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Liceos emblemáticos y selección: basta de trampas Opinión

Liceos emblemáticos y selección: basta de trampas

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Gabriel Gutiérrez
Por : Gabriel Gutiérrez Profesor asistente, Facultad de Educación UC.
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Es necesario, entonces, abandonar las argumentaciones falaces, motivadas más por ajustes de cuentas que por la recuperación de estos establecimientos, y concentrarse en diseñar mejoras que resulten efectivas para este grupo de liceos y sus comunidades.


Se ha vuelto un cliché decir que la Ley de Inclusión Escolar (LIE), en particular la prohibición de seleccionar estudiantes, “mató” la educación pública. Así lo argumentan indignados columnistas, representantes de “centros de estudios” de opaco financiamiento, parlamentarios y hasta una candidata presidencial. En los tiempos que corren, buscar responsables, fingir escándalo y rasgar vestiduras es lo que vende.

Vamos por partes. No fue por capricho que la LIE estableció el fin de la selección e instauró el Sistema de Admisión Escolar (SAE). Antes de esto, los establecimientos tenían prácticas selectivas extendidas. Lo hacían durante toda la trayectoria escolar, desde prekínder en adelante (pese a estar prohibido), utilizando exámenes y sesiones de juego cuya validez era desconocida. Lo hacían también mediante entrevistas a padres y revisión de liquidaciones de sueldo. Lo hacían considerando si los padres estaban unidos en matrimonio religioso o si el niño postulante estaba bautizado. Recolectaban esta información y la usaban para seleccionar, incluso cuando tenían menos postulantes que vacantes disponibles. Todo lo anterior fue descrito en la investigación educacional. Y es lo que soluciona el SAE: elimina la arbitrariedad y la discriminación en el ejercicio del derecho a la elección de escuela.

Ahora bien, de forma mañosa se intenta equiparar la realidad de los liceos emblemáticos con los de la educación pública. Esto es simplemente tramposo. La definición de cuáles son los liceos emblemáticos es ambigua, variando entre 15 y 30 establecimientos. En el país hay más de 5.000 establecimientos públicos. A todas luces, llegar a conclusiones generales sobre la educación pública basadas en un grupo particular de establecimientos es engañoso. Para ilustrar esta trampa entregaré un contrapunto: los nuevos Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) están mostrando impactos positivos en aprendizaje. Una reciente evaluación de la Agencia de la Calidad de la Educación sugiere que los establecimientos dependientes de estos servicios mostraron una mejora significativa en todos los niveles y asignaturas evaluadas (SIMCE), salvo en lectura en cuarto básico, que está bastante lejos del asesinato de la educación pública que se pregona.

Alguien podría señalar que los liceos emblemáticos constituyen un espacio especialmente relevante en términos simbólicos y por su contribución a la movilidad social. Y tendría razón. En esta argumentación, el Instituto Nacional se usa como ejemplo para graficar el efecto negativo que habría tenido el fin de la selección. Lo que no se dice en esta tramposa retórica es que los estudiantes que rindieron la PAES en 2024 no ingresaron al Instituto Nacional (ni a otros emblemáticos) cuando se había implementado el SAE. No. Lo hicieron con plena selección en el año 2018, antes de que comenzara el SAE en la Región Metropolitana. Pensar que el SAE ha sido el causante del constante declive en el rendimiento del Instituto Nacional (y otros emblemáticos) raya en el pensamiento mágico. Es como creer que mi enfermedad de hoy se explica por un virus que me contagiará mañana.

Pero el declive y crisis son reales. Se manifiesta en resultados SIMCE, pruebas de ingreso a la universidad, número de postulantes. Si no es por el SAE, ¿cuáles son las causas?  Ya en 2014, los medios de prensa consignaban que las postulaciones a los liceos emblemáticos habían bajado un 35 %. Eso, un año antes de promulgarse la Ley de Inclusión y cuatro años antes de que se implementara el SAE en la RM. ¿Qué pasó? En esa época los establecimientos emblemáticos llevaban casi una década perdiendo atractivo para las familias. Los hechos de violencia, las constantes tomas y paralizaciones hicieron que su sólida imagen se viera debilitada. En paralelo surgieron los liceos Bicentenario, que fueron identificados como alternativas para muchas familias. Así, los liceos emblemáticos comenzaron a tener competencia con otros establecimientos financiados por el Estado. Por supuesto, estos son solo algunos de los múltiples factores que han afectado a estos establecimientos.

¿Significa todo lo anterior que no es necesario que haya liceos altamente selectivos? De ninguna manera. Es perfectamente posible argumentar a favor de un grupo de establecimientos altamente selectivos que concentren estudiantes con una trayectoria con destacados resultados académicos. Pero la sola instauración de la selección académica no va a solucionar el declive de los emblemáticos, por cuanto este debilitamiento comenzó cuando eran altamente selectivos.

Es necesario, entonces, abandonar las argumentaciones falaces, motivadas más por ajustes de cuentas que por la recuperación de estos establecimientos, y concentrarse en diseñar mejoras que resulten efectivas para este grupo de liceos y sus comunidades y, de paso, entender de una buena vez que la realidad de estos liceos no informa sobre el conjunto de la educación pública.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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