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Crecimiento económico: no olvidemos el largo plazo ni los territorios
Tanto el país como las economías territoriales deberán aumentar significativamente los esfuerzos en pro del crecimiento, identificando sus brechas y variables claves para impulsar las estrategias y políticas necesarias que permitan romper la tendencia y caminar hacia mayores niveles de desarrollo.
A principios de febrero se conoció el índice mensual de actividad económica (Imacec) de diciembre 2024, que registró una sorpresiva y potente alza de 6,6% interanual, superando ampliamente las expectativas más optimistas del mercado. De esta manera, el crecimiento anual de 2024 habría llegado al 2,5%, según las estimaciones preliminares, aunque habrá que esperar hasta mediados de marzo siguiente para conocer el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del cuarto trimestre de 2024 y, con ello, la expansión anual oficial.
El Gobierno celebró las cifras, que estarían mejorando las propias estimaciones anuales del ejercicio 2024, mientras que parte del mercado llama a la cautela en la lectura de los datos. En definitiva, el crecimiento se ha vuelto a tomar parte de la agenda pública.
El indicador más utilizado a nivel internacional para medir el crecimiento es justamente el producto interno bruto (PIB), que valoriza los bienes y servicios producidos por una economía en un periodo. Otro indicador tanto o más importante es el PIB per cápita real, que muestra el grado de desarrollo de los países, el nivel medio de calidad de vida de los habitantes y el bienestar general de la población.
Y aunque no es un indicador perfecto de desarrollo en todos sus ámbitos, es un buen proxy que, por lo mismo, es utilizado a nivel internacional para efectos de comparación entre países. La evidencia teórica y empírica muestra que países con mayor ingreso per cápita se relacionan positivamente con mejoras en variables tales como salud, consumo, educación, tecnología, entre otros.
De ahí la importancia de que los países se preocupen de impulsar el crecimiento del ingreso per cápita en el tiempo, lo que junto a otras medidas y políticas indicarán mejores niveles de bienestar de la población. Tanto así, que el crecimiento económico forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Si bien el crecimiento es un tema que ha regresado a la discusión pública y genera más atención en distintos actores de la sociedad, el debate se ha centrado más bien en la coyuntura y datos de corto plazo, en desmedro de una mirada más larga. De igual forma, la mirada esta puesta más en lo agregado que en lo territorial.
Pero ¿cuánto ha crecido Chile en las últimas 2 décadas?, ¿el crecimiento viene al alza, a la baja o se ha mantenido?, ¿qué territorios o regiones empujan el crecimiento?, ¿qué regiones han mejorado/empeorado su crecimiento en el tiempo?, ¿qué ha sucedido con el PIB per cápita del país y las regiones en los últimos años?
Veamos algunos antecedentes que contextualizan el crecimiento en una perspectiva de largo plazo y también subnacional, más allá de los datos mensuales que presentan una mirada muy parcial y coyuntural de la economía. El crecimiento promedio anual del PIB en Chile entre 2003 y 2013 alcanzó un 4,8%, cifra que cayó a menos de la mitad entre 2013 y 2023, logrando un crecimiento anual promedio de 2,0% para este último periodo. Entre 2013 y 2023 el PIB per cápita real en Chile ha crecido apenas un 5,8%, muy lejos del 43,5% que aumentó el indicador entre 2003 y 2013.
Los datos anteriores reflejan un verdadero frenazo y estancamiento de la economía chilena en la última década.
Algunos datos adicionales para dimensionar la situación: entre 2003 y 2013 la tasa promedio anual de crecimiento del PIB per cápita real fue de 3,7%; mientras que la década siguiente, 2013-2023, el crecimiento promedio anual del ingreso per cápita real llegó al exiguo 0,8%. Entre los años 2003 y 2005 el PIB en términos per cápita creció 10,6%; entre 2004 y 2006 creció 10%; entre 2010 y 2013 creció 10,3%.
Sin embargo, entre los años 2013 y 2023 el PIB per cápita creció apenas 5,8%; es decir, el crecimiento en términos per cápita que registraba el país en 2 años (antes de 2013) es superior al crecimiento que se alcanzó en los últimos 10 años (después de 2013).
A lo anterior se debe agregar que, para el último ejercicio anual, 2023, Chile registró una caída de 0,4% en el ingreso per cápita, situación que no ocurría desde la crisis de la pandemia del COVID-19 en 2020.
