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Chile unplugged y la Comisión del día ZERO
Estimada lectora y estimado lector, no me haga caso, solo me paso películas o series. El propósito de esta columna es explorar qué tan preparados estamos como país para diversos escenarios de alta vulnerabilidad, incertidumbre y complejidad que están por venir.
Es posible que el sistema eléctrico nacional de Chile haya sido hackeado (ataque cibernético), debido a que opera mediante el soporte de sistemas informáticos “sofisticados” (palabra excitante para hackers sofisticados, pagados o entrenados por el mejor postor). Nunca lo dirían porque desnuda un problema de seguridad nacional, aunque lo más probable es que tampoco lo sepan. Tal vez, nuestras autoridades no saben que no saben.
Es probable que no sea parte de las evidencias que encontrará la Comisión Investigadora del Coordinador Eléctrico Nacional y no se contemple como hipótesis plausible sobre las causas del apagón que sufrió Chile, porque dicha posibilidad es tan descabellada como poner paneles solares extranjeros en territorio chileno y es descartable por ridícula. A ningún actor, sea local o extranjero, le interesa desnudar las vulnerabilidades de Chile en materia de seguridad nacional. Nadie le anda tocando la oreja a nadie, menos en tiempos de paz.
Estimada lectora y estimado lector, no me haga caso, solo me paso películas o series. El propósito de esta columna es explorar qué tan preparados estamos como país para diversos escenarios de alta vulnerabilidad, incertidumbre y complejidad que están por venir.
Ahora bien, ¿es real que un apagón de esta magnitud afecta y desnuda la seguridad nacional del país? Sí. ¿Es verdad que el tiempo de reposición del servicio eléctrico es crítico para la toma de decisiones de las autoridades del país dentro de las primeras horas del evento? (y no me refiero a las decisiones que se van a tomar, luego de la investigación de 15 días que va a demorar el informe de la Comisión de Coordinador Eléctrico Nacional). Obvio que sí.
¿La decisión de tomar medidas de emergencia nacional, incluyendo toque de queda, resuelve temas o situaciones que van más allá del orden público? Por supuesto que no.
Ni el gobierno ni el Estado y sus actores estratégicos cuentan con programas actualizados para la prevención y gestión de crisis, dentro de la amplia tipología de crisis existentes y los fenómenos, procesos y eventos de crisis en estado de latencia, gestación o por venir, en el marco de la crisis ecológica global y los evidentes estragos del cambio climático en curso, donde Chile está afectado en 7 de las 9 vulnerabilidades críticas a nivel planetario.
En el caso del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), las autoridades políticas y los organismos fiscalizadores y de supervisión del Estado, de acuerdo con la ley vigente, tienen capacidad de actuación post evento. Es decir, la ley no fue elaborada, pensando en las dinámicas de una crisis (procesos, fases, toma de decisiones preventivas, etc.), sino en las dinámicas e intereses de los actores del mercado eléctrico. Por ello, no es casual que la autoridad solo pueda actuar luego de los eventos, quedando expuesto el país a eventos de crisis de diversa índole.
En un Chile de baja rendición de cuentas, mientras más pequeño sea el Estado y sin intromisiones que restrinjan la libertad del negocio sobre los “asuntos públicos” (educación, salud, servicios básicos), mucho mejor, pero -como sentenció la expresidenta Michelle Bachelet- “cada día puede ser peor”, un slogan que inventó el año 2015, para enfrentar una serie de catástrofes (terremotos, gigantescos incendios, erupciones volcánicas, aluviones y tsunamis) que habían golpeado al país dentro de su mandato y administración de gobierno.
Entonces, si cada día puede ser peor y, esto queda en evidencia con el cambio climático, lo que nos toca como país es prepararnos para este tipo de escenarios, comprendiendo cabalmente las dinámicas desestructurantes que ocurren en las zonas de lo complicado, lo complejo y lo caótico, donde se incrementa la complejidad de los requerimientos y las tecnologías, metodologías y herramientas que utilicemos, incluyendo el tipo de sistemas de toma de decisiones, deben responder a ese nivel de requerimientos y complejidades.
