La negación climática: un instrumento político y económico
El negacionismo no es solo un concepto; es un instrumento peligroso. Todos debemos alzar la voz en favor de un debate informado y comprometido, donde la ciencia marque el rumbo, libre de influencias tóxicas y desinformativas.
En un mundo cada vez más amenazado por la crisis climática, nos enfrentamos a una pregunta decisiva: ¿por qué aún existen voces que niegan la realidad del cambio climático? En lugar de unirnos para abordar este desafío global, hay quienes optan por convertir la negación en un instrumento político y económico. El negacionismo climático se erige como un peligroso aliado del presidente Trump, de los países petroleros, ciertas empresas y algunos partidos políticos de ultraderecha, que juegan con la desinformación mientras el planeta sigue ardiendo.
Trump desde su primera presidencia mostró un desprecio por el concepto del cambio climático. Lo denostó, retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París y desconoció cualquier intento multilateral para enfrentar el calentamiento global de la atmósfera provocado por las enormes cantidades de emisiones de CO2 que se han ido acumulando por más de un siglo.
Ahora, al comienzo de su segundo mandato, ha hecho lo mismo e incluso ha ido más lejos. No quiere saber de problema globales que requieran soluciones globales, no quiere escuchar hablar de reducción de emisiones ni de cambio climático. Tal es así, que como el faraón Ramsés II, quien ordenó eliminar de todos los registros de Egipto la palabra “Moisés”, la USDA hoy ha emitido una orden para que en todas los sitios web de todas las instituciones estatales estadounidenses se eliminen las palabras “cambio climático”, “calentamiento global” y “Acuerdo de París”, entre otros términos ligados a la crisis climática. Esta directriz de la USDA afectaría a decenas de programas, como la agricultura climáticamente inteligente, los centros climáticos del USDA y el Centro de Información del Servicio Forestal sobre los incendios forestales. Los científicos no lo pueden creer, ¿por qué eliminar las referencias al cambio climático de los sitios web del gobierno federal?
Es el negacionismo en su máxima expresión. Al mirar hacia las Conferencias de las Partes (COP), espacios diseñados para la cooperación global en la lucha contra el cambio climático, nos encontramos con una realidad inquietante. Se quiere debilitar el multilateralismo y el sistema de la Organización de las Naciones Unidas. La obstrucción en la COP a los avances necesarios y el debilitamiento de las políticas climáticas son a menudo el resultado directo de un discurso negacionista impulsado por intereses económicos. ¿Quiénes se benefician de esta narrativa? Los países dependientes de los combustibles fósiles, que sienten amenazados sus ingresos, empleos y poder, encuentran en el negacionismo una forma de perpetuar un modelo energético obsoleto.
La evidencia científica sobre el cambio climático es abrumadora y ha sido respaldada por innumerables investigaciones a nivel global. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) informa que los niveles de dióxido de carbono han alcanzado cifras récord, lo que se correlaciona con fenómenos climáticos extremos que afectan a millones de personas. El año 2024 se ha confirmado que fue el año más cálido de toda nuestra historia.
Sin embargo, los negacionistas, muchas veces apoyados por poderosas industrias del petróleo y el gas, propagan una versión alternativa que busca desviar la atención.
¿Qué papel juegan las empresas y partidos políticos de ultraderecha en este escenario? Es curioso observar cómo, en muchos casos, las ideologías que promueven una economía basada en el libre mercado son las que más resistencia muestran a aceptar los límites de un modelo basado en los combustibles fósiles.
Inversiones masivas en campañas de desinformación han logrado crear una confusión que juega a favor de sus intereses. ¿No es paradójico que quienes se autodenominan “defensores de la libertad” pretendan limitar nuestra capacidad de actuar y proteger el futuro de nuestro planeta?
El negacionismo no solo se limita a sostener una opinión; se convierte en un obstáculo tangible para las soluciones efectivas y urgentes que necesita la humanidad. Cuando las naciones se reúnen en las COP Climáticas para discutir cómo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, las tácticas de distracción y negación diluyen compromisos que son críticos para nuestro futuro. ¿Cuántas oportunidades se han desperdiciado ya por culpa de esta ideología retrógrada? ¡Diez años! De 2015 a la fecha, una década perdida.
Frente a esta situación, es vital promover una narrativa basada en la verdad y la evidencia. La educación y la concienciación juegan un papel crucial. Debemos exigir a nuestros líderes y a la comunidad internacional que fortalezcan aún más su discurso proacción climática, que prioricen una comunicación clara sobre el cambio climático y que aborden, sin cortapisas, los engaños del negacionismo. ¿No merece nuestro futuro colectivo un enfoque basado en la ciencia?
La verdad es que el tiempo se agota; los efectos del cambio climático son cada vez más palpables: desde olas de calor hasta inundaciones catastróficas e incendios devastadores. En Chile, en estos momentos, estamos en la estación propicia de los grandes incendios forestales, y cualquier esfuerzo por elevar las medidas de mitigación son más necesarias que nunca. Chile y la humanidad entera no pueden permitirse el lujo de ignorar la realidad que nos rodea.
En este sentido, el negacionismo no es solo un concepto; es un instrumento peligroso que amenaza la vida en el planeta. Todos debemos alzar la voz en favor de un debate informado y comprometido, en el que la ciencia marque el rumbo hacia un futuro sostenible, libre de influencias tóxicas y desinformativas.
Solo así podremos enfrentar adecuadamente los desafíos climáticos que nos esperan; solo así aseguraremos un planeta habitable para las generaciones futuras.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.