
El apagón en Chile: cuando la falta de anticipación nos deja a oscuras
El problema no es la falta de conocimiento, sino que estas normas rara vez se aplican de manera rigurosa; si se hubieran implementado correctamente, este apagón habría sido un incidente menor.
El 25 de febrero un apagón afectó a Chile dejando a gran parte del país sin electricidad durante varias horas. Este lamentable suceso fue mucho más que un simple corte de luz, ya que evidenció fallas en la gestión de la infraestructura eléctrica que aún tiene puntos ciegos. Aunque las autoridades explicaron que se debió a una “operación no deseada” en un sistema de protección de una línea de transmisión de 500 kV, lo grave es que un sistema diseñado para evitar fallas fue el causante del colapso.
El apagón fue el resultado de una “falla oculta”, un error latente que se activó por una condición específica, de lo que se desprende que la verdadera causa subyacente de este colapso es que confiamos en que todo funcionará bien… hasta que deja de hacerlo. Y las fallas suelen ser precedidas de señales que, si se detectan a tiempo, pueden prevenir desastres.
La clave aquí es la revisión constante de los sistemas de protección que no deben limitarse a los equipos principales, sino también a los sistemas que operan en segundo plano. Si estos sistemas hubieran sido sometidos a pruebas más rigurosas, probablemente se habría detectado la anomalía antes.
El mantenimiento debe ser proactivo y no solo reactivo, y el Análisis de Causa Raíz (RCA) es fundamental para abordar los problemas a fondo. A menudo, los fallos son tanto técnicos como organizacionales, ya que, aunque existen protocolos de mantenimiento, no siempre se aplican con la suficiente rigurosidad. Implementar enfoques estructurados, como el Árbol de Fallas (FTA), podría haber ayudado a detectar la debilidad del sistema antes del desastre.
La gestión de activos no debe centrarse únicamente en los equipos principales, sino también en los sistemas que los protegen. En este caso, el apagón no fue causado por un gran transformador o una línea de transmisión, sino por un sistema de protección crítico y poco visible. Herramientas como el análisis RAM (Reliability, Availability, and Maintainability) son esenciales para identificar los activos que, si fallan, pueden generar un apagón a gran escala.
Además, existen soluciones probadas y accesibles para estos problemas, normas como la ISO 55000, que optimiza el rendimiento de los activos a lo largo de su ciclo de vida, o la ISO 14224, que establece pautas para analizar fallas en equipos críticos, podrían haber evitado este tipo de incidentes. La ISO 17359 y la SAE JA1011, que guían la implementación de mantenimiento basado en condición y la evaluación de procesos de Mantenimiento Centrado en Confiabilidad (RCM), también son herramientas fundamentales para prevenir fallas y mejorar la eficiencia operativa.
El problema no es la falta de conocimiento, sino que estas normas rara vez se aplican de manera rigurosa; si se hubieran implementado correctamente, este apagón habría sido un incidente menor, lo sucedido en Chile es el reflejo de un modelo de gestión reactivo que prioriza lo urgente sobre lo importante.
Es hora de cambiar la forma en que gestionamos los activos críticos, porque la confiabilidad es una necesidad, no un lujo. Si seguimos esperando a que las cosas fallen para reaccionar, enfrentaremos los mismos problemas repetidamente. Es momento de prevenir los apagones, no solo aprender de ellos.
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