Como noticia en desarrollo, después de “una operación no deseada” de los sistemas de control, la vocería del Ministerio del Interior señaló: “la falla de ayer no debió haber pasado”, pero ya vemos lo porfiada que es la realidad, que, a veces, avanza por fuera de las leyes, decretos y normativas, porque como sabemos: el mapa no es el territorio, pero en los territorios ocurren desbordes y hasta ataques proxy o desestabilizaciones por encargo.
Sobre las crisis como fenómeno, proceso y evento, solo cabe recordar que aún estamos en medio de una gran crisis de legitimidad institucional sistémica, radicada en los tres poderes del Estado, y que ninguno de los 3 procesos constitucionales (2016 – 2021-2022 / 2022-2023) fue capaz de canalizar o resolver. Convengamos que el proceso constitucional generado por Bachelet el año 2016, tuvo la gracia de ser preventivo, pero a medias, sin rúbrica decisional, por tanto, la crisis continuó su curso, incluyendo el evento disruptivo del año 2019.
Como podemos constatar, las decisiones dicotómicas (apruebo – rechazo / Sí – No) son deficientes para dirimir situaciones de alta complejidad, no rinden, no sirven. Evidencian -nuevamente- el diseño de una solución infecunda, cuando la realidad compleja nos demanda soluciones de diseño fértiles, que sean flexibles, sensibles, sostenibles y en diálogo transformador con su espaciotiempo.
Un desafío interesante es cómo transferimos nuestras experiencias, conocimientos, aprendizajes y prácticas frente a los terremotos a otros fenómenos de alta complejidad, donde la clave está en el reconocimiento de cualquier fenómeno, proceso y evento de crisis. No sabemos a ciencia cierta el día y hora en que puede ocurrir un terremoto, sin embargo, la sociedad chilena está preparada para este tipo de evento. En esto, somos de clase mundial (infraestructura antisísmica, prácticas ciudadanas), con la excepción imperdonable de las negligencias del SHOA y desinteligencias decisionales de las autoridades para el 27/F del 2010.
La acción estratégica situacional está al debe en Chile históricamente (no la vieron venir) porque las autoridades tampoco saben distinguir entre una crisis, un conflicto o un problema.
La serie de Netflix “Zero Day” / Día Cero (en español) es un thriller de conspiración política centrado en un ciberataque devastador que ocurre en territorio estadounidense. La trama se sitúa en la actuación de un expresidente de EEUU, quien es convocado para encabezar una comisión que tiene que investigar las causas de un apagón de los servicios eléctricos que produjo miles de muertes por accidentes terrestres y aéreos ante las fallas en los sistemas de navegación de todo tipo de medios de transporte.
Día Zero (spanglish) pone en evidencia el rol de los medios de comunicación y redes sociales en alentar teorías conspirativas, que son la base para que la ciudadanía entre en pánico, confusión y desbordes en demanda de “un nuevo orden”, siendo esto el fundamento para el despliegue planificado de estrategias políticas deliberadas de manipulación de la ciudadanía por parte de agentes políticos que son parte de la institucionalidad y que tienen el interés y supuesto poder para liderar ese “nuevo orden”.
Chile debe pensar su futuro a partir de sus fortalezas. Las inversiones que hemos realizado en el sistema eléctrico nacional y en nuevas fuentes de energías renovables es el camino hacia soluciones de diseño en medio de lo complicado, lo complejo y lo caótico. El Centro de Despacho de Carga del Coordinador Eléctrico Nacional exhibe tecnología de punta acorde al tamaño de los requerimientos que vendrán, pero, como ya se ha indicado, puede ser una buena solución de diseño ante un problema mal planteado como diseño de una solución en la forma limitada y no dialógica con la realidad de su marco legislativo y normativo.
Tal vez, debamos crear nuestra propia Comisión del Día Zero, para el Chile que vendrá y, así, acompañar los avances tecnológicos con legislaciones que dialoguen fecundamente con las crisis, los conflictos y los problemas actuales y del futuro. De esto se trata el desafío mayúsculo de la adaptabilidad organizacional, sistémica y ecosistémica.
El Chile antisísmico que hemos construido por generaciones entre todas y todos, puede ser un buen antecedente y comienzo para innovaciones colaborativas que conjuguen nuevas experiencias, conocimientos, aprendizajes, prácticas y valores compartidos.
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