El triunvirato germánico y la extrema derecha chilena
En su conjunto, el sector no ha hecho más que radicalizar sus posiciones y discursos extremos durante los últimos años, mostrando amplitud y unidad de propósito a la hora de las contiendas políticas decisivas.
Uno de los principales desafíos para el análisis político contemporáneo es destrabar el presentismo absoluto imperante, que impide ver más allá de los escenarios coyunturales que se forman y deforman a cada momento.
Es lo que sucede, por ejemplo, con las observaciones en torno a la carrera presidencial en la derecha, donde el foco se ha concentrado casi exclusivamente en los disensos y prospectos del triunvirato germánico conformado por Evelyn Matthei Fornet, José Antonio Kast Rist y Johannes Káiser Barents-von Hohenhagen.
Esta “extraña” coincidencia sincrónico-temporal que se da en la derecha a inicios de 2025 es necesario abordarla con algo más de distancia histórica, a fin de descifrar adecuadamente el comportamiento que despliega la derecha radicalizada en el auge de un ciclo reaccionario a todas luces global.
Un adecuado punto de partida para este abordaje se encuentra en las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2017, cuando nuevas formaciones y liderazgos fueron capaces de desafiar eficazmente a las coaliciones políticas tradicionales. Por el extremo derecho surgió la candidatura de José Antonio Kast, histórico militante de la UDI, quien había renunciado a su partido un año antes para representar al nicho de la “derecha dura” defraudada del primer gobierno de Sebastián Piñera. Por el lado izquierdo, la irrupción del Frente Amplio se dio tanto a nivel presidencial con la tercera posición obtenida por Beatriz Sánchez, que ingresó como tercera fuerza política al Congreso, resquebrajando de facto el reparto duopólico del poder que había imperado en Chile por casi tres décadas.
El Estallido social sólo vino a consolidar la tendencia a la fragmentación del sistema de partidos en un escenario de crisis de hegemonía caracterizado también por otros tres fenómenos constitutivos: la ruptura radical entre representantes y representados, la pérdida del consenso de los sectores políticos dirigentes, y el reforzamiento y aplicabilidad de los aparatos coercitivos del Estado.
Es así como el quiebre que se registró en la izquierda con el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 también se replicó en la derecha, donde se evidenciaron diferencias tácticas entre los partidos de Gobierno, especialmente la UDI y RN, y los republicanos.
Mientras los primeros estuvieron dispuestos a entregar la Constitución dictatorial de 1980 a cambio de mantener en su sitio la cabeza de Piñera, los segundos nunca estuvieron de acuerdo con dicha concesión que atentaba contra las bases constitucionales guzmanianas.
A pesar de que los republicanos no constituían en ese entonces una fuerza parlamentaria, sí habían oficializado su creación partidaria a mediados de 2019, lo que les otorgaba una plataforma política para oponerse al proceso constituyente “desde adentro”, participando en cada una de sus convocatorias electorales. En algún sentido, la contundente victoria de la opción por el Apruebo por casi un 80 % en octubre de 2020 significó también una victoria electoral para los republicanos, quienes llamaron abiertamente a votar por el Rechazo en el primer plebiscito de entrada, mientras destacados militantes de los partidos de Gobierno ―entre ellos, Joaquín Lavín y Pablo Longueira, de la UDI― se animaron a apoyar la opción por el Apruebo, seducidos por los favorables prospectos que dicha opción tenía en las encuestas.
Si José Antonio Kast había obtenido en su primera incursión presidencial un para nada despreciable 7 %, el resultado de un 20 % obtenido por el Rechazo podía ser adjudicado en gran parte a su apuesta por impedir la realización de una nueva Constitución y continuar con la ya reformada Constitución de 1980.
La llegada de la pandemia a Chile en marzo, la aplicación del estado de catástrofe y el toque de queda permitieron al gobierno de Sebastián Piñera contener la movilización social. Con todo, el viento favorable que traían los deseos de cambio constitucional y la conquista de derechos sociales, sumado a la escasa legitimidad del gobierno de Piñera, llevaron a su coalición y al Partido Republicano a conformar una sola lista parlamentaria para enfrentar las elecciones de la Convención Constitucional. La unidad buscaba alcanzar 1/3 de los escaños en disputa para aplicar poder de veto en el órgano constituyente, uno de los resguardos tomados por los partidos oficialistas en las negociaciones del 15 de noviembre de 2019.
