Capitalismo y neoliberalismo
La existencia de un capitalismo chileno fue condición necesaria para que, en 1973, pudiera implementarse un régimen neoliberal, es decir, un capitalismo “extremo, fundamentalista o radical”.
En su libro El proyecto Chile. La historia de los Chicago Boys y el futuro del neoliberalismo, Sebastián Edwards define lo que entiende por neoliberalismo. Lo presenta como “una forma extrema, fundamentalista o radical del capitalismo” o también como “la variante más pura o extrema del capitalismo, como el sistema que utiliza los mecanismos de mercado para resolver casi todos los problemas de la sociedad”.
En una columna publicada en El Mostrador, titulada “¿Tiene sentido preguntarse si Chile era ya neoliberal en el siglo XIX?”, Enrique Román coincide en buena parte con Edwards cuando afirma que “el neoliberalismo expresa una particular manera de organizar y operar un modelo capitalista de organización de la economía y la sociedad, pero eso no significa que constituya una fase natural e inevitable de su desarrollo, ni mucho menos el que sea imposible o no deseable una sociedad capitalista no neoliberal”.
Román estima posible y deseable la superación del neoliberalismo y la implementación de un capitalismo no neoliberal, pero eso “requiere despojarnos de las anteojeras ideológicas que, de uno u otro modo, asimilan conceptualmente el capitalismo y el neoliberalismo”. Tiene razón en esto, pero cuando Marcel observa que hay ciertos elementos de la cultura chilena tradicional que permitieron que la agenda neoliberal tuviera la capacidad de persistir en el tiempo, eso no significa asimilar conceptualmente neoliberalismo y capitalismo.
Román estima que esa asimilación deriva de pensar que el neoliberalismo es un producto endógeno de la economía y la sociedad chilena. De este modo, piensa que es necesario “definir si el neoliberalismo chileno obedece a una dinámica endógena de la economía y sociedad o, por el contrario, es un producto de la influencia sobre esta de un esfuerzo exógeno, proveniente de la esfera de lo político”.
Según Mario Góngora, el neoliberalismo no es endógeno en Chile porque “no es, efectivamente, un fruto propio de nuestra sociedad, como en Inglaterra, Holanda o los Estados Unidos, sino una ‘revolución desde arriba’, paradójicamente antiestatal, en una nación formada por el Estado”. Por mi parte, pienso, al igual que Marcel, que ciertos elementos culturales, propios de nuestra idiosincrasia, fueron los acelerantes endógenos para la implementación del neoliberalismo en Chile.
Esto último hace sentido histórico. El período de la Independencia y la primera mitad del siglo XIX no alteran mayormente el régimen mercantilista heredado de la Colonia. Esto incluye, como advierte Góngora, una fuerte intervención por parte de un Estado proteccionista. A partir del gobierno de Montt, con la promulgación del Código Civil de Andrés Bello y la influencia intelectual de Courcelle-Seneuil, el liberalismo político y económico inicia un desarrollo ascendente.
Esto influyó en la modernización de nuestras instituciones económicas y en una disminución progresiva de la intervención estatal. Es innegable que Chile, en el curso del siglo XIX, deja atrás el mercantilismo y desarrolla una economía capitalista. La existencia de un capitalismo chileno fue condición necesaria para que, en 1973, pudiera implementarse un régimen neoliberal, es decir, un capitalismo “extremo, fundamentalista o radical”.
Marcel identifica acelerantes culturales, como libertad de elección en salud y subvenciones a la educación privada, que anteceden a la dictadura y que luego son asimilados por el régimen neoliberal. Por mi parte, me parece que la consolidación del derecho de propiedad como un derecho subjetivo o real en el Código Civil es también una institución clave para la formación del régimen neoliberal. De aquí que cabría preguntarse, ¿fue Chile siempre neoliberal?
Y la respuesta es, por supuesto, negativa. Pero esto no significa aceptar la idea de Góngora que considera que el neoliberalismo es algo impuesto de una manera exógena. La distinción conceptual entre exógeno y endógeno es abstracta. En la realidad concreta, en 1973 el régimen capitalista chileno deviene “extremo, fundamentalista o radical”, impulsado exógenamente por la dictadura y determinado por acelerantes culturales endógenos.
El neoliberalismo chileno corresponde a la versión extremista de Mises, y no a la más moderada defendida por Hayek, Rüstow y Röpke en París (1938) y en Mont Pelerin (1947). Hay coincidencia entre estos autores hasta ese momento. En 1944, en Camino a la servidumbre, Hayek afirma: “Nada ha hecho más daño a la causa liberal que la insistencia pétrea en el principio del laissez faire”.
Pero Hayek se distancia de Rüstow y Röpke y de la idea de una economía social de mercado. De colaboradores pasan a ser adversarios. Rüstow caracteriza ahora a Hayek como un “paleoliberal libertario”, la misma fórmula que emplea para definir a Mises. Hayek es un autor relevante para el modelo criollo, cuando ya no es posible distinguir su neoliberalismo de la versión “extrema, fundamentalista o radical” de Mises.
En abril de 1981, en un seminario que tuvo lugar en el Hotel Sheraton de Santiago, Hayek rechaza la idea de una economía social de mercado. Afirma: “No creo en la economía de mercado social. Creo que la palabra social es americana y privó de significado a toda palabra que se conectara con ella. Creo sí en la economía de mercado”.
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