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El arte pregunta, no responde Opinión Urinario de Duchamp

El arte pregunta, no responde

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El arte nos cuestiona y pregunta, no nos ofrece respuestas como la ciencia. Cuando algo nos da respuestas dejamos de pensar.


¿Qué demonios es el arte? ¿Cuál es la genialidad de Duchamp? Su urinario fue calificado por los críticos en 1917 como “Un objeto vulgar de plomería sin la menor pizca de arte”, un ataque infantil y grosero a la seriedad del arte y una obra que solo merece estar en el baño, no en un museo” Y horrorizados lo excluyeron de  una exposición internacional en Nueva York. Pero en 2004 se dio vuelta la tortilla y el urinario Fountain fue catalogada por alrededor de 500 buenos críticos, artistas y expertos de todo el mundo como la obra de arte más influyente del siglo XX, para muchos el origen del arte conceptual y de las instalaciones. El arte nos cuestiona y pregunta, no nos ofrece respuestas como la ciencia. Cuando algo nos da respuestas dejamos de pensar.

Si alguna vez has entrado a un museo de arte contemporáneo o moderno, y pensado con frustración “¡Esto podría hacerlo mi sobrino de cinco años!”, felicidades: Marcel Duchamp te ha atrapado en su juego. El legado de este artista francés no es solo el famoso urinario llamado Fountain (Pileta) de 1917, que escandalizó al mundo del arte; sino también nos dejó una pregunta que aún nos atormenta a todos: desde críticos a historiadores y filósofos expertos: ¿qué demonios es arte?

Pero vamos por partes. Duchamp, artista francés que trabajó entre finales del siglo XIX y durante el siglo XX, empezó como un pintor relativamente convencional y moderno digno de su época, pero rápidamente se aburrió. “No quiero repetir lo mismo de siempre” decía ¡Y vaya que no lo hizo! En lugar de seguir las reglas, se las saltó por completo y empezó a jugar con objetos cotidianos: montando una rueda de bicicleta sobre un taburete (Bicycle Wheel, 1913), o en L.H.O.O.Q., 1919, en que dibujó un bigote a la Madonna sobre una reproducción de la intocable Mona Lisa de Da Vinci, -que había sido lanzada a la fama poco antes cuando la robaron del Louvre-, y por supuesto, la Fountain, el vulgar urinario de porcelana colocado en un pedestal y firmado con un seudónimo, R. Mutt.

En 1917, el urinario Fountain fue presentado a la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Era una convocatoria que se jactaba de aceptar cualquier obra de arte sin censura, pero el jurado quedó tan horrorizado luego de verla, que hizo una excepción y la rechazó. Algunos críticos intentaron describirla con insultos que, sin saberlo, decían exactamente lo que Duchamp buscaba. George Bellows, pintor y miembro del comité de la exposición describió el urinario como “Un objeto vulgar de plomería sin la menor pizca de arte.” La prensa de la época la catalogaba como un ataque infantil y grosero a la seriedad del arte y una obra que solo merece estar en el baño, no en un museo.

Pero en 2004 el urinario Fountain fue catalogada por alrededor de 500 críticos, artistas y expertos como la obra de arte más influyente del siglo XX, más que las de Picasso, Pollock, Warhol, Kandinsky, Miró y otros gigantes. Además, el urinario de Duchamp es considerado por muchos como el origen del arte conceptual. 

¿Las ironías del Urinario? Varias. Una es que la pieza original se perdió y todas las versiones que existen son sólo réplicas que autorizó Duchamp en los años 60. Otra, es que habría una carta de Duchamp en que da a entender que su amiga Elsa von Freytag-Loringhoven (gran artista y poeta alemana de la misma época) fue la autora del urinario, lo que hoy es objeto de polémicas. Y la última es que Pinoncelli, un viejo artista francés del performance se encargó de dañar 8 copias del urinario en distintos museos del mundo con diferentes métodos. La primera vez, en 1993, se dio el gusto de orinar en uno de ellos después de pegarle un martillazo.

Duchamp nos planteó que el arte no necesita ser visualmente bonito, impresionante, ni hecho por las manos de un artista. Puede ser una idea, o, mejor dicho, una elección. Esto a través del concepto readymade: objetos comunes elevados a la categoría de arte, simplemente por el acto de ser seleccionados o elegidos, como lo es el urinario Fountain. Esto hizo que los museos pasaran las siguientes décadas preguntándose si debían tomarse en serio cosas como un tiburón muerto sumergido en formol o una oveja partida en dos, ambos  hecho por Damien Hirst, el artista más rico del Reino Unido según el Sunday Times, o la banana pegada a la pared con cinta adhesiva del artista Maurizio Cattelan, que comentamos en una columna anterior (“¿Te gusta mi banano?”).

Quinn, un escultor británico contemporáneo, que hace autorretratos usando su propia sangre coagulada, reflexiona al respecto: “El arte debería reflejar el tiempo que vivimos, el arte es una manera de ver la vida y de entender el mundo. No tiene respuestas, solo los científicos tienen respuestas acerca de las cosas. El arte debe hacer ver y sentir algo, porque si ofrece respuestas la gente deja de pensar. Es decir, debe proporcionar preguntas.”

Duchamp hizo exactamente esto con el urinario Fountain, cuestionando la esencia del arte a través del humor y la ironía. Su trabajo está lleno de dobles sentidos, referencias encriptadas y sutiles provocaciones, con las que desafió la rigidez de los discursos artísticos de su época.

Mientras todos pensaban que se había retirado de las canchas artísticas para dedicarse al ajedrez, Duchamp secretamente dedicó 20 años a su última gran obra: Étant donnés, (La Cascada). Es un portón grueso y antiguo con un par de mirillas, por donde se ve con cierto voyerismo, entre ladrillos rotos, la imagen del cuerpo una mujer desnuda, recostada sobre un paisaje, con una cascada al final. Por sus instrucciones esta obra recién se pudo dar a conocer después de su muerte, pero se considera como el inicio de una nueva práctica artística, la instalación, técnica en que se disponen una serie de objetos u imágenes en el espacio (la puerta, las mirillas, la mujer, el paisaje, la lámpara de gas), y a diferencia de la escultura tradicional, la instalación suele depender de su contexto y puede ser efímera, interactiva o multisensorial.

La genialidad de Duchamp no solo se resume a su crítica irónica a la inutilidad del arte como objeto, al papel del artista en el mundo del arte, sino que rompió con la idea de qué es la originalidad. Fue aún más transgresor, porque propuso que cualquier objeto puede, si alguien lo elije, ser una obra de arte. Finalmente, nos dejó una lección clave: el arte no está solo en el objeto, sino en la actitud y la idea conceptual que representa o la que provoca en el espectador. Puede estar en un museo, en la calle o en la forma en que miramos el mundo. Así que la próxima vez que veas un objeto extraño en una exposición y pienses que “esto lo podría haber hecho mi sobrino de 5 años”, recuerda lo siguiente: la pregunta no es quién lo hizo, sino a quién se le ocurrió o la hizo primero, por qué lo hizo, y cuál es la pregunta -más que la respuesta- que plantea la obra. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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