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A la espera de Michelle Opinión

A la espera de Michelle

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Rodolfo Schmal
Por : Rodolfo Schmal Ingeniero Civil Industrial y Master en Informática. Académico de la Escuela de Ingeniería en Informática Empresarial de la Universidad de Talca.
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La espera de definición de Michelle es inútil e injusta. Inútil, porque ya dijo que no quiere ser candidata. Injusta, porque revela la ausencia de proyecto en que se encuentra sumida la izquierda. Ausencia que se pretende tapar levantando el nombre de Michelle.


Para enfrentar las elecciones presidenciales de fin de año (2025), la izquierda parece depositar sus esperanzas en que Michelle Bachelet termine por aceptar ser candidata por tercera vez.

Las razones que explican esta espera se centran en la ausencia de candidatos competitivos, dado que no marcan en las encuestas. Ni el Frente Amplio (FA), ni el Partido Comunista (PC), ni el socialismo democrático (PS, PPD y PR) tienen nombres competitivos para enfrentar a una derecha que sí tiene candidatos para tirar por la ventana. Lo prueba la presencia de Matthei en la primera línea de fuego, seguida por Kast y Kaiser, entre otros. Si bien Chile no es Argentina, a Kaiser hay que seguirlo con atención. De partida ya está desplazando a Kast. 

El FA no tiene a nadie. Como quien da manotazos en el aire, procuran levantar nombres de última hora a partir de los resultados de las últimas elecciones (Vodanovic, alcalde de Maipú recién reelecto por amplia mayoría) o de convincentes discursos (Winter, diputado que no da puntada sin hilo). 

El PC tiene una cartera de nombres (Jadue, Vallejo, Jara), pero hasta ellos mismos saben que en un país como el nuestro, con un anticomunismo inoculado a la vena por los medios de comunicación convencionales, y más en el contexto mundial en que estamos, no tienen posibilidad de alcanzar con alguna chance la presidencia del país. Eso lo saben desde los tiempos en que eran el partido más poderoso dentro de la izquierda chilena. Sus precandidaturas siempre han sido testimoniales, sujetas a negociación. De allí que en el pasado su candidato siempre fuera Allende.

El PS, excepto a Michelle, no tiene a nadie, por más que a última hora intenten levantar precandidaturas sin destino. El PR tampoco. El PPD tiene a Carolina Tohá, que si bien no marca en las encuestas, es una carta no desdeñable que está a la espera de la decisión de Michelle. En el mismo estado se encuentra Ricardo Lagos Weber, quien está dispuesto a tirarse a la piscina si Michelle y Carolina decidieran no ir.  

Así las cosas, no extrañaría que a fin de año tengamos una izquierda fuera de la segunda vuelta, teniendo que optar entre dos candidatos de derecha. Es la realidad política en que se está.

De allí que se esté a la espera de la definición de Michelle, una espera, a mi modesto entender, inútil e injusta. Inútil, porque ella ya se ha pronunciado, ya ha dicho que no va a ser candidata. Ya cumplió, ya fue presidenta dos veces. Injusta, porque revela la ausencia de proyecto en que se encuentra sumida la izquierda. Ausencia que se pretende tapar levantando el nombre de Michelle. 

Dicho lo anterior, se desprende que el problema de la izquierda no es la falta de candidatos o de nombres, sino de un proyecto que convoque, que recoja la experiencia acumulada, que no es poca, que asuma un contexto desafiante marcado por el declive del imperio estadounidense y la emergencia de una China que pareciera esperar con ardiente paciencia china su hora. En consecuencia, lo que corresponde es levantar un proyecto de izquierda, sólido, consistente, capaz de enfrentar una nueva realidad compleja, determinada por nuevos tiempos, nuevas tecnologías, nuevos modos de convivencia. Un proyecto capaz de encarar a los proyectos de derecha que tras máscaras libertarias ocultan dictaduras e injusticias imposibles de soslayar. 

Por ello, mi tesis es que antes que andar pensando en un(a) candidato(a) para ganar las elecciones presidenciales o parlamentarias, se debe pensar en levantar, resucitar un proyecto de izquierda que de cuenta de lo expuesto. Con proyecto en mano, bajo la conducción de un liderazgo sólido, experimentado, convocante, sin dobleces, es lo que se necesita. De esta forma existiría opción de competir con fuerza, de romper la tendencia actual, dar vuelta el tablero.

Desgraciadamente, en Chile, y me temo que también en muchos otros países, se tiende a poner la carreta por delante de los bueyes; esto es, buscar candidatos y después pensar en el proyecto a implementar, en vez de al revés, como debe ser en toda democracia que se precie de tal: levantar el proyecto desde la sociedad civil a partir de sus organizaciones políticas y sociales, para recién después, ver quiénes habrán de ser quienes lo liderarán.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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