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Brutalidad macabra Opinión Imagen referencial, Hamas entrega cuerpos de rehenes

Brutalidad macabra

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Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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Uno de los capítulos más macabros fue el vivido este jueves con la entrega de cuatro rehenes muertos. Uno de ellos es Oded Lifshitz, de 83 años, exterminado hace más de un año, según el informe forense.


La guerra es sinónimo de horror, violencia descontrolada, actos salvajes, víctimas inocentes. Así lo han sufrido judíos y palestinos durante la guerra entre Hamas e Israel que se inició el 7 de octubre de 2023, hace más de 500 días.

Aquel día, el Medio Oriente cambió. El primer balance tétrico fue 1200 muertos, entre ellos, más de 360 jóvenes en un festival de música por la paz, y 251 rehenes. Israel enmudeció. En Gaza, los palestinos celebraron.

Luego vino la guerra desenfrenada, con miles de víctimas palestinas que sus dirigentes no protegieron porque prefirieron usar cientos de kilómetros de túneles para continuar la guerra. Desde Israel, la necesidad de acabar con Hamás no tuvo contemplaciones. Hamás seguía anunciando que Israel sería borrado del mapa. Esa es la guerra. Horror y más horror.

Uno de los capítulos más macabros fue el vivido este jueves con la entrega de cuatro rehenes muertos. Uno de ellos es Oded Lifshitz, de 83 años, exterminado hace más de un año, según el informe forense. Reconocido pacifista, fue uno de los fundadores del kibutz Nir Oz, ubicado prácticamente en la frontera con Gaza y uno de los más afectados por la barbarie de Hamás el 7 de octubre. La mayor parte de sus viviendas fueron incendiadas y sus habitantes cruelmente asesinados y torturados. Alrededor de un cuarto de su población murió o fue secuestrada.

Los tres cuerpos restantes se supuso pertenecían a Shiri Bibas y sus dos hijos, Ariel y Kfir, que tendrían ahora cinco y dos años respectivamente. En la madrugada el 7 de octubre los tres –junto a su padre Yarden, que fue liberado el 1 de febrero– dormían plácidamente en su hogar, hasta que los disparos y los gritos de “Allahu Akbar” los despertaron. Durante 503 días, la imagen de estos pequeños colorines convertidos en prisioneros se impuso como el símbolo del dolor y el absurdo de la guerra.

Como si la incertidumbre y la angustia de la espera no fueran crueldad suficiente, con el correr de las horas, los expertos informaron que los restos de la mujer no son los de Shiri Bibas. Los niños volvieron a su tierra sin su madre. Y la explicación de Hamás fue aún más brutal: “Es probable que el cuerpo de la señora Bibas se mezclara por error con otros encontrados bajo los escombros”. Acto seguido, pidió se retornara el cuerpo que sería de una mujer gazatí.

Hamás no solo devolvió a los rehenes en un ataúd sino que culpó a Israel de su muerte, en medio de los bombardeos israelíes a Gaza. ¿Y quién es responsable de que esos niños y su madre hayan estado en Gaza? ¿Estaban allí por su voluntad? ¿Quién es responsable de que estos niños inocentes no hayan sido protegidos, que no estuvieran a salvo en un refugio apropiado como los secuestradores y las armas de Hamás?

Mientras los ataúdes eran exhibidos en un escenario, frente a cientos de gazatíes, incluyendo niños, en las redes sociales los partidarios de Hamás viralizaron fotos de chicos palestinos con sus miembros mutilados, como si esa realidad catastrófica justificara la muerte de la familia Bibas. Una vez más, cabe preguntarse por qué esos niños palestinos no fueron resguardados en los impenetrables túneles de Hamás.

Esta vez, el espectáculo de la liberación no pudo contar con los agradecimientos de los prisioneros a sus captores como ha ocurrido en los intercambios anteriores. Los féretros, marcados por la fotografía de cada rehén y un mensaje de propaganda, se expusieron en una ceremonia con música nacionalista y religiosa, además de un espeluznante telón de fondo con la figura de Benjamín Netanyahu caracterizado como un vampiro sediento de sangre. Todo esto, rodeado de hombres armados, desafiantes, luciendo el uniforme de Hamás para demostrar su poderío aún vigente.

El primer ministro israelí se mostró furioso y prometió “destruir a los asesinos”. Estas acciones –y Hamás lo sabe– contribuyen a consolidar su gobierno, aliado a la extrema derecha, y mantener a Israel dividido en medio de una guerra cuyo fin sigue siendo incierto.

La entrega de estos primeros rehenes muertos, y en especial su puesta en escena, contribuyeron a exacerbar el odio y los deseos de venganza. Hamás fue tan lejos que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, calificó el hecho como “abominable y cruel”, señalando que “va en contra del derecho internacional”.

Bien sabemos que los derechos no rigen en la guerra, ni los derechos humanos, ni tampoco el derecho internacional. Mientras Hamás y el Gobierno de Israel sigan aferrados a la fuerza bruta para solucionar el conflicto, la paz seguirá lejana. La brutalidad macabra de la guerra continuará sin límites.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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