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La necesaria restitución del monumento al general Baquedano a su lugar histórico Opinión AgenciaUno

La necesaria restitución del monumento al general Baquedano a su lugar histórico

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Andrés Jouannet
Por : Andrés Jouannet Diputado por la Región de La Araucanía y presidente de Amarillos por Chile
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No restituir el monumento al lugar que se ha convertido en su emplazamiento propio, ya típico e histórico, sería equivalente a renegar la comunión de la figura del general con el pueblo de Chile.


La historia de nuestro país está marcada por el sino trágico de gran parte de nuestros próceres. Desde Lautaro y Valdivia, pasando por los Carrera, Rodríguez, Portales y Prat (héroe trágico por antonomasia) hasta Balmaceda, entre tantos otros, muchos son los forjadores de nuestra patria que comparten el signo de la fatalidad en el derrotero de sus vidas.

De los pocos que escapan a dicho destino, el general Manuel Baquedano es quien también simboliza el éxito como fruto de la perseverancia, el rigor y el sacrificio austero, altas virtudes que, pese a no tener formación como estratega militar, fueron claves en su extensa trayectoria al servicio de la patria en la carrera de las armas.

Descollante por su genio militar innato, aún entre las brillantes camadas de militares con los que compartió época y gestas, siempre fue severo, pero a la vez sencillo, muy cercano a sus hombres, frugal y directo. Un Cincinato de nuestras latitudes que no dudó en soltar el arado y empuñar la espada cuando la patria era amagada por acechanzas y peligros.

Y todo aquello que Roma debe a su ilustre magistrado es lo que Chile debe al general Baquedano. Las victorias culminantes de Chorrillos y Miraflores, que lo consagraron como general invicto, aseguraron el triunfo de las armas chilenas en la contienda del Pacífico, junto a la posesión soberana de nuevos territorios rebosantes de riquezas que hasta hoy proyectan progreso y bienestar para todo Chile.

Luego de la guerra, era habitual ver al anciano general en su caballo “Diamante” asomar por el sector de la entonces Plaza La Serena, enfilar por la Alameda y dirigirse al barrio de La Chimba, para compartir amenas tardes junto a sus veteranos, evocando aquellos días de gloria, dolores y alegrías, recordando a los camaradas caídos.

En su trayecto, de ida y regreso, los saludos plenos de respeto, admiración y gratitud, eran correspondidos por Baquedano con aquel sentimiento de quien solo sentía la satisfacción del deber cumplido en el impostergable servicio que la patria espera de sus hijos.

El monumento erigido en su memoria no podía emplazarse en un mejor sitio que la plaza en que estuvo por más de 90 años, un sector convergente dentro del mundo capitalino, que tantas tardes recorrió el querido líder militar en su cabalgadura y que el tiempo se encargó de convertir en un punto de expresión de los sentimientos nacionales, siempre coronado por la estatua ecuestre del general, que junto al soldado desconocido reposando a sus pies parecía mantenerse vigilante, atento al devenir de la patria y sus vicisitudes, siempre presto a volver a la lucha por Chile, su destino y su grandeza.

No restituir el monumento al lugar que se ha convertido en su emplazamiento propio, ya típico e histórico, sería equivalente a renegar la comunión de la figura del general con el pueblo de Chile, en un acto inaceptable de ingratitud y olvido que relegaría su memoria heroica a ese destino trágico que no tuvo en vida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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