El 17 de enero de 2023 el subcomisario Daniel Valdés Donoso fue acribillado en las afueras de su casa, en La Cisterna. Según el autor material, el crimen fue motivado por su intención de robarle el auto, pero la familia cree que fue un sicariato y que puede haber narcos detrás.
Los autos, las plantas y los gatos eran tres de las principales aficiones en la vida del subcomisario Daniel Valdés Donoso, asesinado hace dos años en las afueras de su casa de La Cisterna, cuando regaba el pasto y conversaba con un vecino, a eso de las 21.30 horas.
A dos años del crimen, que se convirtió en un hecho icónico en cuanto a la forma en que está actuando la delincuencia en el país, los padres del oficial de la PDI expresan sus dudas en cuanto a la verdadera razón por la cual fue asesinado y anuncian que en los próximos días, por medio de su abogado, pedirán nuevas diligencias a la Fiscalía Regional Sur.
Cabe recordar que la noche del 17 de enero de 2023, Daniel Valdés, que era parte de la Brigada Investigadora de Delitos contra la Propiedad Intelectual (Bridepi), fue atacado a mansalva por Luis Vásquez Villenas, un delincuente de la zona sur de Santiago conocido como “Lucho Plátano”, que, luego de bajarse de un auto, caminó directo hacia el detective, acribillándolo con varios disparos percutados con una pistola Glock “chipeada”; es decir, adaptada para disparar en forma automática. Aunque Daniel Valdés desenfundó su pistola, la sorpresa jugó a favor del delincuente, un sujeto de solo 20 años a la fecha y con varios homicidios a su haber, quien luego de robar el arma del policía se mantuvo prófugo por varios días, apoyado por una red de sujetos, varios de los cuales fueron también detenidos.
Tras su aprehensión, Vásquez dijo a la Fiscalía que esa noche andaba buscando autos para robar, junto a su chofer, y que al ver el Mazda CX-5 de Valdés fue a robarlo, y que ese era todo el móvil del violento homicidio.
No obstante, dicha versión no es creída por sus familiares, quienes creen que detrás del homicidio existe una autoría intelectual que aún no es determinada en la investigación, que es lo que pretenden despejar las nuevas diligencias que solicitarán al Ministerio Público. Aunque en la familia prefieren mantenerlas en reserva, Marta Donoso, la madre del detective asesinado, explica que su hijo era un hombre “con valores, formado toda su vida en el colegio San Ignacio de Alonso de Ovalle, que de niño tenía como su héroe a Superman, alguien que de verdad creía que valía la pena luchar por la verdad y la justicia, y por ello, pese a que inicialmente estudió publicidad en la Universidad Diego Portales, su anhelo siempre fue ser policía”.
Ella lo describe como un hombre alegre y amistoso, que conocía a todos sus vecinos y que era muy querido por ellos. Un ejemplo de eso, relata, es que al momento de ser asesinado, tenía 11 gatos (todos rescatados desde la calle), a los que su hijo describía como sus “guardaespaldas”, pues siempre esperaban su regreso en las afueras de la casa. Tras su muerte, varios de los gatos fueron adoptados y otros quedaron viviendo en el patio de la vivienda (que ahora está arrendada), siempre cuidados y alimentados por sus vecinos, incluso durante un periodo de un año, en el que la casa estuvo sin moradores.
Además, estaba siempre pendiente de los movimientos delincuenciales en el barrio, especialmente lo relativo al narcotráfico. En dicho sentido, existe evidencia de que pese a pertenecer a otra brigada, Daniel Valdés había tenido varios incidentes con traficantes de la zona, pues en más de alguna ocasión salió él mismo a ahuyentar a los traficantes.
Su padre, Pablo Valdés, reflexiona en orden a que “hay gente que no quería que mi hijo estuviera ahí en el barrio”, en función de lo cual surge la tesis de que “Lucho Plátano” en realidad actuó como sicario, mandatado para asesinar al policía por parte de alguien que no se ha descubierto aún, pues señala que “nosotros mantenemos la tesis de que alguien pudo haber mandado a matar a mi hijo, producto de los videos, porque en realidad uno ve, sin ser investigador, cómo se enfrenta el tipo, cómo llega y cómo se sitúa prácticamente a 15 o 20 metros, y da como órdenes de alejamiento hacia Daniel y le dispara a matar. Es decir, es una cuestión de mucha alevosía”.
Al respecto, agregan que ven “con cierto desazón” la investigación realizada por la propia PDI y que “quisiéramos agotar todas las instancias para realmente quedar convencidos de que se hizo todo lo posible para llegar a la verdad”, indicando que además esperan que en el juicio en contra de Vásquez lo mínimo que se dicte en su contra sea cadena perpetua y que este “nunca más salga de la cárcel, nunca más vea el sol fuera de la cárcel”.
Marta Donoso y Pablo Valdés señalan que el dolor de la pérdida es muy complejo de sobrellevar, especialmente porque -señala ella- el aniversario del homicidio es una fecha más complicada, pero “ya son dos años sin respuestas” y que a su gusto muchas de las dudas que ellos han manifestado no se han visto reflejadas en la carpeta de investigación.
El padre, a su vez, precisa que “es un proceso largo de mucho dolor, en el cual uno queda con mucha, mucha pena, y pensando todos los días qué es lo que aconteció, cómo fue, por qué Daniel no se movió de ese lugar”. Esas preguntas, comenta, se ven acrecentadas por la extensión del proceso investigativo, que califica como “muy lento”, aseverando que “la verdad es que uno quisiera llegar al final del túnel”.
Sin embargo, al menos una satisfacción les queda a ambos padres, y es que en la indagatoria quedó completamente claro que su hijo no estaba implicado en ningún hecho anómalo, como se especuló en los primeros días como posible motivación del crimen, y que por el contrario fue -como dice su madre- “un servidor público recto, honrado, un hombre católico, siempre preocupado de sus semejantes y que por sobre todas las cosas amaba a su hijo, que hoy ya tiene 15 años y que nos ha dado una enorme fortaleza”.