La derecha avanza en solitario
En el espacio donde antes solía encontrarse la izquierda hoy suele observarse un conjunto de gatitos mimados que, cuando creen rugir, pero emiten unos extraños maullidos. No asustan y uno se preocupa de que se dañen las cuerdas vocales y haya que llevarlos al veterinario.
Al reunir la proclamación de la UDI y de RN, Evelyn Matthei se convierte en la abanderada de Chile Vamos y eso ya es oficial. Su discurso ante el gremialismo parece una copia del que pronunciara hace pocos días ante RN. Trataba de evitar que se le acusara de favoritismo y los énfasis de la candidatura no ofrecen ninguna novedad.
Tampoco lo pretende y corresponde a las tradicionales banderas de su sector político: busca entregar lo que la ciudadanía quiere que se le ofrezca, y para la oposición es claro que esta no desea ser sorprendida ni que se excedan en promesas.
Siete aspectos definen lo medular de esta candidatura, que incluye tanto las principales definiciones estratégicas, como los criterios que guían la gestión y los focos de ataque a las posiciones oficialistas.
Las definiciones estratégicas son dos: evitar el exitismo, para lo que se insiste en que “el camino será largo y difícil”, y convoca a ganar tanto la elección presidencial como la parlamentaria con la finalidad de instalar “un proyecto político, social y cultural” de largo plazo. Este propósito es de central importancia.
En cuanto a los criterios que guían la gestión destacan el obvio énfasis en seguridad y crecimiento, la constante mención a que se implementarán soluciones prácticas a los problemas urgentes y la autoidentificación de esta candidatura con la honestidad, unida a un sentido de largo plazo en todo lo que se emprenda.
En cuanto a las críticas al oficialismo, estas se enfocan en declarar el fracaso de su proyecto refundacional, junto con destacar la responsabilidad de esta administración en la mantención y agravamiento de los problemas nacionales. Del Gobierno lo menos que se dice es que se quedó “sin agenda”.
En resumen, lo que se ofrece es tranquilidad, honestidad, crecimiento y sentido de urgencia. Matthei asume la estrategia de presentarse como candidata nacional más que como de derecha. De allí -y adelantándose un poco- se puede identificar la mejor táctica acorde con estos propósitos.
Cambiar competencia sectorial por colaboración
Este modo de presentar el asunto pone en segundo plano el peso relativo de cada actor. Lo más justo sería decir que se trata de una opción de derecha no exenta de compañía, pero la idea se entiende.
La derecha va a ir a primarias no porque tenga dudas de cuál puede ser el resultado, sino porque tiene sentido usar este mecanismo.
Elimina en el camino la opción de Kast, sin que siquiera exista la necesidad de que se presente en esta instancia. Lo que permite este efecto, aparentemente extraño, es la aparición de Johannes Kaiser como un aspirante que está compitiendo de igual a igual con el republicano, en su propio espacio.
Si Kaiser se incorpora a una primaria de centroderecha adquiere una proyección nacional de la que ha carecido, permite que su posición política se vea representada en un proceso de gran audiencia y da por cerrada la participación de Kast en este tipo de competencias. Es un caso en el que todos ganan a costa de uno solo.
La justificación para una primaria presidencial no se encuentra al interior de los partidos de centroderecha, porque es un mecanismo que se emplea para despejar incógnitas y estas brillan por su ausencia en este caso.
Siempre habrá postulantes a la presidencia, pero teniendo en mente otro objetivo principal, de preferencia, una postulación parlamentaria, para lo cual sirve una promoción personal amplia y gratuita a la que se tiene acceso por meses.
Hacer uso de esta oportunidad tiene mucho sentido en lo individual, pero es una pérdida de tiempo colectiva. Si fuera por esto, la centroderecha no realizaría una primaria. Hay formas menos costosas de consolar competidores sin posibilidades.
En cambio, sí tiene mucho sentido el uso de este mecanismo en el caso de que elimine competencia externa perjudicial, o si le permite presentar la candidatura principal como mucho más amplia, incluyendo, por ejemplo, opciones de centro.
El entendimiento entre los participantes es completo desde el principio si se pacta un buen trato de la corta campaña que se tiene por delante, en el entendimiento de que todos obtienen una ventaja por asegurar el acceso al poder.
Un felino poco peligroso
Todo este esfuerzo se justifica no porque se quiera terminar ganando en segunda vuelta, sino porque ha llegado a ser factible que el triunfo sea tan amplio que pueda verificarse en la primera oportunidad.
Como se puede ver, lo que le permite a la oposición orientarse en la contingencia es disponer de una estrategia política que le hace adoptar un mecanismo. Lo que está sucediendo con la centroizquierda es algo bien distinto. En realidad, se encuentra en la situación opuesta.
En la centroizquierda se está empleando el tiempo máximo para tomar decisiones. Se está en la tranquila espera de emplear el mecanismo de primarias que permita tener abanderado y de allí poder contar con una estrategia para empezar a competir. Se trata el asunto como si se estuviera en un partido amistoso.
La dirigencia de centroizquierda se está comportando en la presidencial como burócrata de caricatura atendiendo público: con displicencia, lentitud y ánimo adormecido. Es como si partiera de la base de que los demás no toman nota de la falta de voluntad ni notaran las consecuencias de las diferencias de comportamiento.
Está en el poder y actúa como si ya la hubieran desalojado. Ni siquiera se comporta como un retador interesado en acortar distancia. Camino a la derrota, nadie sale de su sitio. Todos esperan pacientemente con un ticket en la mano, suponiendo que le llegará un turno, como si sus adversarios estuvieran haciendo lo mismo.
Las banderas rojas de la izquierda han sido cambiadas por las blancas de la rendición. Eso sí, todo con muy buenos modales y sin alterar la paz del vecindario.
En el espacio donde antes solía encontrarse la izquierda, hoy suele observarse un conjunto de gatitos mimados que, cuando creen rugir, apenas emiten unos extraños maullidos. No asustan, y uno se preocupa de que se dañen las cuerdas vocales y haya que llevarlos al veterinario.
No es de extrañar, entonces, que una victoria en primera vuelta sea un objetivo plenamente alcanzable hoy para la candidatura de la oposición. Potencialmente, la situación puede cambiar, pero para que ello ocurra al menos una parte de la dirigencia debe abandonar un comportamiento pusilánime sin precedentes.
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