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La izquierda después de Boric Opinión Crédito: Agencia Uno

La izquierda después de Boric

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Cristián Zuñiga
Por : Cristián Zuñiga Profesor de Estado
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Es probable que este abrupto cambio en la carta de navegación del Gobierno de Boric se transforme en una oportunidad para la izquierda chilena que aspira a la disputa del poder.


No cabe duda de que el mundo de las izquierdas y del progresismo chileno experimentará un antes y un después cuando concluya este Gobierno. Mucha agua ha corrido bajo el delgado puente ideológico que ha sostenido a los herederos de Allende y de la revuelta universitaria (hitos culturales desde donde se forja el conglomerado oficialista).

Los últimos 15 años del país han transcurrido al ritmo vertiginoso de una modernización que dejó en posición offside los diagnósticos de sociedad hechos por la extinta Nueva Mayoría de Bachelet y el Frente Amplio (PC incluido).  

Esos diagnósticos, que apuntaban al mantra del neoliberalismo a la hora de construir discursos, programas y poemarios (la mercantilización de la vida como principal malestar del pueblo), han sido arrasados por la cruda realidad de una ciudadanía que no llora, sino que factura. Es cosa de agarrar un puñado de acontecimientos del último tiempo (desde el Gobierno de Bachelet II a la fecha) para constatar que, cada vez que se ha intentado torcer la trayectoria material de la gente (del chileno hecho a sí mismo), la izquierda se hunde un poco más en la disputa del poder político y cultural.

Y se hunde, al punto que su proyecto político queda, cual veleta, a disposición del viento de las contingencias y de las ocurrencias de algún político con ansias de figuración personal. Es decir, el esfuerzo intelectual por interpretar los malestares y anhelos del sujeto actual (en base a las cicatrices exhibidas por la historia, las reflexiones de la filosofía y los ejemplos de la sociología), queda reducido al oportunismo farandulero, a la reacción neurótica o a las cruzadas identitarias de turno. 

En la medicina, un diagnóstico errado mantiene el malestar, pues no identifica la enfermedad por sus signos y síntomas. Algo similar es lo que está ocurriendo con la izquierda chilena a la hora de ofrecer un proyecto de sociedad para el país del presente: ¿imagina usted en la próxima presidencial un programa que ofrezca, como gran novedad, combatir al neoliberalismo, abrir las fronteras a los migrantes y ejecutar políticas púbicas con perspectiva de género?  

 Pero este Gobierno, a pesar de fracasar en su diagnóstico inicial (ese que iba a desestabilizar al modelo y que se asumía moralmente superior a sus antecesores), ha tenido la fortuna y la capacidad de, en medio de la tempestad de la cruda realidad, reorientar su carta de navegación a tiempo. Actualmente, la sala de máquinas del Gobierno debe convivir con estados de excepciones en La Araucanía, desalojos de tomas de terreno, gestiones que destraben la burocracia ambientalista, defensa de los Tratados de Libre Comercio, agenda en contra de la migración ilegal, reclutamiento de más contingente policial, loas a cada buena noticia relativa a la macroeconomía, entre otros.    

Es probable que este abrupto cambio en la carta de navegación del Gobierno de Boric se transforme en una oportunidad para la izquierda chilena que aspira a la disputa del poder. Una oportunidad para despercudirse del imaginario de Allende y de la Concertación, es decir, dejar de aspirar a repetir un tiempo que ya no volverá, con sujetos que ya no habitan Chile y símbolos culturales que solo son reconocidos por una minoría ilustrada.

La izquierda después de Boric tendrá la oportunidad de hablar, de igual a igual, con la derecha sobre macroeconomía, seguridad ciudadana, migración y farándula, sin luego tener que ir a pedir perdón a su barra brava.     

Es cosa de convencimiento intelectual, de exhibir con convicción una serie de avances logrados en un corto plazo (después del fracaso constitucional) por este Gobierno, relativos a economía, seguridad y estabilidad política, para diseñar el programa de una izquierda que devele sentido de realidad en pro de la mejora en las condiciones materiales de existencia.

Al final del día, pareciera ser que la gente busca eso, no más que eso: políticos dispuestos a gobernar al país tal como es, y no como les gustaría a ellos que fuera.                   

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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