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La decisión presidencial del Frente Amplio
La discusión presidencial es acerca de quién está en mejores condiciones para asegurar la continuación, profundización y ampliación de la coalición que hoy está en el Gobierno y su manifestación en un programa gubernamental construido en conjunto y en una lista parlamentaria que le dé sustento.
En las semanas que vienen en el Frente Amplio deberemos decidir el candidato con el que enfrentaremos las elecciones presidenciales de este año. Mucho se ha discutido al respecto, y ha ido quedando claro que la persona que mejor puede representar y liderar la continuidad de un proyecto transformador es la expresidenta Michelle Bachelet.
Para empezar, las encuestas son consistentes en que solo la expresidenta Bachelet está en condiciones de disputar con éxito la elección presidencial. Este es un argumento relevante, aunque no decisivo, porque el escenario político es notoriamente cambiante: basta recordar el surgimiento de la candidatura de Gabriel Boric en la elección pasada.
Lo sí es decisivo es que solo ella puede construir una candidatura que tenga credibilidad desde el punto de vista de su compromiso con un proyecto transformador y que, al mismo tiempo, pueda ser asumida como propia por todas las fuerzas políticas que podrían concurrir a apoyar ese proyecto.
Adicionalmente, si desde el Frente Amplio tomáramos la iniciativa y levantáramos su candidatura, mostraríamos que entendemos que la cuestión presidencial no es acerca de la suerte de nuestro partido, sino de un proyecto transformador que lo excede y que solo es posible construir con otros.
Mostraríamos también haber aprendido acerca de la importancia de constituir una coalición lo más amplia posible, porque aun cuando el segundo Gobierno de Bachelet, aunque hubo alguna colaboración (“crítica”), en general el Frente Amplio se definió como opositor, preocupado de afirmar su diferencia respecto del “duopolio”. Hoy la preocupación por mostrar diferencias es mucho menos importante, y mucho más importante es construir una coalición que pueda sostener un proyecto que responda a las urgencias que demanda la ciudadanía y que requiere el país.
El Frente Amplio surgió como una fuerza impugnadora cuyo horizonte fundamental era la superación del neoliberalismo. Esto se manifestó desde el principio en la demanda por derechos sociales universales, por una profundización democrática y por un nuevo modelo económico, que asegure un desarrollo social y económico para todos.
En estas tres dimensiones el Gobierno actual ha avanzado; los avances son menores de lo anticipado al inicio del Gobierno, en parte por el cambio en las condiciones políticas del país y en parte por problemas atribuibles al desempeño del propio Gobierno. Identificar esos avances, y diferenciar las limitaciones que se debieron o una u otra causa son cuestiones que deberán ser discutidas en este período, con miras a responder la pregunta por cómo ha de continuar.
Respecto de la cuestión presidencial, hay tres observaciones fundamentales acerca de nuestra situación política, y todas ellas apuntan en la misma dirección.
1. El auge de la ultraderecha en el mundo y su fortalecimiento en Chile. La elección presidencial y parlamentaria que viene está abierta, y su resultado puede bien depender de lo que el Frente Amplio decida hacer. Pero esto no significa que no haya elementos preocupantes. A nivel internacional, el éxito de la ultraderecha es uno de ellos, y sus efectos en Chile no pueden ser ignorados.
Por un lado, ese éxito ha alimentado el surgimiento de una ultraderecha local agresiva que no está dispuesta a respetar las condiciones del diálogo democrático, y que empuja al resto de la derecha a posiciones populistas e irracionales. Hemos visto a uno de sus precandidatos anunciar que “invitará” a chilenos a irse del país y a otra proponer “dinamitar” la frontera. Es probable que la derecha, como resultado de su pugna interna, entre en una espiral de irracionalidad y demagogia en que estas ideas son solo el comienzo.
