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De la unipolaridad a un nuevo orden global: el impacto para América Latina ANÁLISIS

De la unipolaridad a un nuevo orden global: el impacto para América Latina

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Fabricio Franco
Por : Fabricio Franco Director de Flacso e investigador del Observatorio Nueva Constitución
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Las acciones de Trump, como las medidas arancelarias impuestas incluso a aliados como México, Canadá y la UE, bajo el lema “América primero”, reflejan un enfoque pragmático. Respecto a nuestra región, los primeros días de la administración ofrecen evidencias de su aplicación práctica.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
Las acciones de la nueva administración estadounidense, como las medidas arancelarias impuestas incluso a aliados como México, Canadá y la UE, bajo el lema “América primero”, reflejan un enfoque pragmático. Respecto a nuestra región, los primeros días de la administración ofrecen evidencias del nuevo marco y su aplicación práctica.
Desarrollado por El Mostrador

Las primeras medidas y declaraciones de la nueva administración del presidente Trump apuntan a un cambio drástico en la política exterior estadounidense, posiblemente el más significativo en los últimos 35 años. Este cambio se puede resumir en el reconocimiento de un mundo multipolar y un ajuste hacia un enfoque menos confrontativo y más sostenible a largo plazo en su política internacional.

Se reconoce que no solo existen grandes potencias como China y Rusia, sino también países emergentes que, para 2030, liderarán las economías globales y demandarán una mayor influencia en la política mundial. Este nuevo escenario podría tener repercusiones importantes para América Latina y el Caribe.

La unipolaridad y sus consecuencias

En 1990, Occidente modificó su estrategia de contención, utilizada durante la Guerra Fría, hacia un enfoque que buscaba afirmar el “proyecto liberal” a través de la hegemonía de EE.UU. mediante medios diplomáticos, económicos y militares. Este poder se sustentaba en el gasto militar de la OTAN, que representa el 55% del total mundial, con EE.UU. a la cabeza, con el 38%.

Estados Unidos se estableció como la “nación indispensable” para garantizar la seguridad global, participando en más de veinte conflictos armados con el objetivo de transformar dictaduras en democracias, combatir el terrorismo y afrontar crisis humanitarias. Sin embargo, muchos de estos esfuerzos no lograron consolidar los valores occidentales y, en cambio, desestabilizaron regiones enteras.

Las intervenciones militares se justificaron bajo la idea de un “deber” de establecer democracias y proteger los derechos humanos. Con frecuencia, se priorizó la intervención militar sobre la diplomacia, como lo evidenció la invasión de Irak en 2003, basada en argumentos falsos. Además, los principios de derechos humanos y las credenciales democráticas se aplicaron de manera selectiva: se fue indulgente con aliados y severo con adversarios. Los intentos de “liberalizar” los regímenes políticos en China y Rusia fracasaron y deterioraron las relaciones con ambos países.

Un error de cálculo clave fue la ampliación de la OTAN hacia el este de Europa, que, a pesar de las advertencias rusas sobre los riesgos para su seguridad, contribuyó a la actual crisis en Ucrania.

Estos factores han llevado al desprestigio de Occidente en el Sur Global. Solo las guerras en Afganistán, Irak, Siria y Yemen han causado más de 900 mil muertes directas, además de millones de muertes indirectas y más de 35 millones de refugiados, incluidas las víctimas de la guerra en Ucrania, lo que ha exacerbado la xenofobia en varias naciones occidentales.

El costo financiero de estos conflictos ha superado los 3 billones de dólares entre 2001 y 2023, una suma equivalente a 20 Planes Marshall o a la mitad del PIB de China en 2008. Este impacto financiero ilustra las serias implicaciones del papel político-militar de EE.UU. en el mundo.

Todo esto ocurre en un contexto de creciente deuda pública en Estados Unidos; el déficit es del 7% del PIB y la deuda alcanzó el 124% del PIB, la cifra más alta desde 1946. Una situación similar enfrenta el G7, donde cinco países tienen deudas públicas superiores al 100% del PIB y altos déficits fiscales.

Mientras tanto, la globalización enfrenta cambios significativos, evidentes en el estancamiento del comercio internacional y la caída de la inversión extranjera directa, que ha bajado a menos del 3% del PIB mundial. La búsqueda de eficiencia, que era el fundamento de la globalización, está siendo reemplazada por dinámicas más geopolíticas. El ascenso de China como potencia económica y tecnológica es percibido como una amenaza para el liderazgo de EE.UU. Esta nueva realidad está llevando a los países a reconfigurar sus cadenas de suministro global y adoptar políticas proteccionistas.

Frente al escenario, Trump ensaya un enfoque más pragmático y realista, reconociendo los nuevos actores y las apuestas en juego, así como la limitación de los recursos disponibles.

El viraje y su impacto en América Latina

Las acciones de la nueva administración estadounidense, como las medidas arancelarias impuestas incluso a aliados como México, Canadá y la UE, bajo el lema “América primero”, reflejan este enfoque. Con respecto a nuestra región, los primeros días de la administración ofrecen evidencias del nuevo marco y su aplicación práctica.

Un dato revelador es que el viaje inaugural del secretario de Estado, M. Rubio, fue a cinco países centroamericanos y caribeños para tratar problemas migratorios, contrarrestar la influencia china y reducir el tráfico de fentanilo. Otra señal ilustrativa es la tensión con Colombia en relación con la repatriación de inmigrantes indocumentados y la presión a México para la militarización de su frontera común para prevenir la inmigración ilegal.

La síntesis del nuevo interés de nuestro vecino del norte está muy clara en la declaración del nuevo representante especial para América Latina, M. Claver-Carone, quien afirmó que “no hay región del mundo, ya sea por la migración, la seguridad o el comercio, que afecte más la vida individual de los estadounidenses que América Latina”.

¿Estamos presenciando a nivel global una moderación estratégica de EE.UU., centrada en mantener un equilibrio de poder en lugar de imponer valores liberales, mientras simultáneamente reafirma su poder en América Latina? 

En este contexto, ¿cuál es la nueva agenda latinoamericana en su relación con los Estados Unidos?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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