Los 37 escaños obtenidos por el conjunto de la derecha en las elecciones de mayo de 2021 resultaron insuficientes para cumplir tal propósito. Cuando la derecha tomó conciencia de su incapacidad para controlar el debate constituyente pasó de manera inmediata a la ofensiva. Apoyada en los medios, y aprovechando la incapacidad de las mayorías pluralistas que se habían impuesto en las elecciones para dar dirección política al proceso constituyente, las derechas radicalizadas erosionaron poco a poco la legitimidad de la Convención Constitucional, hasta hacerla sucumbir junto a la propuesta constitucional progresista y plurinacional que ella encarnaba.
Antes de esto, las diferencias al interior de la derecha volvieron a relucir en la carrera presidencial y parlamentaria de 2021. Aquí, los proyectos políticos desafiantes en 2017 no sólo mantuvieron o avanzaron posiciones en el Congreso, tal como en el caso del Partido Republicano y el Frente Amplio, sino que también y por primera vez en la historia de la posdictadura dos candidaturas por fuera de las coaliciones tradicionales llegaron al balotaje: el republicano José Antonio Kast y el frenteamplista Gabriel Boric.
Ninguno de ellos contaba con la base de apoyo suficiente para obtener la victoria en segunda vuelta. Por tanto, ambas candidaturas alinearon detrás de sí a los conjuntos superados: la derecha tradicional y la exConcertación, respectivamente.
El escenario de fuerzas progresistas en el Ejecutivo y en la conducción de la Convención Constitucional no fue del todo desfavorable para las distintas facciones de la derecha, que de manera coherente se posicionaron en la trinchera opositora en la víspera del segundo plebiscito constitucional de septiembre de 2022. La errática instalación del gobierno de Boric en marzo de 2022 fue aprovechada por la derecha que, aun cuando más fragmentada que antes, mantuvo las mayorías necesarias para bloquear los intentos reformistas comprometidos en campaña por Boric.
Un nuevo candidato
En la lista de parlamentarios que integraban la bancada republicana para el periodo 2022-2026 se encontraba un diputado que pronto entrará en escena: Johannes Kaiser, representante del distrito 10, que había adquirido reconocimiento dentro de círculos de la extrema derecha reaccionaria a partir del programa de Youtube “El Nacional Libertario”, lugar donde se aún se encuentra alojado el apologético documental que él mismo produjo sobre Miguel Krassnoff, condenado y acusado de numerosos casos de violación a los derechos humanos, entre los que se encuentran secuestros, torturas y desapariciones que juntos superan los más de mil años de condena.
Cuando las ilusiones de Kaiser de convertirse en candidato presidencial sólo existían en su cabeza (o en la de su hermano), la victoria de la opción por el Rechazo en el segundo plebiscito de septiembre de 2022 reforzó la contraofensiva de la derecha política, la cual incluso mostraba capacidad de ampliarse e integrar a las facciones más conservadoras de la exConcertación, las que formaron en dicho contexto la autodenominada “Centro-izquierda por el Rechazo”, desde donde surgirían los partidos Amarillos y Demócratas.
Tras la victoria del Rechazo, la derecha política nuevamente se dividió entre conducir el segundo proceso constituyente o sepultarlo de una vez por todas. Los republicanos optaron nuevamente por lo último, sin restarse de nada, mientras que la UDI, RN y Evópoli buscaron acordar un proceso constituyente controlado mediante una Comisión Experta y un Consejo Constitucional reducido, con 50 escaños.
En este recorrido, la elección del Consejo Constitucional en mayo de 2023 representó el momento de mayor auge de la apuesta republicana conducida por José Antonio Kast, cuyo partido conquistó una mayoría simple en el nuevo Consejo y, junto a los partidos tradicionales de la derecha, una mayoría absoluta que les permitió escribir una constitución ultraconservadora.
Ante la disyuntiva planteada por el tercer plebiscito, las nacientes formaciones Demócratas y Amarillos se inclinaron por apoyar la opción “A Favor”, demostrando que la alianza desde la extrema derecha al conservadurismo concertacionista no sólo funcionaba al momento de rechazar la propuesta de los adversarios (segundo plebiscito), sino que también operaba cuando había que respaldar el texto constitucional ensayado por la extrema derecha republicana (tercer plebiscito).