Por esto, lo que se jugará en la elección que viene no es solo la posibilidad de continuar un proceso transformador que responda a las demandas sociales, sino la reversión de algunos de los avances más significativos logrados. Un triunfo de la derecha, entonces, pone en riesgo lo que se ha logrado avanzar golpeando al pueblo y al propio Frente Amplio y podría abrir caminos a la ultraderecha en Chile con consecuencias impredecibles.
2. La decisión presidencial del Frente Amplio no es sobre el Frente Amplio, sino sobre la continuidad del proceso transformador. Lo que se juega en la elección presidencial no es la suerte del Frente Amplio, es la suerte de ese proceso. Independientemente de la filiación política del candidato, el Frente Amplio pierde si la propuesta de continuar el proceso de cambios es derrotada.
Ahora bien, no hay proceso ni agenda transformadora posible si no es una agenda de mayorías. Por cierto, las cosas como se nos aparecen ahora no tienen por qué ser así en el futuro, y debemos actuar para construir una mayoría social que luego se exprese políticamente. Esto nos exige interpelar y dejarnos interpelar por el pueblo a quien pretendemos interpretar.
Solo esta relación de ida y vuelta entre organizaciones y demandas sociales y su articulación en un proyecto político permitirá construir mayorías, de modo que lo que hoy no es políticamente viable pueda serlo en el futuro.
Para eso la inserción social del Frente Amplio, su trabajo territorial, su disposición a aprender del pueblo movilizado y su capacidad de articular esas demandas en un proyecto político universal, que apele a todos, son cuestiones fundamentales. Aquí hay mucho que aprender y construir a partir de distintas experiencias comunales, algunas conducidas por el Frente Amplio y otras por otros que asumen la dirección general de la transformación que promovemos.
Solo por mencionar algunos casos, en Maipú, Viña del Mar, Valdivia, Renca y Pudahuel, alcaldes y alcaldesas han visto ratificado su mandato porque su conducción municipal ha hecho una diferencia a las personas; en Puente Alto, la construcción desde las organizaciones locales tuvo un éxito importante en la última elección. Estas experiencias muestran, en parte, el camino a seguir.
Habiendo dicho la anterior, la dimensión de la agenda transformadora que es actualmente relevante es la que es capaz, en las condiciones actuales, de unir detrás de sí a una mayoría del país. Por eso, en la discusión presidencial lo que hay que decir no es que debemos aliarnos solo con quienes compartimos la agenda transformadora que creemos que el país requiere. Es al contrario: la agenda transformadora que es relevante para el tiempo actual es la que puede unir detrás de sí a las fuerzas que están en esa dirección general.
Esa es, a mi juicio, la cuestión fundamental hoy. La decisión presidencial es acerca de la construcción de una coalición lo más amplia posible para continuarla y profundizarla. La amplitud necesaria de esta coalición probablemente significará que cuestiones que para nosotros son importantes, pero son resistidas por otros, deberán ser postergadas. Aceptar eso no es mostrar falta de compromiso con esas cuestiones, sino entender que de lo que se trata es de construir un programa que apele a las mayorías.
3. La decisión presidencial debe asegurar la continuidad y ampliación de la coalición de Gobierno, abierta a todos quienes participen de la dirección general de la transformación buscada. Solo una coalición así profundizada y ampliada, que pueda proyectarse en el tiempo más allá del próximo período, puede dar soporte a un nuevo Gobierno que permita entender el actual como el primero (o el segundo, de modo de entender al de Piñera como un paréntesis) de un ciclo transformador, y debe manifestarse en una lista parlamentaria única que asegure un Congreso afín.
Para ello, las candidaturas al Congreso deben estar alineadas con ese programa construido en común, de modo que no sean manifestación del interés particular de cada candidato y den coherencia a la campaña presidencial.
La discusión presidencial, entonces, es acerca de quién está en mejores condiciones para asegurar la continuación, profundización y ampliación de la coalición que hoy está en el Gobierno y su manifestación en un programa gubernamental construido en conjunto y en una lista parlamentaria que le dé sustento. En mi opinión, la respuesta a esta pregunta cae por su propio peso.
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