El silencio de los no tan inocentes

Tohá se ha lanzado al ruedo. Bachelet decidió por fin no hacerlo. Kaiser quiere estar rápidamente en la papeleta y Matthei clama por la unidad de la oposición. En fin, suma y sigue. Pero ¿es esto, chilenos, lo que de verdad nos preocupa?

¿Sabían ustedes que los hospitales públicos tienen deudas con sus proveedores nunca antes vistas en democracia? Sabemos que no hay plata y se ha discutido bastante acerca de las razones de este problema, que nos ha caído desde el Olimpo.

Dejemos entonces que las instituciones funcionen y crucemos los dedos. Sin embargo, hay un tema no menor que motiva estas letras que ahora escribo, frente al silencio reinante de los no tan inocentes.

¿Dónde están los defensores del sistema público? ¿Qué fue de sus rotundas opiniones en enérgicos foros, que ya se desvanecieron? ¿Y las comisiones de Salud del Parlamento, en qué están? ¿Y los gremios de los hospitales? ¿Y los centros académicos? ¿Y el Colegio Médico de Chile? ¿Será que solo les importa –legítima preocupación– cómo quedarán después de la desmaterialización de las isapres y de la materialización de la nueva Modalidad de Cobertura Complementaria de Fonasa?

Claro, ya lo sabemos. Los hospitales se llevan el grueso de la torta presupuestaria y “usan los recursos con ineficiencia e improductividad”. ¡Qué vergüenza, digo yo! Confiamos entonces en la Atención Primaria Universal, que para bien se expande, y en la compra de servicios a privados, que se ha formalizado ayer gracias a la Cámara de Diputados. Válgame Dios, diría mi abuelita, si estuviera viva. Yo, que no creo, parado en un hospital público me pregunto: y ahora, ¿quién podrá defendernos?