Gólems militares obedientes y financiables
El éxito del pasado es el origen de la derrota del futuro, para lo cual deberemos considerar la irrupción de nuevas formas de hacer la guerra muy distintas a las matanzas de la época industrial y a las estrategias actuales, tales como el desarrollo de radares cuánticos.
Tres décadas atrás fuimos impactados por el famoso libro Las guerras del futuro de Alvin y Heidi Toffler, que nos anunciaba la llegada de una “tercera ola” –del conocimiento– que cambiaría la forma de hacer la guerra, desde un puño fuerte hacia un puño inteligente, lo que se ejemplifica en una reciente declaración del controvertido Elon Musk en la red X, quien señaló: “Mientras tanto, algunos idiotas siguen construyendo aviones de combate tripulados como el F35”.
Sin duda, esta revolución en el arte de la guerra es un llamado urgente a la realización de una profunda reingeniería militar que resuelva la pregunta de cómo organizaríamos nuestros servicios armados si con lo que hoy conocemos volviéramos a crearlos.
Escenario vecinal
El presidente peruano Juan Velasco Alvarado preparaba una invasión militar al norte de Chile el 6 de agosto de 1975, la que finalmente no se produjo, debido a su derrocamiento por el general Francisco Morales Bermúdez. Por parte de Chile, esta requirió de una masiva compra de equipamiento militar para enfrentar las debilidades y restricciones internacionales que existían contra el gobierno del general Pinochet.
En este contexto, estimo que este nuevo impulso a las compras militares peruanas que hoy observamos podría tener de trasfondo una operación política de la Presidenta Dina Boluarte para fortalecer el apoyo de sus militares, frente al 5 % de apoyo popular y el 91 % de desaprobación que le afecta, y por no responder a un nuevo proyecto de reivindicación territorial.
Respecto de Argentina y su compra de 24 aviones F-16 en 300 millones de dólares, más otros 470 millones en 36 misiles AIM-120 C-8 y 50 bombas guiadas por láser GBU-12-Paveway II, entre otros pertrechos, me permito advertir que seguramente estos F-16 tendrán las mismas restricciones que Chile para disponer de las claves de uso para sus misiles y bombas avanzadas y que, en todo caso, estarán lejos de afectar la superioridad militar vecinal que hoy mantiene Chile.
Programas militares obsoletos e infinanciables
En 2019, nuestro Congreso Nacional aprobó la Ley N°21.174, para establecer un nuevo mecanismo de autorizaciones presupuestarias para el Financiamiento de las Capacidades Estratégicas de la Defensa Nacional y, según lo informado por el Ministerio de Hacienda, dispuso que inicialmente se transfirieran desde los saldos de la extinta Ley Reservada del Cobre, 2.574 millones de dólares al Fondo Plurianual para las Capacidades Estratégicas y otros 936 al Fondo de Contingencia Estratégico.
Adicionalmente, estipula que durante el período de transición (2024 al 2029) debe efectuarse un aporte basal presupuestario, o piso anual, de 488 millones de dólares.
A modo de ejemplo, con estos recursos se pretenden financiar programas de desarrollo tales como:
-Modernización y mantenimiento de equipamiento acorazado (MBT, IFV y otros, por 200 millones de dólares).
-Adquisición de alrededor de 370 camiones para el Ejército (alrededor de 100 millones de dólares).
-Programa para recuperar las capacidades para fabricar vehículos blindados (millones de dólares)
-Construcción de un rompehielos (230 millones de dólares).
-Construcción de hasta cuatro buques anfibios multipropósito LPD, que debieran ser diseñados como portadrones (1000 millones de dólares).
-Adquisición de 16 misiles SM 2–Block IIIA y de 16 misiles MM40-Block III para las fragatas tipo Perry (100 millones de dólares).
-Modernización de los aviones F16 A/B al estándar M6.6 (177 millones de dólares).
-Fabricación de 33 aviones Pillán II de instrucción básica (142 millones de dólares).
