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Cleptocracia y la fragilidad democrática en el mundo Opinión

Cleptocracia y la fragilidad democrática en el mundo

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Matías Rivas Peña
Por : Matías Rivas Peña Encargado de Innovación de la Fundación Voz Pública
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Quienes fortalecen los sistemas individualistas, relativizan la corrupción, generan y fomentan la incivilidad, son un mal tremendo para las democracias y dificultan el camino de quienes aún creemos que la sociedad necesita de colaboración.


Uno de los temas que han explotado en la última década son los múltiples casos de corrupción que han aquejado al mundo, y lo más relevante del asunto es que la corrupción ha llegado a los niveles superiores de la política, llegando en algunos casos incluso a líderes nacionales.

¿Pero es la cleptocracia únicamente corrupción? La cleptocracia es esencialmente corrupción, sin duda, pero a su vez agrupa una serie de acciones que permiten que los hechos de corrupción se den en los espacios institucionales públicos; entre ellos se incluyen la desinformación, la malversación, la violencia política y la incivilidad.

De esta forma, la importancia de comprender estos factores como un proceso integral para llegar al acto de corrupción es vital, debido a que estas características facilitan el ascenso de líderes populistas, extremistas y violentos que aparecen como una suerte de mesías para la política.

Esto lo único que genera para las democracias es fragilidad y debilidad en sus sistemas, los que en la última década han estado expuestos a constantes olas de “desdemocratización” con la consolidación de líderes poco o nada democráticos.

Ejemplo claro es el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que si bien ascendió al poder en el período 2017-2021, desde ya auspiciaba el momento de debilidad del sistema democrático que en su minuto fue el ícono de las democracias en el mundo.

En el contexto chileno, tampoco hemos estado exentos de dicho fenómeno, pues la última elección demostró que en nuestro país también vive momentos tensos para nuestra democracia, de tal forma que un liderazgo de extrema derecha con un discurso muy similar a los de Javier Milei, Nayib Bukele y Donald Trump, estuvo contendiendo en segunda vuelta el asiento presidencial. Por otro lado, no hay que descartar que el actual gobierno también responde a un extremismo desde las posiciones de izquierda; no obstante, ha sido nuestra institucionalidad la que logró una moderación de los líderes del actual Gobierno.

Ahora, ¿por qué es importante analizar los diferentes contextos de los liderazgos extremistas? Pues simplemente porque el ascenso de estos al poder, facilita la intervención en política de las élites económicas mundiales, lo que deviene en un riesgo tremendo para las democracias, tanto en cómo se socavan los sistemas democráticos y sus instituciones, como también en la exposición de estas a actores corruptos, que buscan concretar sus intereses personales por sobre el bien común.

No me cabe ninguna duda de que quienes fortalecen los sistemas individualistas, relativizan la corrupción, generan y fomentan la incivilidad, son un mal tremendo para las democracias y dificultan el camino de quienes aún creemos que la sociedad necesita de colaboración, de comunidad, de empatía y de mantener el bien común como eje central de la democracia. 

Pero también tengo la certeza de que caerán por su propio peso. No hay que perder la esperanza de que el comunitarismo vuelva a enraizarse en las diferentes sociedades y nos permita avanzar hacia un mayor desarrollo, mejor calidad de vida y una mejor convivencia, puesto que ¡juntos avanzamos mejor!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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