Milei ha señalado que busca un crédito de 11 a 12 mil millones de dólares para recomponer reservas internacionales y refinanciar los 44 mil millones de dólares de la deuda argentina para poder eliminar el cepo cambiario.
Parece que la población argentina ya no sólo espera triunfos en el fútbol, también los quiere ver en el plano económico. Como punto de entrada, la inflación ha venido disminuyendo sistemáticamente. Del 13 % mensual al inicio de su gobierno, está ya en 3 % mensual, generando una caída significativa en las tasas de interés y reabriendo el mercado del crédito, el cual estaba prácticamente cerrado. Ventas y arriendos comienzan a brotar, en conjunto con el crédito para las empresas.
También está detrás de esto uno de los objetivos centrales de Milei que es lograr el superávit fiscal y así evitar el financiamiento ad eternum del déficit fiscal (que fue de 4,6 % del PIB) a través de la impresión monetaria y del endeudamiento externo. De hecho, dado lo anterior, el superávit fiscal alcanzó un impensado 2 % del PIB el 2024, lo cual demuestra la profundidad del ajuste en las cuentas fiscales. No obstante, parte de este superávit se basa en caídas reales para las jubilaciones y para los subsidios, con una menor inversión pública y con menores transferencias a las provincias.
Pero la caída en el gasto de capital podría plantear desafíos a la sostenibilidad del crecimiento futuro, tal como lo han planteado gremios empresariales argentinos respecto a cuán importante es la complementariedad de la inversión pública con el gasto privado. En corto tiempo, Milei redujo en un tercio el gasto público, con los consiguientes efectos positivos en la inflación y en las tasas de interés. Antes de las reducciones de las deudas, el exceso de dinero iba a precios y dólar, lo cual generaba severos desequilibrios macroeconómicos. También el Banco Central había incrementado fuertemente su deuda para traspasar recursos al fisco (10 % del PIB).
Pero también Milei ha ido más allá, simplificando procesos burocráticos que ahogan a las Pymes y emprendedores. Desde la simplificación de los llenados de formularios para el pago de impuestos, el impuesto nacional (a nivel federal), el impuesto provincial y el impuesto local, hasta la eliminación de trabas administrativas para el emprendimiento, han liberado horas-hombre valiosas en las pequeñas y medianas empresas, con el consiguiente impacto de la focalización en sus negocios.
En términos ideológicos, Milei cita permanentemente a los economistas de la Escuela Austriaca, que en su versión más radical abogan por la eliminación del Banco Central en la economía porque, según esta teoría, al manipular la tasa de interés crean ciclos económicos artificiales, así como booms y caídas recesivas, con impactos severos sobre la población. Por tanto, para los ideólogos de esto (los economistas austriacos Von Hayek y Von Mises), el dinero debería tratarse como un bien más (lo que también se denomina “banca libre”). Siendo parte de su discurso inicial, la dolarización como medio para controlar la inflación, y al mismo tiempo el cierre del Banco Central, no han ido avanzando en estos objetivos, lo que a todas luces parece razonable.
En el centro de las teorías anarcocapitalistas y libertarias a las que Milei se suscribe, también está el objetivo de la reducción del tamaño del Estado. Un Estado muy grande como era el argentino hace imposible que despegue: altísima deuda pública (90 % del PIB) y un gasto público que en la última década rondó el 30 %-40 % del PIB. Si a esto se suma una carga tributaria del 30 % del PIB, Argentina se posicionaba entre los países con mayor presión fiscal en América Latina. Lo opuesto tampoco funciona adecuadamente y aquí la estrategia de Milei en su versión más radical también es compleja: un Estado débil y jibarizado, que no sea capaz de garantizar el bien común, porque dejaría mucho poder al sector corporativo con escaso poder de negociación laboral a sindicatos (antes más poderosos), transformándose esto en uno de los principales riesgos de Milei a mediano plazo, una vez que pase esta euforia inicial. En cualquier caso, esta euforia tiene fundamentos y ha sido percibida como positiva por gran parte de la población hasta ahora.
