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La devaluación de la ideología de izquierda en el mundo occidental Opinión Imagen referencial

La devaluación de la ideología de izquierda en el mundo occidental

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Pedro Olivares-Tirado
Por : Pedro Olivares-Tirado Centro de Ciencias Sociales Aplicadas Departamento de Economía Universidad Federal de Pernambuco, Brasil
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Estos movimientos de ultraderecha han logrado captar el descontento popular a través de un discurso moralista “antiwoke”, antiestatal y nacionalista, presentándose como la única alternativa a una izquierda debilitada, deslegitimada e incompetente.


A lo largo del siglo XX, la ideología de izquierda jugó un papel fundamental en la configuración del orden político y social en el mundo occidental. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha evidenciado una devaluación progresiva de sus principios y estructuras. Este fenómeno es complejo, afectado por una crisis ética, corrupción, y la pérdida de líderes carismáticos y la desafección de las clases populares, lo que ha facilitado el ascenso de movimientos de ultraderecha.

Uno de los elementos centrales en la devaluación de la izquierda ha sido la relativización de la ética política. Históricamente, los partidos de izquierda han defendido valores como la justicia social, la solidaridad y la transparencia. No obstante, en muchos casos, estos principios han sido sacrificados en favor de un pragmatismo político y el apego al poder.

Esto ha generado una pérdida de credibilidad entre sus bases tradicionales, que perciben a los líderes de izquierda como parte del mismo establishment político que dicen combatir (Mouffe, 2018).

Otra causa fundamental de la devaluación de la izquierda es la crisis en la formación de cuadros militantes. Durante el siglo XX, los partidos de izquierda contaban con estructuras de formación política sólidas, que permitían la emergencia de líderes políticos, intelectuales, artistas y sindicalistas comprometidos con el cambio social.

Sin embargo, la profesionalización de la política y la disminución de la participación popular han erosionado estos mecanismos de formación, dejando un vacío en la conducción de los partidos de izquierda (Chomsky, 1999).

A su vez, el financiamiento de las campañas políticas se ha convertido en un factor clave en la crisis de la izquierda. En muchos países, los partidos progresistas han recurrido a fuentes de financiamiento poco transparentes, en algunos casos provenientes de grandes conglomerados económicos. Esto ha debilitado su independencia ideológica y los ha hecho vulnerables a intereses ajenos a su base social (Piketty, 2014).

Además, los escándalos de corrupción que involucran a sus dirigentes han minado la confianza de los votantes, quienes perciben a la izquierda como parte del mismo sistema que criticaba.

La desaparición de líderes carismáticos, que lograban movilizar a las masas y articular un proyecto político con visibilidad global también ha afectado el prestigio y credibilidad de la política de izquierda. La actual dirigencia percibida como carente de una visión estratégica clara, más interesada en acuerdos con el poder económico y la maximización de sus privilegios, ha generado en sus bases una percepción de mediocridad, alejamiento de los principios partidarios y falta de liderazgo (Žižek, 2009).

Como consecuencia de los factores mencionados, la izquierda ha generado un vacío político que ha sido ocupado por movimientos de ultraderecha y neofascistas.

En la última década, las clases populares, antaño el principal sostén electoral de la izquierda, manifiestan una creciente desafección con los partidos de izquierda, migrando hacia opciones políticas de ultraderecha, debido a la percepción de que estos últimos representan mejor sus intereses (Harvey, 2005).

Estos movimientos de ultraderecha han logrado captar el descontento popular a través de un discurso moralista “antiwoke”, antiestatal y nacionalista, presentándose como la única alternativa a una izquierda debilitada, deslegitimada e incompetente. A su vez, el contexto cultural del neoliberalismo económico ha favorecido la consolidación de estos grupos, al profundizar las desigualdades y generar una sensación de crisis de seguridad y bienestar permanente en las sociedades occidentales (Mouffe, 2018).

Este proceso ha reforzado la desmovilización popular y ha debilitado a las estructuras de izquierda, facilitando la aparición y consolidación de líderes populistas, autoritarios y marginando las agendas progresistas en la arena política global (Harvey, 2005).

En conclusión, la devaluación de la ideología de izquierda en el mundo occidental es un fenómeno complejo, y comprender su dinámica es fundamental para repensar las estrategias de la izquierda para reconstruir un proyecto político que la vuelva a conectar con sus principios y las mayorías sociales.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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