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Profecía cumplida Opinión Diego Martin/AgenciaUno

Profecía cumplida

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Guillermo Pickering
Por : Guillermo Pickering Abogado, exsubsecretario del Interior y de Obras Públicas.
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Por mucho que la puesta en escena haya sido cuidadosamente estudiada para no dar esa impresión, mucha gente no va a votar por ningún candidato que no sea Bachelet. La confianza en el voto útil desapareció con Frei y con Guillier.


Bachelet ha declinado su posible candidatura presidencial, lo que es su legítimo derecho y privilegio: no ser candidata, pudiendo ganar. Se resta de la candidatura mostrando una vez más lo que es su profunda convicción: dar espacio a otros liderazgos y candidaturas.

Hasta ahí, todo normal en un proceso de elecciones presidenciales, pero las decisiones políticas producen efectos concretos, que llegan a autonomizarse de sus autores, independientemente de que el análisis siempre consideró y valoró como más probable el escenario sin Bachelet. Como en todo proceso político, hay intereses bien camuflados. ¿Cuáles podrían ser esos efectos políticos?

La derecha de Chile Vamos está celebrando, porque temían su enorme apoyo popular, especialmente de los jóvenes y de las mujeres. Sabían que era la única carta realmente competitiva de la centroizquierda y de la izquierda.

Esta afirmación es solamente la constatación de un hecho macizo y no pretende restar valor a ningún precandidato del progresismo. Pero es verdad. La derecha esta hoy más cerca de ganar la próxima elección presidencial. Su actual problema es ganarles a los republicanos y a los seguidores de Kaiser, cuyos votantes seguramente crecerán debido a que, al no haber riesgo de perder la elección presidencial, el voto oculto de ultraderecha podrá salir a la luz del día, con posturas claras y categóricas, de esas que le gustan a la derecha “de verdad”.

No va a haber primarias en su sector, dado que Kast ha reiterado que va a la primera vuelta y Kaiser parece haberse sumado a esa posición.

Dado que el peligro Bachelet ya pasó, seguramente también va a decaer el impulso por levantar al expresidente Frei.

Al no confrontarse en primarias, Chile Vamos y la ultraderecha tendrán dos listas parlamentarias y pactos por omisión, tratando de potenciar al máximo sus opciones de controlar el próximo Congreso, o, al menos, hacerlo ingobernable, si es que a alguno se le ocurren “locuras” con olor a socialdemocracia.

A diferencia de lo sucedido en Francia y Alemania, en que los partidos de centroderecha encabezaron el cordón sanitario para aislar al neofascismo, aquí en Chile la UDI, RN y Evópoli pueden ganar la Presidencia y, al mismo tiempo, salir debilitados en términos parlamentarios después de competir con la ultraderecha.

Es evidente que, en ese caso, dependerán de ellos (los ultras) para tener mayoría en el Congreso, sin espacio para acuerdos como el que acaba de suceder con la reforma previsional. Y estarán siendo siempre sometidos a prueba de ortodoxia, porque independientemente del resultado, la derecha chilena en su gran mayoría piensa como Kaiser o Kast y no como Matthei.

Ese cerco puede tener salidas, pero se requerirán rupturas y nuevas lealtades.

¿Y todo esto es debido a que Bachelet declinó su candidatura?

No, claro que no. La crisis del progresismo es mucho más extensa y profunda, siendo uno de sus signos el no tener en esta vuelta líderes que entusiasmen a los ciudadanos. Eso le sucede también a la izquierda y a la socialdemocracia en todo el mundo.

Aquí lo que no está resuelto es un tema de fondo: si perfeccionamos el modelo de desarrollo, pero conservamos su esencia, o pretendemos un cambio de paradigmas, mirando especialmente lo que está sucediendo fuera de Chile, en lo valórico, económico, político, cultural e internacional, entre otras cosas. Vivimos un cambio de época. ¿No será lógico y necesario plantearse nuevas preguntas?, ¿y también nuevas respuestas?

Y ahí es donde nos encontramos nuevamente con Bachelet, que cree necesario formularse estas preguntas como ninguno de la vieja guardia. Quizá ahí esté el quid del asunto.

Pero, además, ocurre que Bachelet, y solo Bachelet, es quien tiene el apoyo de la gente, y ese apoyo es aún suficiente para ganar la contienda electoral. Ese triunfo permitiría darle cuatro años al progresismo para ponerse de acuerdo, renovarse y reconcursar con nuevas propuestas y líderes. Pero desde los ciudadanos, no desde una propuesta cupular, propia de partidos transversales. A propósito de falta de renovación, la fauna y la flora de ellos sí que está añeja y deslegitimada. Por eso es que desde siempre han querido sacar del cuadro a Bachelet, y ahora está abierta la oportunidad.

Si gana la derecha habrá varias oposiciones, como ahora, y el liderazgo con potencialidades de crecer en la izquierda volverá al Frente amplio, sobre todo si después de la derrota muchos empujan a toda la vieja guardia a jubilarse y no solo a los políticos, también a los asesores, columnistas, consejeros y avezados estrategas.

Nuevamente hasta aquí nada raro

La alternancia en el poder es parte esencial de la democracia, y qué bueno que así sea. También es positivo que de estas crisis surjan mejores ideas y soluciones a los problemas del país.

