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¿Anticomunismo DC? Opinión

¿Anticomunismo DC?

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José Romero Yanjarí
Por : José Romero Yanjarí Profesor universitario
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Pero ya han transcurrido 47 años de ello y a la luz de los acontecimientos en el mundo, todo indica que las prioridades deben focalizarse precisamente en los valores y principios que deben sustentar la democracia y la historia nos ha enseñado mucho sobre ello.


Desde mis primeros años escuchaba las discusiones de mi padre sobre el comunismo y su incompatibilidad con los principios cristianos y democráticos, reiteradamente escuchaba sus referencias a Stalin y sus crímenes.

Ya incorporado a la universidad y con una militancia activa, las prioridades eran otras, derrotar a la dictadura pinochetista y, por ende, la unidad de las organizaciones sociales era lo prioritario.

Pero ya han transcurrido 47 años de ello y a la luz de los acontecimientos en el mundo, todo indica que las prioridades deben focalizarse precisamente en los valores y principios que deben sustentar la democracia y la historia nos ha enseñado mucho sobre ello.

Y se me viene el recuerdo de esas conversaciones de la segunda mitad del siglo pasado sobre el famoso Stalin a propósito de la descalificación fácil de tildar a toda la derecha de fascista. ¿Qué más hemos aprendido de él en esta segunda mitad del siglo XX?, que no existían diferencias entre él y Hitler a propósito del asesinato de toda la oficialidad polaca, que durante años los soviéticos culparon a los “fascistas”; del robo del oro a la República Española, descrito de modo dramático por Leonardo Padura en El hombre que amaba los perros, y la justificación obvia, para que no se lo quedaran los “fascistas”, entre cientos de anécdotas más que muchas veces se prefirieron callar por temor a la descalificación fácil de “fascistas”.

Sin embargo, los porfiados hechos se acrecentaron, luego supimos que el problema no solo se circunscribía a Stalin, también existió un Mao y nació la historia de los “comeguaguas” que rápidamente se descalificó porque supuestamente provenía de los “fascistas” y que gracias a Jung Chang, en su maravilloso libro Cisnes Salvajes, pudimos leer que se trató de hechos reales a consecuencia de la inefable “Revolución Cultural”.

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Pero no era suficiente para los que seguían sustentándose en descalificaciones, también apareció el filósofo Pol Pot que acabó con un tercio de la población de Camboya, luego la dinastía hereditaria de los Kim en Korea del Norte y sus indescriptibles metodologías de exterminio de sus opositores y qué decir de Nicolae Ceausescu y su esposa Elena, la “científica” que investigaba el cerebro de sus adversarios, seguramente para descubrir el gen del “fascismo” que todos portamos.

Pero no ha sido suficiente, se sigue tolerando una historia ficticia de un Fidel y sus 60 años de una dictadura ignominiosa para la cual los derechos humanos no aplican porque eso era, es y seguirá siendo de fascistas.

Pero aún faltaba algo a la gloriosa e histórica lucha del comunismo internacional, una dictadura narcodelincuencial que exportó a los peores delincuentes de América por el mundo, que cometieron un crimen atroz en Chile al asesinar a un refugiado político por medio de delincuentes dirigidos desde Caracas, al mismo estilo de Pinochet cuando ordenó asesinar a Prats, Letelier y Leighton, pero por tratarse de “compañeros” no es comparable a Pinochet sí, pues ese era un fascista de tomo y lomo.

Mi convicción como democratacristiano es que las grandes preguntas que debemos hacernos hoy los demócratas del mundo son: ¿qué constituye hoy un peligro y un atentado a la democracia, qué es lo que horada las instituciones democráticas y cuáles son los principios que debieran guiar nuestro actuar en política? Sin duda, en ellas podremos encontrar respuestas sólidas y no en la caricatura, la respuesta fácil y la descalificación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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