Nuestra dirigencia no quiere aprender y siguen cometiendo los mismos o más grandes errores y horrores. Está más preocupada de obtener dividendos personales que de potenciar los planteles o generar proyectos de trabajo serios y consolidados en las series menores.
Ad portas del posible comienzo de una nueva temporada del fútbol chileno, para variar nos encontramos con una serie de inconvenientes y focos de conflicto. El principal radica entre la mesa de la ANFP y el Sifup, con amenazas de paro por reglas y normativas que afectan principalmente a la Segunda División profesional, el pariente descuidado y olvidado del balompié chileno, pues los clubes de la tercera categoría no reciben dineros del jugoso contrato que tiene el canal oficial con los 32 clubes que forman parte del Consejo de Presidentes.
Ellos, los equipos de Primera y Primera B, son los dueños absolutos de esta gran torta, la cual no están dispuestos a compartir y además son quienes toman las decisiones por los clubes de la serie antes mencionada, lo que a la postre habla una vez más de la mezquindad y avaricia de quienes marcan el destino del fútbol chileno.
La temporada anterior estuvo plagada por escándalos y citaciones a los tribunales del fútbol, polémicas baratas en las cuales se trató de sacar la más mínima ventaja fuera de la cancha, y con abogados y otros personajes de cuello y corbata como principales actores en lugar de los futbolistas.
Hasta tal punto tiene todo esto el aroma de que seguirá tal cual, que la resolución para el caso de Deportes Melipilla y Deportes Concepción sigue en espera. Los metropolitanos, que lograron el ascenso a la Primera B, están pendientes del fallo. Así, es imposible planificar y tener seriedad en el campeonato.
Nadie podrá cuestionar que si un club, jugador, dirigente o director técnico comete una falla o no cumple con los reglamentos, debe ser sancionado como tal. Sin embargo, buscar la argucia, la letra chica o armar una denuncia sin sostén fue la característica principal del año pasado, dejando a trasmano toda la emoción que se generó en las últimas fechas por la lucha del título entre albos y azules.
Nuestra dirigencia no quiere aprender y sigue cometiendo los mismos o más grandes errores y horrores. Está más preocupada de obtener dividendos personales que de potenciar los planteles o generar proyectos de trabajo serios y consolidados en las series menores.
Difícilmente, el fútbol chileno puede despegar de esta crisis gigante con este tipo de personeros en la toma de decisiones. No hay voluntad ni interés por ello. Sólo recaudar y hacer negocios.
Bienvenidos a la temporada 2025, donde seguramente otra vez los abogados serán las principales contrataciones de los clubes.
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