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Por una política industrial más activa para Chile Opinión

Por una política industrial más activa para Chile

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François Meunier
Por : François Meunier Economista, Profesor de finanzas (ENSAE – Paris)
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Es significativo que las grandes empresas extranjeras ya presentes en Chile estén repatriando la mayor parte de sus beneficios en forma de dividendos, debido a la falta de oportunidades de inversión.


Hay épocas de crisis en las que la solución pasa más por las instituciones y la política que por lo económico, y otras en que domina lo económico. Los historiadores nos cuentan que sin la fuerte presencia de Portales y las reformas que impulsó Chile, el país nunca habría experimentado el crecimiento del período 1830-50. De ahí el deseo nostálgico que se ve hoy en algunos círculos políticos de encontrar al “hombre fuerte” para dirigir al país. Pero, como escribió el gran historiador Alberto Edwards, y como volvería a decir con burla de los candidatos que hoy se postulan para tal papel: “Los Portales no nacen todos los días”.

Sostengo que la salida para Chile hay que buscarla hoy más en lo económico que en las instituciones. Para ello, como ya he indicado en una columna en este diario, conviene poner el modo de crecimiento de la economía sobre otra base, sin sobresaltos. De ahí la hipótesis que someto ahora a debate: ¿no deberíamos introducir una política industrial más activa? Y, digámoslo de inmediato, ¿no deberíamos crear algo como una gran agencia de inversión pública?

Este debate se puede abordar útilmente desde el ángulo del financiamiento. No es ningún secreto que el grueso del ahorro privado chileno se acumula en fondos de inversión para la jubilación. El monto en juego casi alcanzó el nivel del PIB antes de los retiros y crecerá más allá si la reforma de pensiones en discusión resulta en un aumento de siete puntos de las cotizaciones. Un dato crucial ahí es que más de la mitad de estos fondos no se invierte en Chile, sino en los mercados financieros internacionales.

Entonces, ¿cómo se financia la economía si una gran parte (la mayoría) del ahorro de los hogares se va fuera?

La respuesta es a través de la inversión extranjera en el país. De hecho, no parece que falten fondos para invertir en el país, siempre que haya buenos proyectos. Desde el retorno de la democracia, la inversión extranjera en Chile ha sido masiva. Las entradas superaron el 10 % del PIB, principalmente en los servicios públicos (energía, telecomunicaciones, agua, etc.), además, por supuesto, del sector minero.

El eslogan era bastante similar al que Gran Bretaña reivindicaba en la misma época (algo rechazado hoy porque se le culpa del Brexit): “OK, no tenemos los jugadores (es decir, poderosas empresas chilenas), pero tenemos el mejor campo de juego. Bienvenidos a los jugadores del mundo entero”. El campo de juego eran instituciones sólidas, impuestos bajos, fluida circulación de capital y de dividendos, aranceles entre los más bajos del mundo, etc.

Así, para simplificar al extremo: los chilenos financian a los extranjeros (incluido el déficit público de EE.UU., por cierto) y los extranjeros financian a Chile. ¿Es óptima esta ida y vuelta? ¿No sería mejor para el país si el ahorro privado fluyera más hacia el país, incluso en sustitución parcial del ahorro externo?

Dos obstáculos para una estrategia más autocéntrica

La primera dificultad para reencauzar el ahorro chileno viene de las condiciones de producción del país: sin facilidad para integrarse en las cadenas de valor internacionales, el atractivo de Chile sigue siendo limitado (ojo que estamos hablando de hoy y no de mañana. En caso de rebote, las cosas se invierten, ya que el éxito atrae al éxito).

Es significativo que las grandes empresas extranjeras ya presentes en Chile estén repatriando la mayor parte de sus beneficios en forma de dividendos, debido a la falta de oportunidades de inversión. La cantidad repatriada asciende al 6 % del PIB, lo que es igual a la inversión extranjera directa en el país. Por lo tanto, el financiamiento extranjero neto no es tan fuerte. Tal vez hay aquí otra razón para un débil crecimiento chileno.