Mención especial requieren los monstruosos proyectos de desarrollo de la Armada de Chile, para los cuales es necesario considerar la metodología propuesta por la Ley XVI de Augustine, que propone que los presupuestos militares crecen linealmente y los valores de los sistemas de armas lo hacen exponencialmente, lo que se traduce en que las adquisiciones de mediana tecnología, como las proyectadas por nuestra Armada, dupliquen su valor cada 10 años aproximadamente, tal como se demuestra comparando los precios de hace 20 años de los submarinos Scorpene (215 millones de dólares cada uno) y de las fragatas del proyecto Tridente (200 millones de dólares cada una), amplificados por un factor de 4 para las dos décadas recién pasadas, obteniéndose aproximadamente 800 millones de dólares por unidad, valor similar a los precios actuales.
De esta forma, es posible validar la aplicación de un factor de 2 para la próxima década, lo que duplicaría los valores actuales, infiriendo así que con el esquema de financiamiento lineal de la citada Ley N°21.174, se requeriría bastante más de 50 años para financiar este nuevo proyecto de la Armada.
En este contexto, llegó la hora de que nuestros Servicios Armados dejen de soñar y reconozcan que estas propuestas resultan estratégicamente obsoletas e infinanciables en un escenario de monstruosos déficits fiscales y que, más temprano que tarde, deberán ser reevaluadas y modificadas en favor de más eficientes y económicos sistemas de gólems.
Las guerras del futuro
La Política de Defensa Nacional de Chile 2020 señalaba que “el Estado de Chile tiene la responsabilidad de mantener una capacidad militar suficiente para contribuir al logro y defensa de los intereses y objetivos del país, asignando los recursos adecuados para el sector Defensa”, agregando que: “una tarea prioritaria para el Ministerio de Defensa Nacional es desarrollar y mantener capacidades efectivas de las FF.AA. que contribuyan a la disuasión y, en caso de empleo, permitan superioridad operacional, que asegure las mejores probabilidades de éxito en el cumplimiento de sus objetivos”.
En el marco de estos espejismos militaristas, la actualización de esta Política de Defensa, en desarrollo por el Ministerio de Defensa, deberá reemplazar esta provocadora postura de disuasión (que requiere de una carísima fuerza en condición de “lista para el combate”) por una de legítima defensa de nuestro territorio, conceptualizando una revisión militar al año 2030 que permita mantener de forma sustentable las capacidades militares necesarias y suficientes para la demanda de defensa más probable, financiadas con las reales disponibilidades financieras del Estado.
Con este objeto se deberá implementar una reingeniería de la Defensa para enfrentar las incertidumbres del futuro a través de una fuerza militar efectivamente conjunta, bajo el mando permanente de un jefe del Estado Mayor Conjunto de cuatro estrellas, calibrada para los riesgos y capaz de mantener un potencial suficiente y relevante para cooperar en la construcción de una zona de paz latinoamericana. Esta sinergia conjunta nos permitirá una disminución programada del personal y de algunas de las carísimas plataformas militares actuales, posibilitando cumplir los compromisos estratégicos de forma política y financieramente sustentable.
A diferencia de lo ocurrido durante la guerra de Vietnam, con la televisión mostrando diariamente las atrocidades del napalm, en los conflictos actuales, como Rusia-Ucrania y Medio Oriente, se comienzan a observar nuevos escenarios completamente distintos, con la irrupción de guerreros cibernéticos que destruyen fácilmente tanques -que pueden costar más de 10 millones de dólares- con un aparato volador que vale 1000 veces menos, pero que en todo caso, deban ser operados desde plataformas humanas que eviten fiascos como los de los cruceros norteamericano USS Vincennes, que en 1988 derribó un Airbus A300 de Iran Air, asesinando a 290 pasajeros civiles, y el de su gemelo USS Gettysburg, que recientemente derribó un caza F/A18-E (y casi un segundo avión) de dotación del portaaviones USS Harry Truman.
El éxito del pasado es el origen de la derrota del futuro, para lo cual deberemos considerar la irrupción de nuevas formas de hacer la guerra muy distintas a las matanzas de la época industrial y a las estrategias actuales, tales como el desarrollo de radares cuánticos, que muy pronto dejarán obsoletos a los mediáticos aviones furtivos, lo que se traduce en la necesidad de reaccionar creativamente, por ejemplo, incorporando weekend warriors, voluntarios civiles que compensen la preocupante disminución de nuestra natalidad y rápido envejecimiento, operando enjambres de gólems obedientes y financiables bajo riguroso control humano.
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