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El último viaje del portaaviones USS “John F. Kennedy” Opinión Imagen: www.history.navy.mil

El último viaje del portaaviones USS “John F. Kennedy”

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Alberto Rojas
Por : Alberto Rojas Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Humanidades y Comunicaciones, Universidad Finis Terrae. @arojas_inter
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El retiro del “Big John” se enmarca en la transición hacia una flota completamente nuclear. Este cambio no solo responde a la necesidad de mayor eficiencia y autonomía operativa, sino también a la evolución de las amenazas modernas


El viaje final del USS “John F. Kennedy” hacia Brownsville, Texas, para su desguace, marca el fin de una era en la historia naval de Estados Unidos. Este portaaviones, el último de propulsión convencional construido para la Marina estadounidense, inició su ruta hacia el desguace el pasado 15 de enero, partiendo desde la Instalación de Mantenimiento de Buques Inactivos, en Filadelfia, y se espera que llegue a su destino a mediados de febrero.

Este portaaviones no solo simboliza un capítulo importante en la evolución de la estrategia marítima de este país, sino que también fue testigo de los cambios tecnológicos y políticos que definieron a las Fuerzas Armadas estadounidenses desde su botadura, en 1967.

Nombrado en honor al 35º presidente de Estados Unidos, el USS “John F. Kennedy” fue construido en los astilleros Newport News Shipbuilding, en Virginia. Su quilla se colocó el 22 de octubre de 1964 y fue botado el 27 de mayo de 1967. Posteriormente, el navío fue comisionado el 7 de septiembre de 1968, bajo el mando del capitán Earl P. Yates.

El “Big John”, como se le conocía, fue diseñado para reemplazar al USS “Franklin D. Roosevelt” (CV-42) y formó parte de la Flota del Atlántico. Con un desplazamiento de 82.000 toneladas a plena carga y una eslora de 320 metros, se convirtió en un símbolo del poderío naval estadounidense.

A lo largo de su vida operativa participó en numerosos conflictos y despliegues cruciales. En 1974, desempeñó un papel destacado en la operación “Nickel Grass”, el puente aéreo que suministró material militar a Israel durante la guerra del Yom Kipur.

Más tarde, en 1980, estuvo involucrado en la crisis de los rehenes en Irán, patrullando el Golfo Pérsico como parte de la Operación “Evening Light”. Y en la década de 1990, el portaaviones sirvió como base flotante para las operaciones “Escudo del Desierto” y “Tormenta del Desierto”, durante la Primera Guerra del Golfo.

Y aunque fue botado en 1967 y comisionado en 1968, para ese momento la Guerra de Vietnam ya estaba en su fase avanzada, y por eso el portaaviones fue asignado principalmente a operaciones en el Atlántico y el Mediterráneo, en un contexto de tensiones relacionadas con la Guerra Fría. Esto lo diferenció de otros portaaviones de la flota estadounidense que sí estuvieron activamente involucrados en el Pacífico y el Golfo de Tonkín durante ese conflicto.

Su última misión operativa fue en 2004, cuando realizó un despliegue en el Mediterráneo y Medio Oriente, antes de ser dado de baja el 23 de marzo de 2007. En casi cuatro décadas de servicio, el “Big John” acumuló más de 30 despliegues y fue el hogar temporal de miles de marineros y pilotos que dejaron su huella en la historia naval.

El USS “John F. Kennedy” representa el último vestigio de los portaaviones de propulsión convencional de la Marina de Estados Unidos. A diferencia de los modernos portaaviones de la clase Nimitz o Gerald R. Ford, que utilizan reactores nucleares para generar energía, el CV-67 confiaba en sus cuatro calderas de vapor para accionar turbinas que le permitían alcanzar velocidades de hasta 33 nudos.

El retiro del “Big John” se enmarca en la transición hacia una flota completamente nuclear. Este cambio no solo responde a la necesidad de mayor eficiencia y autonomía operativa, sino también a la evolución de las amenazas modernas y la necesidad de una capacidad de proyección de poder global más sostenida. Sin embargo, también es un recordatorio de cómo la Marina de EE.UU. ha equilibrado la tecnología emergente con la tradición.

En todo caso, su legado no terminará en los astilleros de Brownsville, dado que el segundo portaaviones de la clase Gerald R. Ford llevará su nombre. El CVN-79, botado en 2019, aún está en la fase de posconstrucción, con pruebas y equipamiento adicional antes de su certificación para misiones operativas.

Sin embargo, representa lo último en tecnología naval estadounidense: sistemas de lanzamiento electromagnético, capacidad para operar con un núcleo de personal reducido y un reactor nuclear que podrá operar durante 25 años sin necesidad de repostar. Esta continuación no solo honra al presidente Kennedy, quien fue un firme defensor de una Armada fuerte, sino que también perpetúa el legado del “Big John”.

El desguace del USS “John F. Kennedy” marca el fin físico de un gigante que fue testigo de una época de grandes cambios en el orden mundial. Su historia, no obstante, perdurará en los libros, en los corazones de quienes sirvieron a bordo y en el nuevo portaaviones que ya lleva su nombre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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