Segunda dificultad: los fondos de pensiones quedan rápidamente bloqueados cuando quieren invertir en el país. Con razón, siempre deben tener fondos disponibles cuando se trata de pagar una pensión. En consecuencia, sus únicos objetivos de inversión en Chile son los activos financieros líquidos; es decir, los que cotizan en bolsa y no son muchos, ya que la gran parte de la economía no es negociable en la bolsa. Solo hay bonos del Estado, pero que presuponen más deuda pública, títulos de financiamiento bancario y, en una parte muy pequeña de sus carteras (el 6 %), acciones de empresas chilenas, principalmente las incluidas en el índice IPSA. “Es por fuerza, dicen las AFP, que invertimos en el extranjero”.

Un pequeño feo secreto

Por fin, las AFP tienen razón en invertir fuera porque es más rentable para sus cotizantes. Pero la gente no se da cuenta de que la buena rentabilidad deviene en mayoría de la depreciación continua del peso en relación con las divisas.

El dólar, por ejemplo, ha subido más de un 50 % desde 2017. Medido en dólares, el rendimiento de los fondos de pensiones no es nada impresionante. Ese es el secreto. Curiosamente, la Super de pensiones no publica esta estadística (¡tome nota, señor superintendente!). Hasta ahora, los cotizantes solo se felicitan de eso, pero hay que esperar que no descubran algún día cuánto riesgo se les está haciendo correr. Y los mercados no permiten cubrir este riesgo de cambio cuando la masa a cubrir llega a un tercio del PIB. En realidad, al invertir en el extranjero, las AFP están haciendo una enorme apuesta contra el peso. Algún día, un investigador analizará si estas compras estructurales de dólares no contribuyan a hundir el peso, en una especie de profecía autocumplida.

En definitiva, Chile está atrapado en un círculo: debe invertir en el extranjero para captar buenos rendimientos, pero está estructuralmente obligado a depender del financiamiento exterior para su propio desarrollo.

¿Cuáles son las soluciones?

No es aceptable reducir brutalmente por ley la cantidad máxima que los fondos de pensiones pueden invertir fuera. Esto perturbaría gravemente los mercados financieros del país. También hay que recordar que las AFP son gestoras independientes, a las que el Estado no puede decir: “Invierte aquí, no inviertas allí”, lo que es una suerte.

Es pues muy gradualmente que se debe construir o reforzar los conductos que permitan al ahorro interno irrigar mejor el suelo industrial chileno. Ya existen tres vías:

La primera, explorada en la práctica por las autoridades, consiste en ampliar el alcance de los activos financieros susceptibles de ser invertidos por las AFP, por ejemplo, fondos de capital privado, de infraestructura o de capital de riesgo. Pero esto tiene límites muy estrechos.

La segunda implica una inversión directa del Estado en los proyectos y, luego, su financiamiento mediante deuda pública adquirida por los fondos. Esto no se puede descartar, sobre todo para proyectos de infraestructura, pero plantea cuestiones de gobernanza si no se quieren arriesgar los méritos financieros del proyecto por consideraciones políticas de corto plazo.

Una forma más fructífera, la tercera, consiste en observar que los fondos están fuertemente invertidos en bonos del sector bancario. Así que ya existe un reciclaje interno de los ahorros. Pero se trata claramente de un canal también estrecho, ya que los bancos prefieren a menudo invertir en hipotecas o créditos al consumo.

De ahí la idea de ampliar el canal creando una agencia pública de inversión, probablemente con estatuto bancario para reforzar su independencia, y vigilada por las agencias de calificación. Reexaminar el papel del Banco del Estado es también una opción. Su misión sería invertir en proyectos a largo plazo o en empresas incipientes. Tendría un comité de inversión independiente y un objetivo claramente procrecimiento y proChile, priorizando la coinversión. Los fondos de pensiones y otros inversores financiarían el banco público por títulos de deuda y quizás de capital.

Un posible modelo vendría de Francia. En 2012, bajo el presidente Sarkozy, se optó por un banco público de inversión, Bpifance, cuyo éxito parece hoy probado por el volumen de inversión realizado y su rentabilidad (aquí se puede ver una presentación al respecto, en el sitio web del Peterson Institute for International Economics).

¿Dónde invertir? Las promesas de energía verde son muy creíbles cuando se trata de Chile y requieren fondos considerables. Los proyectos portuarios y ferroviarios esperan ser financiados. El talento chileno está presente en el software y los servicios. Existen pymes prometedoras. El sector manufacturero es hoy más problemático, dada la competencia feroz de China, que en sí misma es una cuestión política, pero el resto está abierto.

La idea presentada aquí es la de reinternalizar el ahorro chileno para promover el crecimiento. Merece un amplio debate.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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