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La guerra de Ucrania y los dilemas de la paz
Putin ya ha conseguido una victoria diplomática con tan solo haber mantenido una conversación telefónica con Trump, ya que desde hace tres años se encuentra aislado en la escena internacional, tras haber lanzado la invasión.
A estas alturas, con casi tres años de guerra y con un presidente Trump que llegó a desordenar más el ya precario escenario internacional en función de sus intereses mercantiles/transaccionales, está claro que todos quieren la paz en la guerra de Ucrania. El problema es que todos los involucrados entienden la paz de forma bastante distinta, a partir de sus intereses y proyecciones estratégicas, y las conversaciones en Arabia Saudita acordadas por EE.UU. y Rusia ya están generando reacciones y demostrando estas diferencias.
Un grave error, y que traería consecuencias posteriores, fue el no haber incorporado a Rusia a la Unión Europea cuando Gorbachov lo pidió, al hablar de “la gran Europa” en medio del proceso de la disolución de la Unión Soviética y del proceso de apertura que la acompañó, con la perestroika y la glásnost.
Se entendían los resquemores, sobre todo de los antiguos países de Europa del Este de esta propuesta, pero ello (más la extensión de la OTAN a países del área de seguridad de Rusia) tuvo el efecto posterior de ayudar a truncar y revertir la transición en una Rusia “humillada” y la restauración de un autoritarismo nacionalista/imperial.
El punto de inflexión en la relación entre Ucrania y Rusia, en todo caso, fue el llamado Euromaidán, la ola de protestas que surgió en 2014 contra el entonces presidente ucraniano y cercano a Rusia, Víktor Yanukóvich, quien se negó a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea. Su huida provocó una crisis de poder que Moscú aprovechó para organizar un referéndum en la estratégica Crimea (puertos en el mar Negro y acceso al Mediterráneo, los Balcanes y Oriente Próximo) y anexarse la península por la fuerza, como parte de una estrategia de recobrar influencia y poder con un rearme de por medio.
Casi al mismo tiempo, en el este de Ucrania estalló un conflicto entre el ejército ucraniano y grupos separatistas prorrusos. Así, Donetsk y Lugansk, que declararon sus propias “repúblicas populares” con el respaldo de Rusia y del grupo Wagner, el que transformó la zona en una de conflicto permanente. Así, la guerra del Donbás se prolongó durante ocho años, con miles de muertos. Finalmente, el 24 de febrero de 2022 se produjo la invasión a gran escala de Rusia en territorio ucraniano, fundamentada en la defensa de connacionales.
Moscú confiaba en una guerra relámpago (una Blitzkrieg) que forzara la rendición ucraniana en cuestión de días, pero la resistencia del país presidido por Zelenski y apoyada por un suministro grande y rápido de armamento occidental, logró frenar los avances rusos y recuperar parte del terreno perdido.
Para fines de 2023, con enormes bajas humanas (se calculan en más de 1 millón entre muertos y heridos, siendo 60% rusas y 40% ucranianas), una enorme destrucción en infraestructura ucraniana y de logística bélica principalmente rusa (drones, piezas de artillería, vehículos blindados, tanques, aviones, helicópteros, etc.), el frente se estabilizó, con Rusia manteniendo el control de alrededor del 20% del territorio ucraniano, principalmente en el sureste del país.
Una investigación del medio independiente ruso Verstka revelaba que las autoridades rusas habían pedido certificados de defunción para al menos 230 mil soldados caídos en la guerra.
Putin ya ha conseguido una victoria diplomática con tan solo haber mantenido una conversación telefónica con Trump, ya que desde hace tres años se encuentra aislado en la escena internacional, tras haber lanzado la invasión.
Trump dice que quiere “trabajar juntos, muy de cerca” con Putin para poner fin a la guerra en Ucrania y, de paso, conseguir energéticos baratos, reducir los costos de mantener la seguridad europea y, quizás, avalar el realismo de la fuerza para controlar zonas estratégicas como Groenlandia y/o el Canal de Panamá (ya le planteó a Ucrania la necesidad del acceso a recursos minerales, incluidas las tierras raras, como condición para continuar el apoyo).
Se espera que ambos “visiten la nación del otro” y ya hay invitaciones cursadas. Es en este contexto que se producen las conversaciones de “paz” en Arabia Saudita entre Rusia y EE.UU., pero sin actores y partes protagónicas como Kiev y Europa.
Contrario a lo que sucede en toda negociación, antes de iniciarse el Gobierno de Trump ya señalaba posibles concesiones alineadas con algunas de las exigencias o ambiciones de Putin: además de “culpar” a Zelenski por la falta de paz, considera irrealista volver a las fronteras de 2014 y no práctico que Ucrania se una a la OTAN, lo que Moscú lo considera una amenaza potencial.
