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La evolución de la opinión pública el año 2024: Poco nuevo bajo el sol
Habitualmente, en política las personas prefieren los originales a las copias, como se ha demostrado en elecciones anteriores. Por otro lado, el riesgo de la opción contraria tampoco es menor: quedar aislado del sentir mayoritario de la población arriesgando una derrota de importantes proporciones.
Paradojalmente, la principal característica que tuvo la evolución de la opinión pública, tal como esta es representada en las encuestas sociales, durante todo el año 2024, fue su estabilidad, es decir, su ausencia de cambio. De esta forma, más allá de fluctuaciones menores, pudimos observar que todas las encuestas realizadas regularmente durante el año recién pasado muestran, por un lado, una clara estabilidad en la predominancia y magnitud del malestar social, como, por otro lado, la canalización de ese malestar en un determinado tipo de demandas.
Desde el punto de vista del malestar, podemos señalar que sigue dominando (tal como lo hace desde hace ya casi diez años, solo con fluctuaciones menores) la percepción de que Chile va por un mal camino, se encuentra estancado, o que la economía del país no parece mejorar, impactando a la baja en las percepciones de la realidad familiar y personal. Pese a ello, estas últimas se mantienen un poco más optimistas que las evaluaciones globales.
Desde el punto de vista de las demandas, siguen predominando (tal como ocurre desde el año 2022 al menos), aquellas relacionadas con el control del orden público, es decir, la disminución de la delincuencia y el narcotráfico, la inmigración irregular y la corrupción. Por su parte, aunque hoy estas demandas se sitúan en un segundo nivel, el mejoramiento de las condiciones económicas (mayor crecimiento, control de la inflación y disminución del desempleo) también ocupan un lugar importante, dejando atrás las demandas sociales tradicionales como el mejoramiento de la educación, la salud y la vivienda. Una excepción notable ha sido el aumento en la relevancia de las demandas por mejores pensiones y jubilaciones, que experimentaron una repentina recuperación en las últimas semanas del año, posiblemente producto de que el tema fue puesto en la agenda pública por la discusión parlamentaria respecto de la reforma previsional recién aprobada.
Sin embargo, el que esta sea la única demanda social que haya aumentado en su importancia para la población y que dicho cambio haya venido acompañado por un incremento comparable en una demanda no social, como es el control de la inmigración, nos lleva a pensar que seguimos en presencia de estabilidad y no del inicio de un cambio en las prioridades sociales.
Creemos que es muy difícil que esta situación se modifique radicalmente durante el año 2025, salvo que la ocurrencia de algún evento crítico altere sustantivamente la agenda política y la opinión pública. Las condiciones materiales que provocan el predominio de las demandas por orden público, disminución de la corrupción y mejoramiento económico son de lenta transformación, por lo que pensamos que continuarán formando parte del diario vivir y de lo que comunicacionalmente consumen las personas. Por ejemplo, la disminución de los asesinatos requiere el control de bandas delictuales organizadas y armadas, lo que constituye todo un desafío para las policías. Por su parte, el control de la inmigración irregular requiere la aprobación de una nueva legislación y herramientas de fiscalización, lo que evidentemente tomará un importante tiempo político.
En consecuencia, aunque es posible que algunos de los sustentos materiales de las demandas por orden público y mejoramiento económico pudieran comenzar a modificarse positivamente durante el próximo año, es muy improbable que ello ocurra con la intensidad suficiente como para dar vuelta las demandas ciudadanas.
Ello implica qué en este año electoral de 2025, las propuestas políticas tendrán que lidiar con esta jerarquía de demandas. Muy posiblemente, gran parte del discurso político girará en torno a las demandas por orden, estabilidad y crecimiento, dejando poco espacio para la visibilización de demandas sociales o de cambio social.
En este muy probable escenario, se debe reconocer que la derecha (tradicional y extrema) y la centro derecha juegan con ventaja, pues tanto su discurso político actual como, especialmente, su historia, enlazan mucho mejor con las demandas mayoritarias que otros grupos políticos, lo que posiblemente las hará más creíbles para el público, pavimentando así su posible éxito electoral.
Por su parte, la izquierda y la centro izquierda comenzarán la contienda política con una clara desventaja, puesto que las demandas por orden y crecimiento se encuentran habitualmente lejos de su discurso político tradicional. Eso podría conducir a fragmentaciones producto de la emergencia de dos opciones político-discursivas alternativas: en primer lugar, sumarse al discurso por orden y crecimiento buscando convencer al electorado mayoritario, aun a costa de decepcionar a sus partidarios más firmes; o, en segundo lugar, perseverar en sus propuestas de cambio social tradicional a fin de mantener la coherencia política y la cohesión intragrupo, aunque ello implique quedar marginalizado respecto de las principales demandas ciudadanas.
En principio, ninguna de estas opciones parece demasiado deseable, puesto que la primera implica tratar de “vender” un producto político respecto del cual existen actores mucho mejor posicionados (los partidos de derecha y extrema derecha), lo que lleva a preguntarse qué motivaría a la población a “comprarle” su propuesta a estos nuevos oferentes si hay otros con mayor consistencia y trayectoria en este tipo de ofertas. Habitualmente, en política las personas prefieren los originales a las copias, como se ha demostrado en elecciones anteriores. Por otro lado, el riesgo de la opción contraria tampoco es menor: quedar aislado del sentir mayoritario de la población arriesgando una derrota de importantes proporciones.
¿Existe alguna alternativa a las dos poco deseables anteriores? Se podría pensar en la posibilidad de construir una integración coherente entre ambas opciones. Esto podría lograrse aceptando y respondiendo a la demanda por orden y crecimiento mayoritaria, pero también reconociendo que, bajo esa capa y tal como nos mostró el informe del PNUD del año 2024, existe una demanda por mayor igualdad material y simbólica entre las personas, así como por un acceso a servicios sociales (salud, previsión y educación, principalmente) de mayor calidad y dignidad.
En ese marco, este discurso intermedio podría intentar vincular ambas demandas—la actualmente dominante y la subterránea—en una propuesta que argumentara que un orden social estable y con crecimiento económico a medio y largo plazo no se puede sostener solo en las necesarias vigilancias y regulaciones, sino que se precisa de una cohesión social arraigada en la solidaridad entre las personas. Y que esa solidaridad requiere un proyecto de cambio social que, por supuesto, deje espacio para el desarrollo de nuestros proyectos personales y familiares, pero que también permita algunos grados de redistribución de los bienes materiales y simbólicos que la sociedad produce.
¿Será posible que la izquierda y la centro izquierda construyan un discurso así? ¿Sería verosímil y atractivo un discurso como este para las personas, haciendo más competitivos los resultados de las elecciones que tendremos durante el año 2025? Pensamos que podría serlo, pero en cualquier caso no será tarea fácil, puesto que esta propuesta constituye una construcción argumentativa relativamente compleja, en un tiempo en que la simplicidad de los mensajes parece tener ventaja en su capacidad para conectar y hacer sentido a la población. En cualquier caso, a partir de marzo de 2025 conoceremos cuáles son las apuestas de cada sector político.
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