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El mejor lugar para el monumento al general Baquedano

El mejor lugar para el monumento al general Baquedano

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Ricardo Martínez Menanteau
Por : Ricardo Martínez Menanteau General(r) Excomandante en Jefe del Ejército de Chile
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Si finalmente se decide trasladar el monumento, que sea a un lugar de mayor realce cívico y ese no es otro que frente al Palacio de La Moneda, quedando simbólicamente bajo la mirada de los máximos héroes de nuestra independencia, el brigadier José Miguel Carrera y el general Bernardo O’Higgins.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
Si finalmente se decide trasladar el monumento que sea a un lugar de mayor realce cívico y ese no es otro, que frente al Palacio de La Moneda, quedando simbólicamente bajo la mirada de los máximos héroes de nuestra independencia, el Brigadier José Miguel Carrera y el General Bernardo O’Higgins.
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A la inmensa mayoría de los chilenos nos gustaría que la estatua del general Manuel Baquedano y la tumba del soldado desconocido se mantengan en su lugar original de Plaza Italia y que quienes intenten ultrajarla sean debidamente controlados.

Pero estas buenas intenciones deben ser contrastadas con la realidad, al menos la que nos tocó observar y vivir en el período del estallido social, que debe ser tomada en consideración para su emplazamiento.

Siempre he sido un firme partidario de realzar la figura de todos nuestros héroes civiles y militares, siendo uno de ellos el general Manuel Baquedano, quien tuvo el privilegio de comandar las fuerzas del Ejército de Chile en la Guerra del Pacífico y que conquistó a partir de sus victorias los extensos territorios que hasta el día de hoy nos entregan beneficios, al poder acceder a una costa privilegiada, valles inigualables y una cordillera de los Andes que permite apreciar el altiplano chileno que está lleno de riquezas culturales, sociales y económicas.

El general Baquedano no puede ser visto como un símbolo de división entre los chilenos, porque nunca lo ha sido. Y si ello se confunde con el actuar destemplado de algunos exaltados durante el estallido social de 2019, es materia de otro análisis que tiene que ver, entre otros aspectos, con la falta de educación cívica, que lamentablemente desde hace años se suprimió o disminuyó notablemente en nuestros establecimientos educacionales.

Desde el primer día de las manifestaciones, el viernes 18 de octubre de 2019, se constató que el centro neurálgico en donde confluían estos desórdenes era la Plaza Baquedano, siendo el monumento una expresión más del actuar de las personas que llegaban con la intención de manifestarse.

Pero estas acciones no podían ser una sorpresa para nadie, o ¿se nos había olvidado que desde hace décadas ese sector se había convertido, en los hechos, en el centro de reunión para las manifestaciones de carácter político, social, cultural y deportivo? La diferencia ahora radicaba en que en ese lugar se concentraba una parte de la expresión violenta de los manifestantes, como también pudimos ver, en contraste, congregaciones masivas de carácter pacífico que confluían finalmente también en la plaza Baquedano.

Seguramente lo que más motivó la destrucción del monumento propiamente tal fue que se le asoció inmediatamente al Ejército de Chile, y como este estaba desplegado acatando una orden legal del Gobierno por haberse decretado el Estado de Emergencia, se entendía que su eventual destrucción para los más violentistas era un rechazo a los soldados que cumplían tareas de orden público.

El Estado de Emergencia solo se extendió por los primeros nueve días y pudo constarse que en los días posteriores se vivieron los momentos más álgidos en sus intentos de derribarla.

Sabíamos que, si bien había comprensión del Gobierno del expresidente Piñera por el malestar del Ejército, en los hechos no existía una protección del monumento. La posición del expresidente era no retirar la estatua, porque lo consideraba una derrota ante los manifestantes violentos.

Dada la renuencia del Gobierno para retirarla, las autoridades insistían en dar especiales instrucciones a Carabineros para reforzar su protección. Mi argumento reiterado era que serían sobrepasados como ya había ocurrido y que la institución policial no había logrado proteger sus propios emblemas, como era la iglesia institucional San Francisco de Borja y el monumento a sus mártires, entre ellos, la cripta del teniente Hernán Merino Correa, héroe máximo de dicha institución y del país, muerto en acto de servicio en la Patagonia en manos de la Gendarmería argentina en la década de los sesenta, que pudo habernos llevado a un conflicto bélico con ese país a fines de 1965. 

Esta realidad nos llevaría indefectiblemente a dos escenarios, tal como se lo expresé al expresidente: el primero, la caída del monumento por la acción, en ese momento constante, de grupos radicalizados que diariamente intentaban botarla, y el segundo, retirarla con la explicación, que se ajustaba a la realidad, de efectuarle las reparaciones que a esas alturas eran urgentes.

A la institución nos parecía que la peor derrota era que finalmente derribaran el monumento a pesar de las buenas intenciones del Gobierno y de Carabineros, cuyas fuerzas eran frecuentemente sobrepasadas en su resguardo. 