Además, el líder ruso pide para la “paz” el retiro de las tropas ucranianas de todos los territorios que Moscú ya controla y que reconozca su soberanía en Donetsk y Lugansk, en el este, y en Jersón y Zaporizhia, en el sur, con lo cual Ucrania pierde 20% de su territorio. A ello se suma la eliminación de todas las sanciones y juicios en contra de Rusia y sus dirigentes (la Corte Penal Internacional tiene una orden de arresto contra Putin y hay acusaciones de violación de las convenciones de Ginebra).
Seguramente, también exigirá que Ucrania no entre a la Unión Europea por el artículo 42 (7) del Tratado, cláusula que establece la asistencia y defensa mutua en caso de agresión, de conformidad con el artículo 51 de la Carta de la ONU. Por último, hablan de elecciones en Ucrania con el intento y mal precedente de querer colocar un Gobierno más cercano a Moscú.
Por su lado, Zelenski planteó que no habrá acuerdo sin Ucrania. Entre sus condiciones, además de volver al estatus de 2014 antes de la ocupación de Crimea y compensaciones económicas y jurídicas por los efectos de la guerra, está el “Plan de la Victoria” de 5 puntos: una invitación a unirse a la OTAN, un aspecto de defensa (refuerzo de capacidades), disuasión de la agresión rusa (“paquete integral de disuasión estratégica no nuclear en su territorio”), crecimiento económico y cooperación (inversión en recurso naturales) y arquitectura de seguridad de posguerra. Es decir, una Ucrania incorporada plenamente al escenario europeo, incluida la seguridad.
Europa, que fue excluida, según el enviado estadounidense, por el “fracaso” del acuerdo de Minsk II, está preocupada por las “concesiones dolorosas para Kiev y dejar al continente vulnerable al expansionismo del Kremlin”. En su cumbre informal desplegada en París como respuesta a su exclusión y donde asistieron 12 líderes, estos se comprometieron a mantener su apoyo conjunto a Ucrania y algunos países a mandar tropas posguerra para la seguridad.
Entretanto, Ursula von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea) y António Costa (presidente del Consejo Europeo), expresaron que “Ucrania merece la paz a través de la fuerza. Una paz respetuosa con su independencia, soberanía e integridad territorial, con fuertes garantías de seguridad. Europa asume plenamente su parte de la ayuda militar a Ucrania. Al mismo tiempo, necesitamos un crecimiento de la Defensa en Europa”. Al final, apuestan a una Europa fuerte y soberana ante los desafíos que representa una Rusia que ha violado el DD.II.
Tanto Trump como el secretario de Defensa, Pete Hegseth, han alertado que Washington se desvinculará de sus compromisos históricos con la seguridad europea y que sus gobiernos tendrán la responsabilidad de su propia defensa, así como de la de Ucrania. Agregaron que Europa debe aumentar los presupuestos de defensa para ello (hablan de hasta un 5% de su PIB en defensa). Ante esto, es claro que podría surgir una defensa común de la UE (reforzada por el Escudo Celeste Europeo, el Futuro Sistema Aéreo de Combate y el Sistema Principal de Combate Terrestre) e incluso podría diseñarse una disuasión nuclear.
Al final, se habla de una suerte de OTAN europea. Ya varios gobiernos han aumentado sus presupuestos de defensa al 2% o más (Polonia alcanzó casi el 4% y este año piensa llegar al 4,7%).
En la segunda jornada de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, remarcó que Kiev y Europa deben estar en cualquier negociación sobre la nación invadida por Moscú. Además, pidió un ejército europeo para derrotar a Rusia y cualquier otra amenaza de seguridad. Y aunque el jefe de la diplomacia de EE.UU., Marco Rubio, haya dicho que “aún no se había establecido un proceso de negociación formal entre Ucrania, Rusia y terceros” y que todos quieren una paz duradera y lo más justa posible, las distancias de percepciones e intereses son bastante grandes para ello.
La paz hoy ya no pasa por conversaciones entre dos potencias, por muy significativas que sean, como sucedió en la Segunda Guerra en Teherán, Yalta y Potsdam, cuando los vencedores se repartieron el mundo a su amaño, por el simple hecho del fraccionamiento del poder internacional e intereses, con sus alianzas flexibles y capacidades de resistencias asimétricas. Son varios más los que tienen que sentarse a la mesa, a la vez que se complejiza la discusión por las repercusiones futuras.
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