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El problema de las tres derechas
Esta fragmentación plantea una pregunta clave: ¿cómo se reorganizarán estas tres fuerzas en la carrera presidencial y parlamentaria que se avecina?
La derecha chilena enfrenta un nuevo escenario político que evoca al problema de los tres cuerpos en astronomía: cuando hay dos astros orbitando entre sí, su movimiento es predecible; pero al agregar un tercero, el sistema se vuelve caótico y difícil de calcular. Durante los últimos años, la centroderecha de Chile Vamos y la derecha más ortodoxa de Republicanos marcaron los límites de este sector político con cifras relativamente estables, facilitando las predicciones electorales.
Sin embargo, la irrupción de un tercer actor –formado de facto por los nacional libertarios y los socialcristianos– ha desafiado el equilibrio existente, añadiendo una nueva capa de incertidumbre en la oposición.
Esta fragmentación plantea una pregunta clave: ¿cómo se reorganizarán estas tres fuerzas en la carrera presidencial y parlamentaria que se avecina?
Chile Vamos: la calma antes de llegar a puerto o la calma antes de llegar a la tormenta
Por ahora, Chile Vamos parece navegar en aguas calmas en materia presidencial. Los resultados de las elecciones municipales consolidaron su posición como la principal fuerza opositora, una bocanada de oxígeno importante tras la contundente victoria que habían obtenido los republicanos en la elección de consejeros constitucionales el 2023.
Además, la ratificación temprana de la candidatura de Evelyn Matthei por parte de RN y la UDI ha despejado cualquier incertidumbre interna, evitando el desgaste que en otros procesos electorales ha afectado a la coalición.
Sin embargo, en política, la estabilidad no equivale a certeza. La posibilidad real de retornar a La Moneda anima el debate en la centroderecha sobre quién sucedería a Matthei en 2030. En este sentido, Evópoli, que aún no define oficialmente si apoyará a Matthei o presentará un candidato propio, podría impulsar una primaria presidencial como una estrategia de posicionamiento a futuro.
El mismo razonamiento podría aplicarse a figuras como Ximena Rincón o Rodolfo Carter, quienes, aun con pocas posibilidades de imponerse, podrían beneficiarse de una derrota digna en la primaria si esta los proyecta hacia el Senado o hacia un eventual ministerio en un Gobierno de Matthei.
Sin embargo, en todos estos escenarios, todo parece indicar que Evelyn Matthei estará en la papeleta presidencial en primera vuelta, con o sin primarias de por medio.
Esto último abre un problema narrativo: el desafío de Matthei será transmitir que la estabilidad de sus números y liderato no son un estancamiento sino más bien el resultado de un proyecto consolidado. De fallar en la construcción de dicho relato, las presiones por cambios de estrategia y de equipos comenzarán a oírse con más fuerza.
Tampoco se puede ignorar el efecto que tendría la irrupción de Michelle Bachelet como candidata oficialista. Es difícil imaginarse una campaña bacheletista que no se construya sobre los atributos personales de la expresidenta, dejando en un lugar muy secundario lo programático. Una campaña cargada de referencias emocionales y conceptuales puede complicar a la candidata de Chile Vamos si su única narrativa es la capacidad de gestión de la exalcaldesa de Providencia.
Por otro lado, si por la derecha flanquea José Antonio Kast o Johannes Káiser con un discurso simple basado en economía, migración y seguridad, obligarán a Matthei a un equilibrio fatigoso que transitará entre evitar el crecimiento de Bachelet hacia el voto de centro y, al mismo tiempo, evitar que el sector más conservador de la derecha se apropie de las banderas más relevantes del sector.
El pacto parlamentario añade otra arista delicada. Incorporar fuerzas como Amarillos o Demócratas traerá a la mesa la discusión sobre cupos parlamentarios competitivos para dichas fuerzas, algo que RN, la UDI y Evópoli probablemente van a resentir. Un liderazgo fuerte de la candidata en esta tarea implica el riesgo de fracturas internas, mientras que abstenerse de intervenir daría muestras de debilidad y retrasaría eventuales acuerdos.
Chile Vamos navega aguas tranquilas, pero el dilema se aproxima: ¿cómo aprovechar su aparente ventaja electoral y evitar los errores de fragmentación del pasado? La figura de Matthei emerge como pilar de dicha navegación, pero depende de una narrativa sólida que combine estabilidad y renovación para neutralizar amenazas internas y externas.
Si lo logra, el puerto de La Moneda estará más cerca; si no, la coalición se arriesga entrar a una tormenta que podría desdibujar sus posibilidades de triunfo.
Republicanos: la encrucijada entre la pureza y la estrategia
El caso más complejo recae hoy en Republicanos. Su triunfo avasallador en el Consejo Constitucional 2023 resultó siendo una victoria muy incómoda, que obligó a José Antonio Kast a enfrentar las exigencias de pactar y negociar con una centroderecha más moderada para conseguir los quórums para las materias más importantes, diluyendo así su impronta contestataria.
Además, el candidato debió pasearse por Chile con un cambio de postura radical sobre la necesidad de una nueva Constitución, tras haber insistido hasta el cansancio en el primer proceso que la actual nunca había sido el problema.
Consecuentemente, la posterior derrota del “A favor” terminó exhibiendo otra fisura: la promesa de saber “resolver”, desvanecida al no lograr la aprobación del texto. Esto erosionó la marca presidencial republicana, que vio agravada su situación con un resultado electoral modesto en alcaldías y gobiernos regionales y la pérdida de figuras mediáticas, como Gonzalo de la Carrera, Gloria Naveillán y la del senador Rojo Edwards, que migró al partido socialcristiano por diferencias programáticas y personales.
