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Sobre lealtades y neutralidades económicas Opinión Crédito imagen: cedida

Sobre lealtades y neutralidades económicas

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Sergio Arancibia
Por : Sergio Arancibia Doctor en Economía, Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario
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En estas negras perspectivas – que ojalá nunca no se hagan realidad – una de las grandes cuestiones que podrían aumentar la capacidad de autonomía de un país como el nuestro es tener una unidad muy férrea con el resto de los países de la región.


Es altamente probable que entre Estados Unidos y China se lleve adelante, en un futuro cercano, una guerra económica de muchísima mayor intensidad que los roces y patadas que ambos países se han venido dando en los últimos años.

 Si eso sucede, cada uno de ambos países tratará de comprar lo menos posible de las mercancías que ofrece el otro, y para ello subirá los aranceles a los productos procedentes del país “enemigo” usando intensamente el argumento –cuando se necesite de alguno– de que tales mercancías tienen uso estratégico o militar. Es posible también que no se necesiten razones ni argumentos como ese para que dichas acciones se hagan presentes. Las razones geopolíticas, estratégicas y/o de seguridad estarán a la orden del día en materia de comercio internacional.  

En esas circunstancias, ¿qué pasará con un país como Chile, que comercia en forma relevante tanto con uno como con otro de los países en pugna? Una respuesta –a nuestro juicio un tanto candorosa– es que Chile podría vender y comprar a uno y a otro, de acuerdo a lo que sea en cada momento la mejor opción.  Podría, en otras palabras, sacar provecho de la guerra comercial mencionada sin matricularse con ninguno de los contendientes. Intentar llevar adelante una política de neutralidad. Esa sería no solo una buena e inteligente política, sino que incluso la más inteligente que uno se pusiese imaginar, máxime para un país pequeño que tiene recursos naturales importantes que serán requeridos por cada uno de los países en pugna.  Es una política que tiene pleno sentido en época de paz y de comercio abierto, pero que en situaciones de guerra es de más compleja implementación.   

Si la guerra comercial se profundiza, cada uno de los protagonistas centrales de la misma tratará de conformar, en el campo de las relaciones comerciales, económicas, políticas y diplomáticas internacionales, un bloque de países aliados y leales, que estén dispuestos a acompañarlo, ya sea por puro amor, o porque el país con el cual toman finalmente partido los presionará en forma tal, con las herramientas políticas, económicas e incluso militares que estén en su alcance, como para que asuman esa posición. En otras palabras, la neutralidad puede que se vea presionada para que se convierta en una lealtad dura, situación esta última en que el país afectado tendría incluso que asumir costos para mantenerse como aliado de uno u otro de los países en pugna. Desgraciadamente así ha sido en cada una de las grandes guerras que la humanidad ha conocido en los últimos siglos, y hacia allá empujan las reglas de la guerra, en la cual todo vale.    

Además, hay que tener en cuenta que, de acuerdo a los tratados de libre comercio hoy en día vigentes –y Chile tiene TLC firmados tanto con China como con Estados Unidos–, los países no tienen capacidad de decidir hacia dónde se deben canalizar en el mercado internacional las mercancías que se producen en su territorio. Eso lo decide libremente cada empresa. En condiciones de alta tensión internacional, es altamente probable que cada empresa extranjera radicada en nuestro país canalizará su producción hacia sus respectivos países de origen, sin necesidad ni siquiera de preguntarle al Gobierno su opinión al respecto.

En estas negras perspectivas –que ojalá nunca se hagan realidad–, una de las grandes cuestiones que podrían aumentar la capacidad de autonomía de un país como el nuestro es tener una unidad muy férrea con el resto de los países de la región, de modo de mantener y ejercer de hecho y en forma colectiva esa necesaria neutralidad. También ayudaría intentar cambiar –en la medida que las negociaciones se hagan posibles– los aspectos de los TLC que limitan la capacidad que tenemos como país de decidir sobre nuestras políticas e intereses.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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