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“Vení pasá a”… prejuicio
“Me duele cuando me dicen: «Vení, pasá a humo»”, comentó la esposa de un lonko. La expresión que develó el prejuicio, tuvo lugar durante la desafiante preparación, por parte de la Comisión Presidencial de Paz y Entendimiento, de un informe que intenta proponer una ruta de salida a conflictos.
Hace unos días, en Temuco, en un encuentro 3xi, pude asomarme —solo asomarme— a elementos para mí desconocidos de la sabiduría ancestral mapuche, y descubrir su profundidad y riqueza.
Fui testigo también del dolor y la fuerza de hombres y mujeres que intentan que esa sabiduría se respete, se viva y se valore.
“Me duele cuando me dicen: «Vení pasá a humo»”, comentó la esposa de un lonko, vestida con su ropa y joyas tradicionales. “Es muy grande el prejuicio. Nos miran como pobres e ignorantes. No nos conocen. Nos atribuyen hasta un olor”.
Ese día la Corporación 3xi estimuló y facilitó conversaciones, por grupos y en plenario, entre unas 300 personas de diversos orígenes y actividades, incluidos autoridades mapuche, dirigentes sociales, empresarios y políticos de variados colores.
El contexto fue la desafiante preparación, por parte de la Comisión Presidencial de Paz y Entendimiento, de un informe que intenta trazar y proponer una ruta de salida a conflictos y violencias arrastrados por siglos desde el Biobío hacia el sur. Una labor nada fácil de ocho comisionados heterogéneos, quienes trabajan por consenso. Los mismos que a fines de enero solicitaron al Presidente de la República extender el plazo de entrega del informe hasta el 30 de abril de este año.
No debe ser un esfuerzo frustrado más, se comentaba en el encuentro 3xi.
Ese día, en Temuco, se buscó alimentar colectivamente la esperanza y disponer voluntades y actitudes para posibilitar entendimientos en los campos de acción de cada cual, como respaldo y complemento a lo que corresponda al Estado.
En los grupos de diálogo surgieron dolores con respecto a tierras, a violencias, a conflictos, a injusticias, en diversos sentidos. También se valoraron las riquezas locales y esperanzas y sueños que están detrás de las demandas. Pero lo que más hondo me caló fue el clamor de hombres y mujeres mapuche con respecto a su cultura, incluyendo la necesidad de que sea conocida y encarnada por sus nuevas generaciones.
“Mi bisabuela me conversaba y me transmitía la espiritualidad mapuche en torno a un fogón, mientras ella escarmenaba e hilaba lana”, dijo esa mañana, en un pequeño círculo de conversación, una joven lafkenche. “Frente al fuego ella me contaba historias, como la del zorro y la ballena. Aprendí que el mar tiene espíritu, y que cuando voy a pescar tengo que ofrecerle algo y tomar lo justo; no más que eso. Así, siempre el mar me da lo que necesito para vivir”. Hay que cuidar el ngen lafken.
Parte de la lana que hilaba esa bisabuela se usaba para tejer mantas a telar, con un diseño tradicional en blanco y negro que, a ojos no mapuche, parece solo una cruz con recuadros dispuestos conforme a un patrón. “Los principios y valores de nosotros como pueblo están reflejados desde hace 2.700 años en el trarikan makuñ, nuestra manta”, me enseñó esa tarde un diseñador y sabio profesor. Cada recuadro de la manta es un símbolo, con un nombre y un significado cultural. “El diseño nos recuerda que la base de la sabiduría mapuche está relacionada con el honor, el respeto y la cortesía; que tenemos que respaldarnos unos a otros; que tenemos que actuar con rectitud en todos nuestros quehaceres; que tenemos que analizar, investigar y hacer seguimiento a los hechos, y que el respeto debe ser absoluto”. La manta contiene mucho más…
Aprendí que el küme mongen (buen vivir), según el feyentun (filosofía) ancestral mapuche, tiene relación con estar en paz con uno mismo, con la naturaleza y con los demás. Me explicaron que la sabiduría mapuche integra las perspectivas masculina y femenina y además las de jóvenes y mayores. Me hablaron de la fortaleza de la descentralización y de la coordinación sin subordinación. Y expertos me contaron que el mapuzungun es una lengua sofisticada y de un potencial expresivo inimaginable para quienes no la hablamos.
Esa riqueza (que seguro esbozo con errores) siempre ha estado ahí, y yo no la había visto, en parte por desconocimiento y prejuicio. Necesité una jornada que intencionara conversaciones en plena Región de La Araucanía, en un contexto doloroso como el actual, para admirarla y tomarla como fuente de inspiración para mi propia vida y ojalá para un Chile respetuoso, amplio, diverso.
Tenemos tanto por aprender.
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