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Voto joven: la punta del iceberg de la autocracia Opinión AgenciaUno

Voto joven: la punta del iceberg de la autocracia

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Guido Romo Costamaillère
Por : Guido Romo Costamaillère Director de Encuestas y Opinión Pública Gemines Consultores
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La participación activa en elecciones, la formación de líderes comprometidos con causas sociales y la construcción de una ciudadanía activa son esenciales para cambiar la narrativa. Sin embargo, para que esto ocurra, las instituciones deben reconocer sus fallos.


En el contexto actual, es imposible ignorar el escepticismo de la juventud respecto al futuro de la democracia. Un estudio reciente ha revelado que más del 50% de los jóvenes en Reino Unido se inclinaría hacia la preferencia por un líder fuerte que podría gobernar sin elecciones y sin la necesidad de un Parlamento.

Este fenómeno plantea preguntas cruciales sobre la percepción de la democracia, la eficacia de las instituciones y el desencanto generalizado que se vive en diversas partes del mundo. ¿Qué está detrás de esta desconfianza hacia los mecanismos democráticos y cómo podría este malestar repercutir en las elecciones futuras, no solo en el Reino Unido, sino también en países como Chile?

Los jóvenes, históricamente, han sido motores de cambio y progreso social. Sin embargo, en un mundo donde las promesas políticas a menudo se diluyen en la burocracia y las luchas por el poder, muchos sienten que su voz es ignorada.

Esto ha cultivado una sensación de impotencia entre ellos, una frustración que se traduce en el deseo de un liderazgo más autoritario, con la esperanza de que un gobernante fuerte podría actuar con decisión y eficacia, a pesar de las potenciales erosiones democráticas que esto conllevaría.

En muchos países, con una polarización política muy alta, los líderes que prometen cambios drásticos y rápidos han encontrado un amplio apoyo en este segmento, donde el descontento con la democracia se expresa en una búsqueda de estabilidad y seguridad, a menudo en detrimento de la libertad política.

Las estadísticas y análisis de encuestas reflejan un patrón de creciente anhelo por liderazgos autoritarios en diversos contextos, mostrando que la insatisfacción con los sistemas democráticos no es un fenómeno aislado.

A su vez, la crisis de representación también juega un papel crucial en la narrativa. Muchos jóvenes sienten que los partidos políticos no representan sus intereses ni sus valores. Esto se refleja en bajas tasas de participación electoral. Las elecciones solo se ven como un mero ejercicio de sufragio, como una experiencia desconectada de sus realidades cotidianas.

Esta desconexión fomenta una preferencia por alternativas que prometen un cambio inmediato y tangible. Así, se inicia un ciclo donde el descontento refuerza la desconfianza hacia el sistema democrático y alienta a buscar soluciones más radicales.

En Chile, el escenario no es completamente ajeno. Las movilizaciones sociales de 2019 pusieron en evidencia una profunda insatisfacción con el modelo político y económico, y las dos convenciones constitucionales fracasadas no lograron renovar la confianza en la democracia.

Claramente, el proceso ha estado marcado por sus propias dificultades y controversias, aumentando la percepción de que la democracia quizás no sea la respuesta efectiva ante los problemas contemporáneos. De hecho, el desafío que enfrenta Chile se convierte en un microcosmos de una tendencia más amplia, donde la juventud, desilusionada, se vuelve receptora de narrativas que cuestionan la legitimidad de la democracia. En este contexto, es primordial observar con atención las elecciones que se llevarán a cabo en 2025 en diversas partes del mundo.

Estas votaciones servirán como termómetro para medir el nivel de confianza de los jóvenes en la democracia y la viabilidad de las alternativas que se les presenten. Cabe destacar que el concepto de “liderazgo fuerte” se presenta como un espejismo en el desierto de la política contemporánea. Muchas veces, lo que se percibe como fuerza se traduce en autoritarismo, donde la falta de pluralidad y debate se convierte en el costo de la “eficacia”.

No obstante, los jóvenes buscan respuestas simples a problemas complejos y asumen que un liderazgo más autocrático podría ofrecer soluciones más rápidas y efectivas. Esta percepción errónea subraya la importancia de fortalecer los canales de comunicación entre los políticos y los ciudadanos y de construir puentes que impulsen una democracia más inclusiva y participativa.

En contraposición, es fundamental resaltar las virtudes de la democracia participativa y las ventajas de liderazgos que fomentan el diálogo, el debate y la reconciliación. La historia ha demostrado que la resistencia ante la adversidad a menudo produce reformas más sostenibles y socialmente justas.

La participación activa en elecciones, la formación de líderes comprometidos con causas sociales y la construcción de una ciudadanía activa son esenciales para cambiar la narrativa. Sin embargo, para que esto ocurra, las instituciones deben reconocer sus fallos y trabajar de manera concertada hacia una revitalización política que incluya a las nuevas generaciones.

La comunicación estratégica desempeña un papel esencial en este proceso de revitalización. Los estudios de mercado y opinión pública, los estudios de carácter social y psicográficos más profundos son fundamentales, siempre que logren escarbar más allá de lo superficial.

Se requieren nuevos discursos que conecten con las experiencias y anhelos de los jóvenes, que ofrezcan visiones inclusivas y que desafíen la noción de que una democracia no puede ser efectiva. La construcción de identidades colectivas y el fortalecimiento de la confianza en las instituciones son elementos clave para reconstruir y dar sentido a la participación política.

Para completar el cuadro, hay que ser claros, los jóvenes son la punta de un iceberg de anomia que emergerá con fuerza en cualquier momento.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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