Publicidad
Ciclo electoral: el momento para plantear reformas ambiciosas Opinión Archivo (AgenciaUno)

Ciclo electoral: el momento para plantear reformas ambiciosas

Publicidad
Joaquín Barañao
Por : Joaquín Barañao Ingeniero civil, autor de la saga Historia Freak y miembro del equipo de incidencia de la Red Pivotes.
Ver Más

Durante los siguientes meses asistiremos al rito cuadrienal de promesas electorales y programas de gobierno, donde desde la política se dirá que solo hay espacio para plantear medidas eficaces (¿o efectistas?) de corto plazo para reactivar la economía.


¿Por qué ciertas sociedades son más prósperas que otras? Es uno de los más concurridos debates de la historia económica. En un pasado no tan remoto la explicación favorita solía adoptar sabor genético: ciertas razas son simplemente superiores a otras. Luego se volvió popular la hipótesis climática: las zonas frías fuerzan al trabajo duro para sobrevivir, mientras que en las tropicales basta estirar el brazo al coco más cercano. Otros ponían sus fichas en la disponibilidad de recursos naturales.

En los tiempos actuales está despertando entusiasmo la idea de que la sola voluntad y el liderazgo de gobernantes fuertes y provistos de motosierra son suficientes para conducir a los países al desarrollo.

Pero fueron los noveles Acemoglu y Robinson los que pusieron las fichas en lo que realmente hace la diferencia entre las naciones que prosperan y aquellas que fracasan: sus reglas e instituciones.

Esta idea puede generalizarse de la siguiente manera: el desempeño de un grupo humano depende mucho más del set de reglas bajo el cual les toca moverse, que de quienes conforman dicho grupo. Con exactamente los mismos jugadores, el fútbol se vuelve un peloteo insulso si tan solo se elimina el offside, y todos nos volvemos asesinos si nos someten a las reglas de Los juegos del hambre.

Considere, por ejemplo, el caso del litio. Si uno obviara el poder decisivo del set de reglas y razonara en la lógica pre Acemoglu-Robinson, tendría que observar hoy que Chile y Bolivia –países con las más abundantes y competitivas reservas de litio– lideran la inversión y producción global, pero la realidad es otra: Chile solo explota un yacimiento a gran escala, el Salar de Atacama, y Bolivia brilla por su ausencia en el mercado global. Son Australia y Argentina –países que poseen yacimientos o minas de peor calidad– los que conforman la dupla de países que lucen múltiples faenas en operación o proyectos avanzados. ¿Por qué?

Porque el set de reglas de las provincias trasandinas y Australia alienta y les ofrece seguridad jurídica a las inversiones del sector privado, mientras que en los países andinos aún amarran la apolillada idea de “mineral estratégico” para condicionar su desarrollo a la voluntad discrecional del Estado.

Un set de reglas, el de las provincias del país vecino y Australia, por lo demás, parecido al que aquí ha gobernado el cobre y el resto de los minerales desde los 80, caso que ilustra el mismo punto: en el momento en que se instauraron las concesiones mineras, los privados producían 156 mil toneladas de cobre, menos de la cuarta parte de Codelco. Hoy, en gran medida como consecuencia de las nuevas reglas, los privados producen casi 4 millones de toneladas, el triple que Codelco.

Durante los siguientes meses asistiremos al rito cuadrienal de promesas electorales y programas de gobierno, donde desde la política se dirá que solo hay espacio para plantear medidas eficaces (¿o efectistas?) de corto plazo para reactivar la economía.

Las reformas sustantivas en los marcos regulatorios deberán esperar para cuando un gobierno cuente con mayoría parlamentaria, como si fuera solo falta de liderazgo político la razón por la que Chile no entregue en forma oportuna y competitiva más yacimientos, terrenos fiscales, espacios marinos y permisos para acelerar el desarrollo sostenible de litio, data centers, observatorios astronómicos y acuicultura a la velocidad que el mundo demanda, como si nada tuvieran que ver las restricciones o incertidumbres normativas.

Es, entonces, un momento propicio para que desde la sociedad civil, la academia y el mundo empresarial se le recuerde a la política que son los sets de reglas o las instituciones las que hacen la diferencia en la ruta al progreso; y que son precisamente las campañas electorales el momento que ofrece la democracia para conectar con la ciudadanía reformas ambiciosas e innovadoras, como las que se requieren para dinamizar el desarrollo de una economía de recursos naturales que el mundo demanda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad

Tendencias