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Del protagonismo a la prudencia Opinión

Del protagonismo a la prudencia

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En estos tiempos, Chile debería acercarse a posiciones de países como Australia, Costa Rica, Nueva Zelanda y Singapur, entre otros, cuyos compromisos con el sistema multilateral son incuestionables.


La prudencia debería ser el principal atributo que guíe nuestra política exterior en tiempos de incertidumbre. Por ello, resulta alarmante que el Presidente Boric, en un afán de protagonismo característico, haya decidido volver a opinar sobre el conflicto en el Medio Oriente precisamente ahora, en un momento de máxima tensión.

Desde el inicio de su administración, el Presidente ha buscado asumir un protagonismo mal aconsejado en un conflicto que, aunque marginal para nuestros intereses nacionales, podría reportarle réditos políticos internos y en ciertos círculos internacionales.

Sin embargo, en la solución de la tragedia del Medio Oriente, Chile tiene poco que aportar y mucho que perder, especialmente al poner en riesgo nuestra seguridad nacional y económica. Esta misma búsqueda de réditos políticos se observa en su enfoque hacia Venezuela, mientras que frente a situaciones igualmente graves en nuestra región, como los casos de Nicaragua y Cuba, prevalece una incómoda incoherencia.

Establecer una estrategia de política exterior prudente requiere construirla sobre bases sólidas. Para un país pequeño como Chile, estas bases deben considerar, en primer lugar, una correspondencia entre las aspiraciones nacionales y su proyección internacional. Ello implica que, si hacemos las cosas bien, no debemos aspirar a tener “un millón de amigos”.

Por ejemplo, criticamos a unos mientras callamos con otros que violan esos mismos derechos. ¿Credibilidad? Es crucial alejarse de alianzas políticas con países que violan sistemáticamente los derechos humanos y no son democracias.

En segundo lugar, la coherencia es fundamental. Si nuestro interés superior es realmente la defensa de los derechos humanos, ¿por qué no hemos denunciado el conflicto de Sudán, una tragedia humanitaria de proporciones devastadoras? Tampoco hemos tomado una postura frente a los conflictos en Myanmar, o la persecución de los uigures en China. Esos conflictos no están en nuestro radar. ¿Por qué? Bueno, tal vez porque no dan tantos votos.

En tercer lugar, es importante recordar que no existen amistades entre países, fundamentalmente intereses. Si hay países amigos, también hay países que no lo son. Atribuir cualidades humanas, como la amistad o la enemistad, a entidades jurídicas que no pueden expresar sentimientos conduce a errores estratégicos que pueden desencadenar graves conflictos.

Un ejemplo histórico es el error de Napoleón, quien confió en que su suegro y abuelo de su hijo, el emperador de Austria, no se uniría a una alianza militar en su contra, lo que finalmente resultó en su exilio en Santa Helena. Más allá de tener cuidado con tu suegro, lo importante es ser realista.

Entonces, ¿cómo debemos conducir nuestras relaciones internacionales? Debemos prestar más atención a cómo nuestra inserción internacional afecta nuestra seguridad nacional, especialmente cuando implica “tomar partido”. Recordar además que, en muchos casos, no tomar partido también implica, de manera implícita, adoptar una posición.

A medida que el orden económico internacional se debilita, las políticas de inserción y las decisiones que Chile debe adoptar se vuelven más complejas. La falta de anticipación estratégica de Chile, en un contexto de alianzas geopolíticas, muy probablemente reducirá las opciones comerciales del sector privado, limitando su diversificación y obligándolo a optar por mercados específicos en detrimento de otros. A su vez el sector privado deberá incorporar nuevos riesgos en sus decisiones y propuestas para el Gobierno.

Reconociendo que nos encontramos en una transición hacia un nuevo orden económico internacional, donde las reglas del derecho pierden su fuerza ordenadora, es crucial ser selectivos en nuestras alianzas políticas.

Debemos avanzar de la reflexión general hacia preguntas concretas: ¿qué efectos tendría en nuestro sector privado y financiero el fortalecimiento de lazos políticos y económicos con países bajo sanciones, como por ejemplo algunos de los BRICS? ¿Hemos considerado el riesgo de quedar sujetos a sanciones y su impacto en nuestra seguridad y economía al alinearnos con estos países en este momento?

¿Compartimos realmente sus intereses geopolíticos?

En el plano económico, se ha propuesto diversificar los mercados de destino mediante la suscripción de más acuerdos de libre comercio. Sin embargo, poco sabemos sobre el funcionamiento de los acuerdos ya existentes, ya que no se han realizado evaluaciones exhaustivas. Además, existe un número limitado de países con los que se pueden firmar acuerdos de alto impacto, y la capacidad del Gobierno para administrarlos es limitada.

¿Qué hacer entonces? Adoptar una agenda de facilitación de comercio seria. En el ámbito económico, es prioritario aprovechar mejor los acuerdos vigentes y desarrollar áreas poco explotadas, como los servicios, ya que nuestras exportaciones tradicionales aún dominan nuestra estrategia comercial. Chile organizó su institucionalidad comercial para el comercio físico, pero no para la era digital, ello requiere una revisión.

Aunque la situación internacional es preocupante y compleja, es fundamental no adoptar estrategias geopolíticas inapropiadas, como asociarse a los BRICS. En estos tiempos, Chile debería acercarse a posiciones de países como Australia, Costa Rica, Nueva Zelanda y Singapur, entre otros, cuyos compromisos con el sistema multilateral son incuestionables.

Debemos fortalecer las alianzas con países que comparten nuestros valores de democracia y respeto a los derechos humanos, al mismo tiempo que cultivamos relaciones económicas estratégicas. Porque, al final del día, la prudencia no es solo una virtud, sino también una forma de evitar que nos metamos en problemas que no podemos resolver con un simple “lo siento, no me di cuenta”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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