
Liderazgo 2.0
El líder ha de ser una persona íntegra, que sabe lo que hace, que hace lo que debe hacer, y que es capaz de posponer sus gustos personales por el bien del otro y del bien común. Esta visión del líder como alguien que se forma.
El diccionario de la Real Academia Española define al líder como “director, jefe o conductor de un partido político, de un grupo social, o de otra colectividad. El que va a la cabeza de una competición deportiva”. El diccionario define liderazgo como “situación de superioridad en que se halla una empresa, un producto o un sector económico dentro de su ámbito”. Y liderar lo define como “dirigir o estar a la cabeza de un grupo, partido político, competición, etc.”.
La ética, en tanto, es aquella disciplina que estudia los actos humanos a la luz de su bondad o maldad. La ética presupone la pregunta de qué significa ser hombre y qué es lo bueno, lo correcto, lo justo y lo adecuado para él y los demás.
A la luz de estas definiciones, ¿es importante que un líder sea intachable desde el punto de vista ético?, ¿un líder puede prescindir de la pregunta ética a la hora de tomar decisiones?
Estas preguntas se hacen cada vez más urgentes y necesarias, dado que los grandes dilemas a los que nos enfrentamos, más que de orden técnico, son de orden ético.
Para ser un buen líder se requiere cultivar un conjunto de conocimientos, habilidades, destrezas. Un líder en un mundo cambiante y complejo como el nuestro no se improvisa. Se le atribuye a Mario Benedetti la siguiente frase: “Cuando creíamos que teníamos todas respuestas, de pronto, cambiaron las preguntas”.
Un verdadero líder es capaz de comprender el mundo en su complejidad y es capaz de distinguir lo importante de lo urgente, lo sustantivo de lo accidental y siempre tiene presente que el todo es más que las partes.
Un líder tiene siempre presente que trabaja con personas y que la razón de ser de cualquier actividad, sea intelectual, empresarial, artística, militar o espiritual, es el hombre, todo el hombre y todos los hombres. El líder es aquel que tiene clara la primacía de la persona sobre las cosas, de la ética sobre la técnica y de los bienes espirituales por sobre los materiales. Y sabe distinguir muy bien los fines de los medios.
En definitiva, entiende que el hombre es un fin y no un mero medio, del que se puede disponer como una cosa. El líder reconoce la primacía del ser por sobre el tener. Ello exige del líder que sea no solo un gran experto en el ámbito que le toca liderar, sino que también y, sobre todo, un experto en humanidad.
Un líder no solo no puede prescindir de la dimensión ética de la vida, sino que ella es constitutiva de su ser y de su actuar. Así, junto a la pregunta por el cómo hacer algo, está la pregunta qué debo hacer y juzgarla desde su bondad o maldad; es decir, la pregunta ética.
El líder es aquel capaz de entusiasmar con sus ideas y sus proyectos, que no genera miedos ni servilismos, sino que un auténtico respeto de quien pone sus carismas, habilidades, competencias y recursos al servicio de una causa justa.
El líder es aquel que tiene una gran sintonía en primer lugar con el hombre y es capaz de promoverlo para que extraiga lo mejor de sí. El auténtico líder busca el “éxito” de los demás; es decir, ayuda a que extraigan lo mejor de sí mismos. El líder hace suyos los logros de los demás y comparte el suyo. En definitiva, el líder se empeña en que quienes lo acompañan sean más, crezcan en humanidad y se desarrollen.
Para lograr aquello se requiere ser al menos justo; es decir, en siempre dar a cada uno lo suyo. Es éticamente reprochable quien no practica siempre y bajo todas las circunstancias la justicia, respecto de los demás, aun en perjuicio de sus propios intereses. Para ello ha de ser veraz; es decir, disponer todo su ser, su inteligencia, su voluntad y su libertad hacia la verdad y actuar en coherencia.
El líder ha de ser magnánimo, es decir que tiene puesta la vista en las grandes tareas, aquellas más difíciles, aun a costa de grandes sacrificios. Para ello el líder cultiva la paciencia, no se deja abatir por las dificultades, al contrario, lo impulsan a seguir adelante. Para ello hemos de esperar que el líder sea perseverante y que insista en los bienes difíciles de alcanzar.
El líder entiende que el poder que le da su posición dentro de la organización le da derechos, por cierto, pero también le impone grandes deberes.
El líder ha de ser una persona íntegra, que sabe lo que hace, que hace lo que debe hacer y que es capaz de posponer sus gustos personales por el bien del otro y del bien común. Esta visión del líder como alguien que se forma, y para lo que se requiere tiempo y paciencia, implica que debe ser una persona virtuosa, lo que solo se logra con disciplina y educación. El hombre virtuoso se perfecciona a sí mismo con los actos y perfecciona a los demás, con su actuar.
Para ello, el líder debe moverse en tres planos simultáneamente. El primero, el de la inteligencia, que consiste en conocer de modo adecuado y en buscar apasionadamente la verdad de las cosas y de las situaciones. El segundo, debe ser un hombre de ciencia; es decir capaz de vincular muchas cosas a la vez y que se sitúa adecuadamente en la complejidad de las situaciones que le toca vivir. Y el tercero, debe ser sabio, es decir, unir ciencia y sabiduría, que es el conocimiento profundo de la realidad, vale decir, que se pregunta el cómo, el por qué y el para qué.
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