El rechazo a la denominada “Kastitución” selló el destino del proceso constituyente fallido y demostró que ninguna de las fuerzas del espectro político se encuentra al día de hoy capacitada para restablecer el consenso social mediante un proyecto político capaz de conectar con los sectores mayoritarios de la población.
Al interior de la derecha chilena los costos también se trasladaron a la principal carta presidencial del sector y en ese entonces alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, quien había hecho público su apoyo a la propuesta republicana. Sin embargo, quien resultaría mayormente afectado por la derrota sería el propio José Antonio Kast, que no logró consolidar la posición de primus inter pares en dos escenarios electorales tremendamente auspiciosos: la segunda vuelta presidencial de diciembre de 2021 y el tercer plebiscito de diciembre de 2023.
El decaimiento del liderazgo de Kast y el auge del ciclo reaccionario expresado en la victoria de Javier Milei al otro lado de la cordillera, en noviembre 2023, abrieron una grieta en el disciplinado Partido Republicano, además de una ventana de oportunidad para nuevos desafiantes, que se ven tentados a subir los decibeles del discurso neofascista.
La trágica muerte de Sebastián Piñera, ocurrida el 6 de febrero de 2024 en el Lago Ranco, tuvo importantes implicancias para la derecha chilena, la que actuaría a partir de entonces desprovista del liderazgo que había permitido al sector retornar a La Moneda en dos ocasiones durante la última década de los famosos “30 años”.
Al momento de su muerte, Piñera ya comenzaba a rearticular a su equipo de confianza para volver a insertarse en la primera línea de la política. Sin su figura, Evelyn Matthei pierde un aliado y el sector, a un referente de primer orden.
Más allá de la derrota de la “Kastitución” en diciembre de 2023 y la muerte de Piñera en febrero de 2024, las proyecciones electorales para la derecha seguían siendo auspiciosas de cara a las elecciones regionales y locales, especialmente debido a la agenda noticiosa que predominó durante el 2024, donde el foco se concentró fundamentalmente en la crisis de seguridad, los efectos de la inmigración, los casos de corrupción y/o violencia sexual, e incluso el retorno de la farándula a la televisión.
Es en esta relación entre extremas derechas y construcción de agendas mediáticas donde debemos reparar un instante en el ascenso de las extremas derechas a nivel local y global. Tal como describe el psicoanalista argentino Jorge Alemán: “La nueva ultraderecha neoliberal es una agenda, y no sólo tal o cual partido, es el dispositivo que ha sido inventado por la propia estructura neoliberal que supervisa a las antiguas derechas liberales y conservadoras. Esta agenda corroe progresivamente a los distintos cimientos de la democracia republicana y constituye, al menos tendencialmente, un empuje al estado de excepción ahora diferenciado de los golpes militares clásicos. En este punto es donde el neoliberalismo contornea su propio impasse: construir un estado de excepción que guarde las formas de la democracia”.
Con una atmósfera noticiosa favorable a sus intereses, la derecha política se presentó con un claro favoritismo en las elecciones regionales y locales de octubre de 2024, dividiendo sus listas en el caso de las autoridades uninominales (gobernadores y alcaldes).
La derecha, agrupada en Chile Vamos, y especialmente RN y la UDI recuperaron terreno electoral frente al pobre resultado obtenido por el Partido Republicano en las contiendas uninominales, al contrario de los buenos resultados que estos últimos obtuvieron a nivel de concejalías municipales y consejerías regionales.
Por su parte, el Partido de la Gente, Demócratas y Amarillos tuvieron un magro desempeño, poniendo un manto de dudas sobre la viabilidad de una carta presidencial competitiva (Franco Parisi o Ximena Rincón) y, más aún, sobre la sobrevivencia orgánica de dichas colectividades en el corto y mediano plazo.
Es así como la aparición del exrepublicano Johannes Kaiser como carta presidencial competitiva viene a cerrar el cuadro de un triunvirato germánico que hoy por hoy predomina en la carrera presidencial, y es que, más allá de las diferencias tácticas presentadas por las diferentes facciones de la derecha y sus miembros, lo cierto es que, en su conjunto, el sector no ha hecho más que radicalizar sus posiciones y discursos extremos durante los últimos años, mostrando amplitud y unidad de propósito a la hora de las contiendas políticas decisivas.
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