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El sector forestal y sus conflictos injustificados Opinión

El sector forestal y sus conflictos injustificados

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Las actuales leyes muestran que falta una Ley General de Bosques en el país que sea reflejo de una estrategia nacional de fomento a nuestro detenido desarrollo forestal y en favor de nuestro país en su diversidad regional.


El sector forestal en Chile sigue siendo afectado por el conflicto, entre aquellos que defienden el desarrollo forestal de la segunda mitad del siglo XX y aquellos que pretenden un idílico país cubierto por vegetación original, tratando de restaurar lo irrecuperable, especialmente en el centro del país, zona mediterránea.

Se olvidan que el desarrollo forestal vía plantaciones forestales fue primero un intento de detener la erosión activa, principalmente en la costa central. Luego, hacer productivos suelos no aptos para la agricultura tradicional, específicamente sobre los arenales del Bío-Bío.

La búsqueda de alternativas económicas para estas plantaciones, posteriormente, motivó al Estado a fomentar la industria de la celulosa y el papel vía Corfo. En la década de los sesenta e inicios de los setenta incluso hizo suya la plantación de especies exóticas exitosas para los fines indicados, de paso dar una alternativa productiva a los pequeños propietarios en zonas de secano del centro de Chile y obtener un valor de mercado con el fomento de la industria forestal nacional. 

El cambio a una economía liberal desde 1974, donde se minimizó el rol del Estado y favoreció el emprendimiento privado, estuvo acompañado con el fomento de esas plantaciones. Las especies introducidas de rápido crecimiento fueron preferidas por el éxito logrado con ellas, principalmente pino y luego eucalipto, en favor de una industria creciente de papel y celulosa, favorecida por Corfo, y paralelamente de aserrío, que tenía crecientes problemas de abastecerse de maderas desde el bosque nativo.

Esto trajo una actividad económica indesmentible, que favoreció en forma distinta a personas, empresas y la sociedad. Pero, la geomorfología de Chile y los costos que eso significa para la actividad forestal productiva, hacía prever que este desarrollo con especies de cultivo masivo, pero de menor valor unitario, tenía sus límites, en comparación con las condiciones en Argentina y Brasil para este tipo de desarrollo industrial.

Chile es un país destinado a la producción de productos y paisajes de alto valor, en cantidades limitadas, como lo ha demostrado el desarrollo frutícola en la zona central. Por lo tanto, no debería desesperar demasiado a ecologistas citadinos que no conocen la realidad del país ni su dinámica social esta problemática.

Ellos desconocen que la falta de una educación y orientación en el uso del territorio y el correspondiente orden social es la causante de los inicios de los incendios de pastizales, restrojos, matorrales y muchas veces forestales, indicando erróneamente como causales de los incendios forestales a las especies que lo conforman.

Las plantaciones forestales bien manejadas y un territorio bien ordenado no tienen por qué sufrir incendios y agravar la sequía de origen climático. En esto existe una ignorancia generalizada en la sociedad causada por una campaña malintencionada dirigida a atacar este tipo de emprendimientos, que bien regulados pueden ser una herramienta muy favorable para el desarrollo del país, temporal o permanentemente.

Lo que si es imperdonable es la falta de manejo y protección de la vegetación nativa, arbórea o savánica, que cubre más de 14 millones de hectáreas en el país y que no está considerada en ninguna estrategia de planificación, al contrario, tiene a este recurso subutilizado.

Una suerte de histeria citadina sin sentido en el día de hoy, manifestada en un Ministerio del Medio Ambiente de políticas equivocadas, un Ministerio de Agricultura sin una política forestal de orientación y fomento y una Ministerio de Economía que no regula positivamente la actividad de uso de estos enormes recursos que nos abastecen de agua limpia, de fuentes de energía, que protegen los suelos y la biodiversidad y que pueden entregar productos de alto valor en un país que debe buscar alternativas de mercado competitivas, además de hermosear nuestro accidentado y bellísimo paisaje.

La ley de fomento y recuperación del bosque nativo actualmente vigente es todo lo contrario a una herramienta de fomento, y se manifiesta como una herramienta que impide y encarece la actividad forestal productiva.

¿El Estado ha evaluado la efectividad de esta ley que ya lleva 16 años sin resultados convincentes? Todo lo contrario, la falta de presencia de un Servicio Forestal Nacional en la asistencia técnica de los pequeños propietarios, el encarecimiento de la tramitación de planes de manejo a la mediana y gran propiedad, han tenido como resultado un freno al ordenamiento y la producción forestal y una desconfianza hacia la actividad profesional libre, coartando con múltiples normas ineficaces su acción y causando cesantía en el sector.

En el sur, los profesionales del sector forestal no vemos “modelos forestales”, sino que esperamos una verdadera política de fomento forestal a nivel nacional, y no solo a un sector de producción particular. Las actuales leyes muestran que falta una Ley General de Bosques en el país que sea reflejo de una estrategia nacional de fomento a nuestro detenido desarrollo forestal y en favor de nuestro país en su diversidad regional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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