que superaba todo lo que tenía para vencer a un adversario considerado extremo.
El apoyo adicional que atrajo consistió en agregar lo que quedaba de una centroizquierda sin convicción en sus propias fuerzas y un amplio sector de indecisos. Era un préstamo porque los convencidos de la primera hora fueron una minoría, importante, pero minoría.
Se trata de constatar cuántos de los indecisos originales pasaron a ser apoyo conquistado, luego de ver cómo se ejercía el poder. Lo que tenemos no es una suma, sino la lealtad reforzada de los votantes de la primera hora más sus adherentes cercanos. Eso seguirá así hasta el final y con eso no se gana.
Cada vez que Boric habla, sus partidarios le encuentran la razón y eso importa porque son muchos en la partida. La dificultad consiste en que cada vez que hable un candidato de derecha, también tendrá quienes le encuentren la razón y eso importa porque son más. ¿Hay algo menos simple de decir?
No se puede hacer lo mismo que ayer porque no existe quien lo pueda intentar. Para decirlo con una caricatura, hace más de tres años un grupo de jóvenes idealistas, sostenidos en la afirmación de sus ideales más que en logros, le ganaron a lo más reaccionario de la derecha, prometiendo cambiar el país.
No queda nadie sin haber pasado por la prueba del poder, y fue el ejercicio del poder el que cambió a los recién llegados sin que el país se transformara en lo más mínimo. Los poderosos mantienen sus posiciones predominantes, si es que no las mejoraron. No se produjo la ruptura del estancamiento político que nos tiene camino a la mediocridad aceptada como verdadero proyecto nacional.
El camino de la repetición está vedado y la opción por la superficialidad no se sostiene. El primer voto que un abanderado de centroizquierda debe conseguir es el suyo propio, y para eso debe creer en la validez de su opción y en las posibilidades de triunfo. El candidato es el que le pueda responder a Frei.
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