
Bachelet candidata: lo que está en juego
La centro izquierda se ha reorganizado de manera importante en los últimos cuatro años. Si antes teníamos una coalición (Apruebo Dignidad) que se negó a ir a primarias con el Socialismo Democratico, hoy tenemos un oficialismo bastante consolidado dentro de esas líneas.
Durante febrero, la candidatura presidencial de Michelle Bachelet se ha ido transformando desde poco más que un anhelo de ciertos personeros del Socialismo Democratico a un hecho que parece estar cerca de convertirse en una realidad. Más allá de lo que esto genere en una derecha que creía (y sigue creyendo) que tenía la carrera presidencial abrochada, es interesante analizar las reacciones que se han ido generando en los mismos sectores progresistas que esta campaña debería convocar.
Primero, están las opiniones críticas de esta (posible) nueva aventura presidencial. Las razones para no estar a favor de una nueva candidatura son evidentes y sin duda conocidas por la ex presidenta. Partiendo de la base de que cualquier campaña presidencial de centro-izquierda comienza en un escenario muy complejo, hay quienes se preguntan si es necesario comprometer el lugar histórico de la primera mujer presidenta de Chile por una campaña que nace más de una coyuntura electoral que de un impulso programático. También hay quienes señalan que no es inteligente someter a los gobiernos de la presidenta Bachelet al escrutinio propio de una elección, sobre todo cuando al frente van a haber candidatos con menos bagaje que analizar en ese ámbito. Para estas personas, lo único que lograría una nueva campaña presidencial es opacar la memoria de esos gobiernos y someterlos a un plebiscito que estaría obligada a perder, empañando su gestión y su lugar en la historia del país.
La crítica más aguda es aquella que señala que una nueva candidatura de Michelle Bachelet significaría una derrota cultural del progresismo, que no ha sido capaz de levantar a otros líderes de estatura nacional para competirle a la derecha. Para estas personas, una nueva candidatura de Bachelet es sinónimo de una falta de propuestas de la centro izquierda para el país, teniendo que echar mano a viejos estandartes para que defiendan viejas ideas y no a las problemáticas del presente. Esta crítica suele ir de la mano de la idea de que no importa quien es el candidato o la candidata, lo que importa es un programa político potente de lo que el progresismo propone.
Pero una candidatura de la ex presidenta no tiene solo costos y peligros, también tiene varias ventajas que otras candidaturas del sector no tendrían.
La primera es bastante simple. Por muy cuesta arriba que esté la próxima elección, Michelle Bachelet no va a quedarse en la primera vuelta. Una hipotética segunda vuelta entre Evelyn Matthei y un candidato de ultra derecha pondría al oficialismo en la dificilísima posición de tener que apoyar la candidatura de la UDI, cosa que debería hacer si el otro candidato es José Antonio Kast o Johannes Kaiser. No da lo mismo para el progresismo no pasar a segunda vuelta, sobre todo considerando que sería la segunda vez seguida que la ultraderecha sí lo haría.
La segunda también es obvia. Cualquier candidatura de Bachelet debería partir de la condición de que esto significaría levantar una lista única amplia para las elecciones parlamentarias que -al igual que en las elecciones municipales- incorpore desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista. Recordemos que esta es la primera elección parlamentaria desde que se modificaron los quórums de reforma de la Constitución, por lo que con 4/7 de los diputados y senadores en ejercicio la derecha podría reescribir la carta fundamental de maneras impensadas. Es por esto que la próxima elección parlamentaria es quizás la más importante desde la vuelta a la democracia y que el progresismo debe acudir a ella con una lista única y una candidata fuerte. La carta natural para esto es Michelle Bachelet.
Tercero, para algunos una candidatura de Michelle Bachelet sería equivalente al error que cometió el Socialismo Democratico cuando apoyó a Alejandro Gullier en vez de Ricardo Lagos, dejándose nublar por lo que han tildado de encuestitis. Más allá de que no vale la pena señalar las diferencias que existen entre Bachelet y Gullier como candidatos, el error está en considerar que escuchar lo que la ciudadanía expresa mediante las encuestas no es válido y por lo tanto descartable. Un error que cometieron las mayorías de ambos procesos constituyentes con resultados conocidos. En este punto si es necesario recalcar que Michelle Bachelet nunca ha sido una candidata de las elites de la ex-concertación y que en ambas campañas construyó su candidatura desde el mundo popular -y las encuestas- y no desde los sectores dirigenciales. A veces escuchar las encuestas no es encuestitis, es hacer política.
Por último está lo más importante. La centro izquierda se ha reorganizado de manera importante en los últimos cuatro años. Si antes teníamos una coalición (Apruebo Dignidad) que se negó a ir a primarias con el Socialismo Democratico, hoy tenemos un oficialismo bastante consolidado dentro de esas líneas. Si bien la Democracia Cristiana decidió no incorporarse formalmente a la coalición del gobierno del presidente Boric, sería muy extraño que no fueran parte importante de la campaña de quien ya han apoyado dos veces en el pasado. El Frente Amplio ha sabido dar pie atrás en su mito fundacional y reconocer que los treinta años de la Concertación fueron -en balance- profundamente positivos para el país.
Es el momento de consolidar y ampliar el bloque progresista que se construyó durante el gobierno del Presidente Boric. Un progresismo serio, convocante, que proponga soluciones en materia de seguridad, tenga una hoja de ruta clara en materia de crecimiento económico, que esté dispuesto a ser un actor clave en la batalla contra la ultraderecha a nivel mundial, consciente de la crisis climática y de los ataques que sufren los colectivos LGTB, que tenga como eje central la equidad de género y por sobre todo que mantenga a los derechos sociales y la igualdad material como su norte. Esto solo lo puede hacer una campaña liderada por Michelle Bachelet.
Si Bachelet decide ser candidata no es porque no conozca los peligros que esta candidatura tendría para ella y su legado, sino que precisamente porque conociéndolos está dispuesta a poner en juego todo su capital histórico y político por el futuro de la centro izquierda en Chile. Porque es eso lo que la presidenta es capaz de ver que muchos de los críticos progresistas de una nueva campaña parecen no entender, lo que está en juego no es menos que el futuro del sector.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.