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Chile: 10 meses para hacer la diferencia y frenar a las derechas Opinión AgenciaUno

Chile: 10 meses para hacer la diferencia y frenar a las derechas

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Pierre Lebret
Por : Pierre Lebret Cientista político, experto en asuntos latinoamericanos, magister en cooperación y relaciones internacionales (Paris III), ex funcionario de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo y ex consultor de la Cepal. Actualmente trabaja en una ONG para asuntos humanitarios.
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La derecha chilena se siente muy cómoda con el auge de la ultraderecha global. Milei en la Argentina muestra unos escasos logros económicos, sin embargo ello es al precio de empobrecer a la mayoría. Sus pírricos avances suponen que un 60 % de la población deba vivir en la pobreza.


La elección presidencial de este año se transforma en un momento clave para saber qué dirección tomará el país y cómo enfrentará el mundo. Chile debe mantenerse firme frente al conjunto de antivalores que el nuevo conservadurismo está tratando de imponer, el odio como forma de programa político, el racismo, la indiferencia y la irresponsabilidad medioambiental. Todos nuestros países están envueltos en la confrontación global a la que asistimos y a la cual ciertos sectores insisten en impulsarnos. Somos espectadores de una confusión sin precedentes y del auge de la extrema derecha.

La derecha chilena se siente muy cómoda con el auge de la ultraderecha global. Milei en la Argentina muestra unos escasos logros económicos, sin embargo ello es al precio de empobrecer a la mayoría. Sus pírricos avances suponen que un 60 % de la población deba vivir en la pobreza, mientras su patrimonio creció 500 % en un solo año. Veremos en los próximos meses cómo Trump y Musk defenderán y aplicarán una intervención mínima del Estado, el individualismo radical, sin hablar del intervencionismo a nivel global para favorecer sus intereses.

Para no arrepentirse del desastre que pueda significar una alianza de la extrema derecha con la derecha en Chile, hay que trabajar para que otras posibilidades se transformen en una realidad. Se requiere construir un relato diferente, desde las distintas posiciones que cada una de nosotras y nosotros podamos sostener. Debemos ser capaces de interpretar a las personas en su vida cotidiana, desde la seguridad hasta el bienestar social, de manera sostenible y con políticas públicas adecuadas.

¿Qué quieren los chilenos? Vivir mejor, pero no debemos dejarnos convencer de que para ello es necesario retroceder en términos de derechos, o reducir las libertades y la dignidad de una parte de la población. Ninguna sociedad progresa a cambio del sacrificio de un sector de la misma, el Estado es garante de que esto no ocurra. Un país sin Estado o con un Estado rehén de los intereses de las clases más acomodadas es un país donde se arraiga la desigualdad y la pobreza.

La unión estratégica de los grupos políticos que históricamente han promovido los intereses y demandas de los trabajadores, así como de los sectores populares y las clases medias, más las organizaciones de la sociedad civil, la academia, los empresarios comprometidos con la justicia social y climática, es clave. Las fuerzas políticas que no participan de la charlatanería de la derecha y la ultraderecha deben unirse privilegiando lo fundamental y negociar lo secundario.

No nos equivoquemos ante el auge de la extrema derecha global, que sostiene una visión del mundo desinhibida, que definitivamente perdió la vergüenza y que imagina que se encuentra a las puertas de su asalto final y definitivo del poder. Construir unidos un nuevo relato, dejar de lado los egos y cuidar los liderazgos es una tarea vital. Es urgente construir una agenda humanista que sintonice con una sociedad que, en lo fundamental, requiere volver a construir esperanza.

La difícil realidad que debió enfrentar el actual Ejecutivo es un factor que puede contribuir a que los dirigentes y fuerzas que lo sostienen tomen conciencia de la dificultad de gobernar. Quizás esto permita que la generación que hoy se encuentra en el poder entienda el rol que tienen en el futuro inmediato, de colaborar en una rearticulación social y política que permita continuar una senda de transformaciones y reformas.

Es importante –muy importante– que sean capaces de ponerse al servicio de una nueva alternativa, que impida profundizar las enormes deudas que Chile mantiene con las grandes mayorías, con las mujeres y hombres, con la juventud y la infancia. Si ello implica postergar legítimas aspiraciones políticas, en buena hora: deben estar dispuestos. Lo que no puede ser postergado es construir una sólida fuerza que permita mantener en La Moneda un gobierno comprometido con Chile y su futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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