Las abismantes diferencias de crecimiento total y per cápita en Chile entre las 2 últimas décadas muestran que se trata más allá de una simple pérdida de dinamismo o desaceleración, a la luz de los datos es más bien un claro y fuerte frenazo económico, que se ha traducido en un estancamiento de la calidad media de vida de la población y del grado de desarrollo del país.
Lamentablemente las proyecciones de largo plazo no mejoran el panorama de la economía chilena, el Banco Central de Chile a través de su Informe de Política Monetaria (IPoM) de septiembre de 2024 estimó una expansión promedio del PIB tendencial de solo 1,8% para el período 2025-2034. Estas proyecciones encienden aún más las alertas, ya que indican un débil crecimiento para la siguiente década, incluso menor al ya bajo crecimiento promedio del último decenio, e implican un crecimiento insuficiente para el estado de desarrollo de Chile, calificado como país en vías de desarrollo con demandas sociales y necesidades crecientes que atender.
Al realizar el enfoque territorial del ingreso per cápita y el crecimiento en la última década, se observa alta dispersión entre las 16 regiones del páis, reflejando brechas y desigualdades que no han sido superadas significativamente en 10 años.
En 2013, la Región de Antofagasta lideró ampliamente el PIB per cápita real entre las regiones de Chile con $26,6 millones (pesos de 2018). La Región de La Araucanía, por su parte, se ubicó al final de la tabla con el menor PIB per cápita real del país, llegando a $4,5 millones. Para 2023, la Región de Antofagasta lidera nuevamente y por amplio margen el PIB per cápita real entre las regiones de Chile con $22,3 millones. En el otro extremo se vuelve a ubicar la Región de La Araucanía con el menor PIB per cápita real del país, llegando a los $5,8 millones en términos reales.
En general se observa que regiones de la zona norte del país obtienen mayores niveles de ingreso per cápita real (salvo Arica y Parinacota), mientras que regiones de la zona sur obtienen los menores niveles de PIB per cápita real. Entre 2013 y 2023 se observa alta heterogeneidad en el crecimiento del PIB per cápita real entre las regiones de Chile. Algunas crecen a altas tasas, otras a bajas tasas y algunas decrecen.
El mayor crecimiento del PIB per cápita real entre 2013-2023 se observa en las regiones de Los Lagos y La Araucanía, que registran alzas de 33,3% y 28,9%, respectivamente. En el otro extremo se ubicaron las regiones de Antofagasta y Coquimbo, que presentaron caídas de 16,2% y 3,8%, respectivamente.
Antofagasta se mantuvo como líder en el PIB per cápita real regional de la última década, sin embargo, registró una disminución de 16,2% en su PIB per cápita entre 2013 y 2023, una señal de alerta y preocupación para cualquier economía, aunque su amplia ventaja por sobre el resto de las regiones de Chile la hace mantenerse sin mayores problemas en el primer lugar.
La Araucanía, si bien anotó un fuerte incremento de 28,9% en su PIB per cápita real en la última década (entre los más altos crecimientos de las regiones de Chile), no fue suficiente para salir del último lugar de la tabla en 2023, evidenciando un fuerte rezago histórico que requerirá de sucesivos y significativos aumentos futuros para cambiar su posición relativa en el contexto de PIB per cápita real a nivel nacional.
El país requiere aumentar los esfuerzos para alcanzar mayores niveles de expansión económica y revertir los bajos niveles de crecimiento del PIB per cápita real de la última década, y las bajas proyecciones del siguiente decenio, permitiendo así mejorar el bienestar social de los habitantes.
A nivel territorial se necesita un mayor apoyo y esfuerzo de regiones rezagadas, especialmente de la zona sur del país, que en los últimos 10 años no logran avanzar significativamente en términos relativos, afectando la calidad de vida de los territorios y haciendo más difícil un proceso de convergencia regional del crecimiento y desarrollo.
Regiones como La Araucanía, Ñuble, Los Ríos, Arica y Parinacota, Maule muestran bajo dinamismo y pocos avances en la última década en crecimiento total y per cápita, que amenazan el bienestar social de sus habitantes y constituyen una piedra de tope a un crecimiento y desarrollo más equilibrado e inclusivo en términos territoriales.
Tanto el país como las economías territoriales deberán aumentar significativamente los esfuerzos en pro del crecimiento, identificando sus brechas y variables claves para impulsar las estrategias y políticas necesarias que permitan romper la tendencia y caminar hacia mayores niveles de desarrollo y bienestar. La discusión y las miradas deben superar la miopía del corto plazo y ampliar la lupa hacia los territorios.
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