En este escenario, para Republicanos, lo ideal sería enfrentar únicamente a Evelyn Matthei en primera vuelta en lo que respecta a candidaturas del sector. Las fluctuaciones electorales entre la centroderecha y la derecha más ortodoxa han sido manejables, y el Partido Republicano ha demostrado habilidad en procesos pasados.
Sin embargo, la fuerza con que irrumpen Johannes Kaiser y la aspiración presidencial de los socialcristianos complica su escenario. Si hoy hubiera una primaria entre republicanos, libertarios y socialcristianos, Kast debería moverse aún más a la derecha para no ser superado en ese flanco, arriesgando que el electorado moderado lo rechace en una eventual segunda vuelta. Es decir, incluso de ganar la primaria, su victoria podría ser meramente simbólica.
Algunos ven preferible arriesgar esa primaria antes que presentarse con varios candidatos en primera vuelta y dispersar el voto conservador. Sin embargo, los partidos nuevos buscan presentar un presidenciable que arrastre su lista parlamentaria; de ahí que Kaiser condicione una primaria a llevar una lista única para asegurar el umbral de subsistencia.
¿Compartiría Republicanos la “torta” parlamentaria a cambio de unidad electoral? La cuestión no es menor: competir separados implica casi seguro perder ante Matthei, mientras un candidato único permitiría pelear la presidencial con mayores posibilidades, pero a costa de repartir escaños y votos.
La derecha más ortodoxa (o dura, según algunos) atraviesa un momento decisivo. Confiar en la dispersión para mantener la pureza programática puede llevar a la derrota, mientras ceder espacios para unificar fuerzas implicaría compromisos que tensen la base republicana.
Este dilema, entre la coherencia ideológica y la necesidad de acuerdos, perfila un futuro incierto para los republicanos, que podrían verse expuestos al peor escenario posible: una reducción de sus parlamentarios en el Congreso y la derrota presidencial, quizás definitiva, de su “buque insignia”.
Si a ello se suma un crecimiento significativo tanto político como electoral de libertarios y socialcristianos, la noche podría caer de forma permanente en la tienda republicana.
El tercer eje: socialcristianos y nacional libertarios
Mientras Chile Vamos y Republicanos se disputan el eje mayoritario de la oposición, los socialcristianos y nacional libertarios trabajan en la conformación de una tercera vía, no de forma conjunta, pero en seguimiento de los mismos intereses: buscando distanciarse tanto de la estrategia negociadora de la centroderecha como del discurso que perciben “acomodaticio” de los republicanos.
En el campo socialcristiano, figuran líderes provenientes de movimientos de base o exmilitantes de Republicanos que consideran necesario recuperar el alma doctrinaria del conservadurismo cristiano. Para ellos, la presencia de valores trascendentes y la referencia al evangelio son pilares irrenunciables, y temen que el pragmatismo exhibido por José Antonio Kast en el Consejo Constitucional, con la consiguiente moderación forzada, haya diluido la esencia que hizo atractivo a Republicanos para ciertos sectores.
Por eso, anunciaron primarias internas, a fin de designar a un presidenciable que canalice la crítica contra la negociación sistemática y ponga en el centro los principios fundacionales que, estiman, se han descuidado.
Mientras tanto, los nacional libertarios, encabezados por Johannes Káiser, ofrecen una síntesis que combina el liberalismo económico con una defensa acérrima del orden público. Apuestan por un soberanismo que proteja las fronteras y restrinja la inmigración, al tiempo que promueven una menor injerencia estatal en la vida económica. Bajo esa lógica, abogan por un Estado fuerte en seguridad, pero liviano en su intervención sobre el mercado.
La creciente militancia y mediciones favorables sugieren que su mensaje, directo y provocativo, cala en segmentos que desconfiaron de la flexibilidad política de Kast durante el proceso constitucional. No obstante, deberán demostrar que no se limitan a servir de contención para descontentos y que cuentan con un proyecto estable.
A mediano plazo, la clave será traducir los planteamientos doctrinarios en plataformas concretas que motiven al electorado y proyectar un liderazgo capaz de competir en igualdad de condiciones con los bloques tradicionales. La falta de una maquinaria sólida es un factor crítico: mientras no se definan alianzas electorales claras, socialcristianos y nacional libertarios se exponen a quedarse rezagados y, en el mejor de los casos, a convertirse en actores testimoniales sin capacidad real de incidencia.
El camino durante el 2025
La oposición enfrenta un problema de difícil resolución. Chile Vamos avanza con una candidata consolidada, pero enfrenta el desafío de evitar los errores del pasado. Republicanos, que hasta hace poco más de un año manejaba con tranquilidad su carta de navegación, hoy se tambalea ante los buenos resultados de Chile Vamos en las presidenciales y el flanqueo por la derecha que le están haciendo tanto socialcristianos como libertarios.
Y, finalmente, los libertarios y socialcristianos, que en sus respectivos nichos irrumpen con fuerza, sin que quede claro si su protagonismo será sostenible o si terminará diluido posparlamentarias.
En este escenario, la pregunta medular es quién navegará mejor en el caótico escenario en 2025. La experiencia reciente evidencia que candidaturas fuertes de forma individual carecen de garantías de éxito sin un andamiaje de coalición sólido. Con una izquierda y centroizquierda que también atraviesa por sus propias tensiones, la oportunidad de la centroderecha y la derecha está en presentar una propuesta coherente y cohesionada. De lo contrario, enfrentará otro ciclo de fragmentación y mutuas recriminaciones en la búsqueda del poder.
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