De hecho, la actual contracción vía ajuste fiscal y monetario ha implicado sólo una caída del 3 % de crecimiento anual para el 2024, con perspectivas positivas para el 2025, alcanzando estas una proyección del 4 %-5 % anual. Además, trimestre a trimestre, la economía argentina viene mejorando notablemente en el crecimiento del PIB (3,9 % fue la variación del tercer trimestre respecto al segundo trimestre).
Esto tiene un impacto directo en los niveles de pobreza, la cual ha alcanzado el 50 % de la población, y todo indica -de acuerdo con cifras oficiales- que en el primer semestre (en período de megaschock) la pobreza aumentó 12 % y se espera que ya en esta fase de menor crecimiento comience a reducirse (actualmente habría una pobreza estimada en un 40 %). Parte del aumento de la pobreza ha sido la evaporación del gasto social para lograr los necesarios equilibrios macroeconómicos, lo que plantea desafíos futuros respecto de la necesidad de allegar más recursos a los sectores mas vulnerables. El solo empleo por sí solo no basta, y Chile ya experimentó esto en los noventa, con lo cual se requiere una política social robusta, la cual es más que sólo eliminar a los denominados “gerentes de la pobreza” (como lo llama Milei), que es donde el gasto público se entramparía en salarios y burocracia, sin llegar a los sectores más necesitados.
Respecto del mercado cambiario, el peso argentino se ha transformado en una de las monedas más apreciadas del mundo. Milei cerró la posibilidad de emisión monetaria que había durante Cristina Kirchner, lo que generaba más inflación y pérdida de reservas del Banco Central. Milei tampoco cree que para defender un peso más fuerte sea necesario subir las tasas de interés, o para mantener la paridad, recurrir al endeudamiento, lo que ocurrió tantas veces en el pasado.
Sin embargo, al inicio de su gobierno devaluó el peso, sincerando el tipo de cambio oficial (“había atraso cambiario”), llevándolo al que había en el mercado, un dólar más alto. Aunque en las intenciones del gobierno libertario está eliminar el cepo cambiario, esto aún no se materializa y recientemente el FMI ha insistido sobre el punto. Básicamente, el cepo son restricciones a la compra de dólares tanto para personas como para empresas, a fin de evitar la fuga de divisas y proteger las reservas del Banco Central. Esta característica estructural de la economía argentina fue endurecida con Alberto Fernández, que impuso aun más restricciones al mercado cambiario de las que había impuesto Macri en 2019.
Milei ha señalado que busca un crédito de 11 a 12 mil millones de dólares para recomponer reservas internacionales y refinanciar los 44 mil millones de dólares de la deuda argentina para poder eliminar el cepo cambiario. Actualmente, con el pago a los acreedores de la deuda argentina, las reservas netas son negativas y, por tanto, la confiabilidad en la moneda local dependerá de la capacidad de obtener ese financiamiento fresco. Claramente, el ambiente actual es favorable para que Argentina obtenga estos recursos frescos.
El FMI ha insistido recientemente sobre la eliminación de estas restricciones al dólar para tener mayor flexibilidad cambiaria, ya que esto devaluaría la moneda doméstica, estimulando exportaciones, desacelerando el ritmo importador y así acumular más reservas internacionales, descartando que esto provoque una espiral inflacionaria, dada la mayor estabilidad de la economía. También el FMI recomienda que las tasas de interés reales deben ser positivas, lo cual significa que la inflación debe seguir bajando, con lo cual se reduce en parte el apetito por los dólares, contribuyendo así al equilibrio cambiario.
En esta misma línea, Milei ha señalado que la actual devaluación administrada del tipo de cambio oficial (crawling peg) bajaría del 2 % al 1 % mensual en la medida que la inflación siga cayendo. Este control administrado del tipo de cambio busca mantener la competitividad externa y mitigar la inflación importada para así evitar shocks cambiarios.
Será una prueba de fuego para el Gobierno eliminar el cepo cambiario y esperar y ver qué magnitud podría alcanzar en un estado libre, sin restricciones cambiarias y siempre con el temor a una vuelta a más inflación y a los desequilibrios macrofinancieros. La credibilidad fiscal y del paquete económico son cruciales para devolver la confianza al mercado. Del mismo modo, la recomposición del gasto social y de la inversión pública debe ser prioridad para entregar confianza a mediano plazo a la comunidad y a la sociedad argentina. El desafío sigue siendo gigante.
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