En la práctica, era muy difícil la protección de la estatua del general Baquedano que es de gran significación para el país, porque estaba en el epicentro de las protestas, asunto que no existía al momento de su instalación el 18 de septiembre de 1928.

Todos queremos que quienes se manifiesten de manera violenta no se salgan con sus propósitos, pero los análisis deben hacerse con una alta cuota de realidad, confrontando todos los escenarios posibles.

Una de nuestras propuestas, no era la principal, pero al menos tenía fundamentos para llevarse a cabo, fue que se le trasladara a la plaza Ercilla, a un costado del cuartel general del Ejército, en avenida Tupper.

Esta plaza tiene la particularidad simbólica de estar frente al ingreso principal del Parque O’Higgins, donde cada 19 de septiembre ingresan para desfilar todas las instituciones armadas en la Parada Militar, al celebrarse las Glorias del Ejército de Chile, que están fuertemente marcadas por las batallas ganadas durante la guerra por el general Baquedano. 

Le indicamos al Gobierno que junto a ello se nos entregara su protección y así nos aseguraríamos de que no hubiese ningún desmán o sacrilegio, no solo porque es un héroe nacional, sino también por la magnífica obra de escultores chilenos, que además tenía a sus pies los restos mortales de un soldado desconocido. Ese cuerpo enterrado era un homenaje a los miles de compatriotas, muchos de ellos anónimos, que se enlistaron en la Guerra del Pacífico para defender nuestra patria.

Después en una reunión que tuve con el expresidente Piñera en su oficina junto al entonces ministro de Defensa, Mario Desbordes, en noviembre de 2020, me indicó que estaban trabajando en una remodelación de la Plaza Baquedano, donde se haría una serie de intervenciones con pasos bajo nivel para vehículos y que la estatua sería ubicada en un costado, fuera del lugar central en que estaba originalmente. 

Ante ese escenario le plantee otra solución y que era mejor trasladar la estatua del general Manuel Bulnes desde la avenida Libertador Bernardo O’Higgins (más conocida como la Alameda) a su ubicación original, que era en el Paseo Bulnes que está muy próximo y que estuvo en ese lugar hasta mediados de los años setenta, para que en el espacio que dejaría esa estatua se ubicara la del general Baquedano, junto a los restos del soldado desconocido. 

Lo anterior cumplía varios propósitos. El primero, que se volvía a su ubicación original al general Bulnes, y el segundo, que se instalaba al general Baquedano en un lugar de mayor reconocimiento cívico como era estar frente al Palacio de Gobierno y a los monumentos de los padres de la patria.

Posteriormente, por instrucciones del Gobierno, la estatua se retiró para efectuarle las reparaciones como se le había pedido insistentemente por parte del Ejército. 

Fuentes militares de la comandancia de guarnición de Santiago que participaron en su retiro, el que se hizo con honores militares, me comentaron que la estatua estaba a punto de caerse y que le habían cortado parte de la cabeza al general Baquedano, como también las patas de su caballo “Diamante”.

Algunos trataron de compararnos con la acción de la Armada de Chile durante el estallido social, en la protección que finalmente hizo al monumento de los héroes del combate naval de Iquique, en donde descansan más de 20 restos (sepulturas) de héroes navales y que se encuentra ubicado solo a unos pocos metros de la instalación más importante de esa institución en Valparaíso, su cuartel general, uno de los más custodiados de esa rama de la defensa.

Se olvidaban, eso sí, que ese mausoleo “está bajo la protección de la Armada de Chile”, asunto que es distinto a la custodia del monumento del general Baquedano a cargo de Carabineros, como la del resto de los monumentos que eventualmente se puedan vandalizar en protestas. 

Además que este, a diferencia del existente en el puerto, no está ubicado en el lugar que desde hace décadas es el punto de convergencia de cualquier manifestación pública de la índole que fuera, ya sea pacífica o violenta.

Cuando algunos cuestionan a los héroes que en nombre de la República defendieron a Chile en el campo de batalla, debemos preguntarnos como sociedad qué es lo que estamos haciendo equivocadamente para tener este tipo de confrontaciones, porque son precisamente nuestros héroes, entre otros símbolos, los que nos unen como Nación.

Las opciones que se han conocido para el traslado del monumento son plausibles y van en concordancia con los hechos relatados y que eventualmente se pueden repetir en el futuro.

Dado lo expuesto, si finalmente se decide trasladar el monumento a un nuevo lugar, porque su ubicación histórica se ha convertido en un espacio de concurrencia masiva de manifestantes con sus desórdenes asociados, entonces se hace imprescindible llevarlo a un lugar de mayor realce cívico y ese no es otro que frente al Palacio de La Moneda, que es además el principal emblema de la República, quedando así, simbólicamente, bajo la mirada de los máximos héroes de nuestra independencia, el brigadier José Miguel Carrera y el general Bernardo O’Higgins.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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