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La política pop Opinión

La política pop

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Carlos Cantero
Por : Carlos Cantero Geógrafo, Máster y Doctor en Sociología. Académico, conferencista, consultor y escritor. Ha sido alcalde, diputado, senador y vicepresidente del Senado de Chile.
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Los políticos Pop, abordan la política y lo político con lógicas de audiencias masivas, se alejan del bien común, de tecnicismos y formalismos, priorizando la forma en detrimento del fondo, con formatos frescos y livianos, multimediales y multimodales que prioriza la entretención.


En las primeras décadas del siglo XXI, se impone la política pop, demandada y consumida por un público popular. Esto se da en el contexto de vertiginosos y profundos cambios en la sociedad (digital), que modifican la forma de ser y estar en el mundo. Las grandes estructuras socializadoras pierden su autoridad y se derrumban sus megarrelatos: ideológicos, religiosos y culturales. Se impone el materialismo, enfatizado por el consumismo y el individualismo, un marcado nihilismo, que se expresa en el debilitamiento valórico y ético. Se amplían las libertades y la voluntad de seducción (pública y privada), también el hedonismo: esa compulsión por el placer inmediato y sin consecuencias.  Una mixtura global de capitalismo neoliberal y marxismo capitalista, con todos los matices intermedios, congeniando con la economía digital. Un sentido de vida pleno de vacuidad, en el imperio de lo ligero, lo líquido, la obsolescencia programada, en la sociedad del desdén.

Los políticos pop abordan la política y lo político (público y privado) con lógicas de audiencias masivas, se alejan del bien común, de tecnicismos y formalismos, priorizando la forma en detrimento del fondo, con formatos frescos y livianos, multimediales y multimodales que priorizan la entretención. En la comunicación prima el pensamiento concreto, por ejemplo: “Se están robando nuestro país”, expresión usada por Trump en la reciente campaña. Es un proceso cognicomunicativo, caracterizado por la síntesis, la descripción de objetos y hechos tangibles. Apela a la emoción, más que a la intelectualidad o racionalidad. Se prioriza el relato (storytelling); se segmentan los vínculos emocionales a distintas audiencias; se dota de significados a los acontecimientos usando imágenes dramáticas para impactar al público. Convive el marketing online y el tradicional con los nuevos formatos de la comunicación de plataformas.

Los principales referentes de la política pop son expertos en farándula, tienen como fauna acompañante el reality show. Es el imperio de la emocionalidad, el sensacionalismo, el dramatismo, el exhibicionismo, la espectacularidad, si no la morbosidad. El estilo pop surgió en 1960, con Andy Warhol, y está más vigente que nunca, ajeno a las urgencias de las mayorías ciudadanas que reclaman política honesta y de calidad. Pero, en los procesos electorales eligen más de lo mismo.

La posverdad y la posmodernidad promueven la gestión de la (des)información y la manipulación de las emociones. La Big Data impone el neocolonialismo de la información, eclosiona una violenta ruptura entre lo público y lo privado; la opacidad de límites (intimidad) genera una tendencia a la autoexposición y el exhibicionismo. Las redes digitales reinventan las formas de relación social, de viralización de ideas, mientras la televisión muestra una sociedad de farándula continua. En este reino de la subjetividad se libran las batallas por la dominación, se despliegan las nuevas formas de poder en la netocracia, o élite global del internet, que basa su poder en sus ventajas tecnológicas y habilidades en la gestión de redes y contenidos. Hago votos por la vigencia del humanismo, sus principios y valores; por una ética con límites definidos; por liderazgos que den luces (no jugo) a la sociedad; y medios de comunicación y comunicadores que muestren coherencia, consecuencia y decencia. ¡Que así sea!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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