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Plantaciones y pueblo mapuche: una esperanza de paz y entendimiento
Los monocultivos no son malos, son la manera en que el ser humano ha cultivado sus alimentos desde hace miles de años, porque es eficiente y logra mejoramiento genético y bajos costos. Frutales, cereales, verduras, pollos, cerdos, también madera y celulosa para nuestras necesidades son monocultivos.
El 15 de febrero se publicó una columna bajo el título “Las forestales, Sra. Tohá, no las reivindicaciones territoriales”, de la abogada Karina Riquelme, autodeclarada feminista, anticolonialista y anticapitalista. Respetamos su libertad de expresión, pero, como profesionales conocedores de lo que ha sucedido en nuestro país, tanto en plantaciones como en bosque nativo, no podemos dejar pasar sus afirmaciones, plagadas de datos falsos, información parcial, generalización de hechos aislados y, lo que es peor, de la omisión de la historia y de las muchísimas cosas positivas, tanto ambientales como económicas, que el sector forestal ha logrado en beneficio de Chile.
Los ingenieros forestales hemos callado (malamente) desde hace mucho tiempo, pensando en que los mitos que mañosamente se repiten, especialmente sobre plantaciones, no iban a tener eco en la población, porque son equivocados y carentes de fundamentos. Craso error. Pero ya no callaremos más y, cada vez que sea necesario, saldremos a compartir la historia de Chile en materia forestal.
En el caso de la columna en cuestión, la omisión de hechos es significativa cuando critica al sector. Los términos “monocultivo”, “modelo forestal” y “DL 701”, usados de forma peyorativa, al parecer no le permiten a la autora ni a mucha gente apreciar lo que significó para Chile llegar a ser un país forestal; de cómo la industria forestal sacó de la pobreza a miles de habitantes de la ruralidad, entre ellos, muchísimos mapuches, que son choferes, operarios especializados, supervisores, ingenieros forestales, y cientos de pequeños emprendedores, hombres y mujeres, que instalaron servicios, como vulcanizaciones y pensiones para almorzar o alojar; cómo evitó que miles de toneladas de tierra fueran a dar al mar, mediante la forestación de tierras que otrora tuvieron bosque nativo y fueron arrasadas a fuego por nuestros antepasados para poner cultivos agrícolas en cerros (como sucedió en el granero de Chile, Malleco), en prácticamente toda la cordillera de la costa y el valle central, produciendo una erosión fatal para la ecología. El 90% de las plantaciones forestales ha sido instalado en ese tipo de suelos.
También se omite que cerca del 80% de las plantaciones está certificado por los sellos PEFC (sello de origen europeo) o FSC (este último, fundado por ONGs ecologistas) como bosques con manejo social, económico y ambientalmente sustentable, recibiendo rigurosas auditorías anuales desde el extranjero.
PEFC o FSC no son instituciones corruptas para decir que algo está bien cuando no lo está. En cambio, se dice que no se respeta dejar las quebradas con bosque nativo, como lo indica la ley, como una práctica generalizada. Ni los propietarios de ese 80% de las plantaciones certificadas ni aquellos no certificados regulados por Conaf pueden pasar por alto esa legislación sin ser objeto de importantes multas o cancelación de su plan de manejo.
Otra omisión es el estudio más importante que se ha hecho en Chile, dirigido por el profesor Roberto Pizarro (Cátedra Unesco de la U. de Talca), con datos de las 62 cuencas más grandes de Chile, con datos proporcionados por la Dirección de Aguas, donde se comprobó que cerca del 85% de la precipitación anual de Chile cae en otoño/invierno, justo cuando los árboles ralentizan o detienen su crecimiento y que donde hay vegetación, especialmente arbórea, esta captura el agua, la infiltra hacia las napas subterráneas y evita la erosión del suelo y el masivo escurrimiento observado en suelos desnudos.
Se ha llegado a decir que los pinos y eucaliptus toman agua de las napas, siendo que estas están entre 15 y 100 metros de profundidad y estos árboles no tienen raíces de más de tres metros.
Por otra parte, algunas personas quieren hacer creer que los bosques de pino se queman a sí mismos y que no es la mano del hombre, por descuido o intención, la que provoca los incendios. La cátedra de comportamiento del fuego de distintas universidades ha comprobado que se propaga del mismo modo en las plantaciones que en los bosques nativos, dada la deshidratación de sus hojas cuando el fuego está cercano.
Dramas de bosque nativo: Aysén en el 1900, Mañihuales en los años 30, Reserva China muerta y Araucarias de Curacautín hace poco y suma y sigue. Todo esto se omite para tergiversar.
Pero instamos a pensar positivamente. Los monocultivos no son malos, son la manera en que el ser humano ha cultivado sus alimentos desde hace miles de años, porque es eficiente y logra mejoramiento genético y bajos costos.
Frutales, cereales, verduras, pollos, cerdos y también madera y celulosa para nuestras necesidades son monocultivos exóticos. ¿Y cuál es el problema? El pino radiata se adaptó muy bien a Chile y también a Nueva Zelanda y Australia. En estos tres países, alimenta el 99% de las necesidades de madera de sus habitantes.
En Nueva Zelanda los maoríes conviven perfectamente con el pino. En sus tierras lo cultivan ellos mismos o la arriendan para que otros lo planten. ¿Por qué no podrán los mapuches hacer lo mismo? ¿Por qué no logramos un plan piloto con las tierras que han recibido cientos de comunidades? ¿Por qué la Comisión para la Paz y Entendimiento no podría tenerlo entre sus planes? Estoy seguro de que las grandes empresas, el Estado y el sector forestal entero pueden colaborar en esta cruzada.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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