Sin embargo, esta no es una elección como cualquier otra. Si esta elección la gana la derecha hay dos alternativas completamente posibles:

  1. Que esta vez no se deje arrebatar el poder en cuatro años más, como lo han hecho o intentado gobiernos de ese sector en varios países (Trump, Bolsonaro). Lo digo porque dudo de las convicciones democráticas de la ultraderecha, que de seguro será la que va a mandar. Hoy casi nada es descartable. El mundo nos está mostrando precedentes de actos inimaginables hasta hace poco tiempo, como reelecciones truchas, populismo, xenofobia, arriendo internacional de cárceles de alta seguridad, etc.
  2. Sin Bachelet es más fácil pactar un cambio de correlación de fuerzas en el escenario político chileno. Es la oportunidad para formar una nueva alianza política, que vaya desde el mundo DC hasta la UDI y, en caso de ganar, se designe un gobierno de centroderecha, aislando a una parte significativa de la izquierda y a los ultraderechistas partidos de Kaiser y Kast. El gobierno de “unidad nacional” es el sueño dorado de muchos que saltaron el charco hace tiempo y para los que un rebaraje sería una suerte de legitimación.

Preguntas

Todo este tiempo me he preguntado ¿por qué esa obstinada insistencia de la vieja guardia de negar lo que han señalado todas las encuestas, que unánimemente indican que la única candidatura competitiva del progresismo es la de Bachelet?

¿No será que tenemos una interpretación equivocada y lo que de verdad se busca es justificar un gobierno de unidad del centro y la derecha tradicional? Está cantado después de que se haya producido la derrota y haya confusión y desánimo.

¿No será que se está construyendo un sui generis cinturón sanitario, que excluya a los extremos de derecha e izquierda, a la chilena, con empanadas y vino tinto?

¿No será por esa operación política que muchos integrantes tradicionales del partido transversal están tan tranquilos con la probable derrota? ¿Será probable que exista un Plan B, cuya esencia sea una nueva alianza de gobierno?

¿No será más difícil o imposible con Bachelet candidata y Presidenta?

Siempre me ha parecido sospechosa o incomprensible tanta tranquilidad. Parece que ahora le apunté. Ayudaría a esta operación el nada improbable evento de que, ante la falta de una candidatura competitiva de la centroizquierda y la izquierda, en la nueva realidad, pueda haber una segunda vuelta entre dos candidatos de derecha. Si esto se produce, veremos algunos desesperados y resonantes llamados a votar por Matthei, por parte de personeros del progresismo, los mismos de siempre, como dije antes: los que hace tiempo saltaron el charco, aunque disimulen detrás de unas formas cada vez menos creíbles.

Efectos inmediatos

Porque tenemos un escenario nuevo y tremendamente complejo es que creo que hay que advertir que la resignación de la candidatura de Bachelet tendrá efectos impensados por los estrategas electorales, que pueden echar por tierra toda previsión:

Primero: Va a provocar la indignación del votante progresista, que culpará injustamente a Tohá de la no presentación de la expresidenta. Aquí va a haber una molestia del votante feroz, que no solo va a dañar a las fuerzas de centroizquierda y de la izquierda, sino que perjudicará brutalmente a la ungida candidata del sector. Por si no lo saben –y es bueno que lo sepan–, el voto Bachelet no es traspasable, porque es intuitu personae. En los hechos, se va a ver como que la bajaron, lo que va a incendiar la pradera.

Por mucho que la puesta en escena haya sido cuidadosamente estudiada para no dar esa impresión, mucha gente no va a votar por ningún candidato que no sea Bachelet. La confianza en el voto útil desapareció con Frei y con Guillier, y son muy pocos en el Chile de hoy los que a estas alturas están dispuestos a votar por ideología o por lealtades partidarias.

Segundo: Se puede levantar una primaria con candidatos más competitivos que Tohá, como es el caso de la ministra Jara. El FA también será una incógnita, y no es posible descartar una candidatura que va a enredar todo el diseño preconcebido.

Tercero: La DC no va a ir a una primaria con los comunistas, lo que restringirá la imagen de amplitud que se pretende proyectar.

Cuarto: Por más que se esfuerce en hacerlo bien, y lo hace bien, como todo candidato que representa la continuidad del Gobierno, Tohá tendrá que cargar con ese peso.

¿Cómo va a tener otra identidad distinta que ser la continuidad del Gobierno si por casi cuatro años ha sido la ministra del Interior? ¿No será acaso el tema de la seguridad el principal punto de la campaña presidencial? La percepción de inseguridad es muy alta y ante ella el argumento de que se le ha subido en un 15% el presupuesto de las policías, o que se han aprobado más de 100 leyes sobre este aspecto, no es capaz de mitigar el daño de las acusaciones de debilidad que hace la derecha. Estamos en un contexto donde la gente quiere un cambio de estrategia, y este es la mano dura, y muy dura.

¿Qué va a responder cuando diga lo que quiere hacer en seguridad y le pregunten por qué no lo hizo? Sé que el análisis es injusto con ella, porque, como ninguno, ha sido la líder que ha tomado con responsabilidad y eficiencia la tarea asignada. Pero los ciudadanos no están para ser benevolentes con nadie, salvo con Bachelet, que representa la unidad del país, experiencia y sabiduría.

Quién sabe. El hombre propone y Dios dispone, y lo que está tan bien montado puede fallar. Si falla, veremos la impostura, lo peor de la política y un sistema más deslegitimado aún.

Ojalá esté equivocado. Lo digo con humildad y sinceridad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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