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Sobre una madre y el peligro para (de) la sociedad Opinión Crédito imagen: cedida, referencial

Sobre una madre y el peligro para (de) la sociedad

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Claudia Baeza Rosales y Joan Black Duvanced
Por : Claudia Baeza Rosales y Joan Black Duvanced Psicólogas y psicoanalistas con Mg. en Psicología Clínica, dedicadas al trabajo con niños, adolescentes y parentalidades
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Hay una mujer sufriente que enuncia que va a matar a su hijo. Y esa voz no se escucha, y sabemos que no es una excepción, no es sólo esa voz de madre que no se escucha, sabemos que no es sólo esa voz de mujer que no se escucha.


En estos últimos días circula una noticia que nos ha llevado a plantearnos ciertas preguntas que creemos importantes. Una mujer en la comuna de La Pintana habría desconectado a su hijo, quien se encontraba tetrapléjico y conectado a una máquina respiratoria. A raíz de esto, fue condenada a prisión preventiva por ser considerada “un peligro para la sociedad”. 

Frente a esta compleja situación, nos preguntamos: ¿cuáles son las condiciones y las violencias que permiten que algo así ocurra? 

Según la información recabada, la mujer de 50 años habría mencionado que no podía hacerse cargo de su hijo, expresando: “Yo no puedo cuidarlo”, “estoy enferma”, entre otras cosas. Se trata, al parecer, de una madre que cuenta con un diagnóstico de salud mental. Una madre que hace intentos por ubicar al padre de su hijo y a una amiga. Una madre que llora desconsolada porque no tiene otra salida. Una madre que grita a plena luz del día su desesperación, que interpela a sus vecinos y a su comunidad. Es decir, una madre que a su manera y con los recursos que tiene, intenta pedir ayuda. Porque la realidad, esa realidad, la sobrepasa. 

Hay una mujer sufriente que enuncia que va a matar a su hijo. Y esa voz no se escucha, y sabemos que no es una excepción, no es solo esa voz de madre que no se escucha, sabemos que no es solo esa voz de mujer que no se escucha. Entonces, ¿qué pasa cuando se entrega información sobre una madre que comete un acto como este, precisamente como si no hubiera una historia que llevó a este momento? 

Esta mujer y madre se vuelve noticia, e importante para la sociedad, cuando el peligro cambia de bando; ya no es peligroso cómo la sociedad no protege del desamparo, sino cuando ella rompe el pacto social: mata a su hijo. Pero, ¿el pacto social no estaba fracturado previamente? 

Porque a su vez, podríamos preguntarnos; ¿los hijos, son responsabilidad de quién? Claro, de los padres. Pero, ¿no es la crianza, el cuidado de quien no puede cuidarse por sí mismo, también una tarea de la comunidad, de una sociedad?

Entonces, ¿qué es lo peligroso y cuáles son las condiciones que nos hacen ser peligrosos? Porque nos parece que la violencia no comienza en el momento en que la madre desconecta a su hijo enfermo, sino mucho antes. Hay violencias previas a este hecho noticioso, y que tienen que ver con el exceso de la realidad, con la privación y la deprivación, que permiten que este suceso ocurra en manos de una madre particular, pero que finalmente no se trata solo de esta madre. Entiéndase que este no es un escrito para desresponsabilizar a nadie, sino más bien su contrario; ¿cuánto tenemos todos que ver, como sociedad, con esta noticia y además, con cómo es enunciada? ¿Cuando comenzamos a horrorizarnos? ¿Cuando la mano que acaricia se transforma en mortífera, o cuándo vemos que esa acción no comenzó ese día sino mucho antes? Cuando nos encontramos con una noticia que nos muestra una de esas historias y voces que no encuentran un lugar de acogida en nuestra experiencia social actual, y que ante la imposibilidad y el grito desesperado, no sutil sino claro: “Yo voy a matarlo”, no pasa nada.

“El infanticidio es la sombra de una sociedad a la vez fascinada por la infancia e incapaz de cuidar a sus hijos” (Anne Dufourmantelle).

Cuanto esta noticia aparece, ¿qué nos dice sobre cómo estamos pensando el ejercicio de la maternidad? En el momento en que una mujer se vuelve madre y se encuentra con un bebé, se produce un estado de vulnerabilidad, puesto que implica un cambio en la subjetividad y una exigencia en el aparato psíquico. En estos primeros tiempos del ser madre, en el tiempo del puerperio, existiría algo muy poco pensado, algo de la vulnerabilidad extrema, que implica estar frente a un otro desvalido, que nos despierta y nos conecta con la propia vulnerabilidad y que remueve y resuena en la propia historia. 

Y si bien, luego de que el desarrollo va tomando su curso, esta vivencia es menor, hay algo de la relación madre-hijo que implica la vulnerabilidad y el desvalimiento; en el hijo y en la madre. Y en este caso, frente al desvalimiento del cuerpo del hijo y la psique de la madre, al requerimiento de cuidado y contacto con la fragilidad, junto con la necesidad de sostener un estado de dependencia absoluta que implica un esfuerzo que implica lo que es la vida misma, en todos sus ámbitos: físico, económico, social, mental, toma nuevamente protagonismo la condición extrema de desvalimiento humano. 

Si el hijo es proyección de nuestro futuro y deseos, tanto individuales como sociales, ¿cómo se vive mirando a un hijo con esta realidad? ¿Cómo se vive el volver a cuidar a un hijo que ya había crecido? ¿Se puede maternar en estas condiciones sin el resguardo de otros que velen por la salud mental materna? ¿Escuchamos y hablamos de eso? La salud mental materna.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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