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La popularidad (potencialmente frágil) de Javier Milei Opinión

La popularidad (potencialmente frágil) de Javier Milei

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Hernán Pablo Toppi/Latinoamérica21
Por : Hernán Pablo Toppi/Latinoamérica21 Politólogo, profesor y investigador de la Universidad de Buenos Aires. Doctor en Ciencias Sociales (UBA) y Magíster en Políticas Públicas (UTDT).
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El caso de Milei es ilustrativo de varias facetas de la política contemporánea a nivel mundial. Representa un liderazgo personalista, carismático y con tintes populistas, que emerge a partir de un contexto de crisis.


El carisma y el liderazgo personalista son aspectos comunes de la política contemporánea. Ahora bien, ambos comparten una característica: son potencialmente inestables. Inicialmente representan un “economizador” para la gente a la hora de construir una preferencia política. No tienen que estar muy informados o identificados con un espacio político en particular, para contar con una opinión sobre las diferentes opciones políticas, sino que alcanza con construir una “imagen” sobre los líderes.

Por ejemplo, en la Argentina es común escuchar “soy mileísta”, “soy macrista”, “soy cristinista” (también en su forma negativa “no soy…”). Y cada uno de estos referentes ha sabido explotar sus respectivas cualidades desde las cuales transmitir su carisma.

De esta manera, un líder personalista y carismático no solo lidera su espacio político de manera incuestionable, sino que aparenta tener cierta cualidad que, a ojos de sus seguidores, lo diferencia del resto y lo hace políticamente atractivo.

El problema es que la rápida popularidad que puede ganarse de esta manera, también puede perderse con la misma velocidad. Básicamente esto ocurre cuando el líder termina fracasando en aquello que prometía. Ahí se pierde liderazgo, se pierde el carisma y se gana en oposición. Todo esto puede pasar muy rápido.

La rápida construcción de un liderazgo

Javier Milei no solo representa un líder carismático, sino que lidera un espacio personalista construido y centrado en su imagen (La Libertad Avanza). Con una personalidad estridente, apareció en los medios de comunicación antes de lanzarse a la política como un “outsider” en 2021. Dos años después, se transformó en presidente de la Argentina. Y lo hizo “sin un partido”. Lo hizo gracias a lo que representaba su figura: algo diferente a lo conocido (en crisis). Como muchos decían, era una suerte de salto al vacío.

Milei ganó la presidencia en una coyuntura favorable para que un líder como él obtuviera la victoria. Una crisis económica sumada a una insatisfacción generalizada con “la casta” y la consiguiente retracción electoral de las fuerzas políticas tradicionales, implican un combo que sienta las bases para que un “outsider” tenga expectativas electorales. Milei supo aprovechar esta situación y ganó.

Esa personalidad disruptiva, alejada del “establishment” y bajo la promesa de resolver los problemas económicos (él se suele presentar como un especialista en crecimiento económico con o sin dinero), fue una novedad para un electorado que en gran parte buscaba algo nuevo. Para muchos esa “diferencia” representó la razón del voto. Eso nos lleva al siguiente punto.

Los diferentes tipos de votantes de Milei

En términos de lo anterior, podemos decir que la popularidad y la victoria de Milei estuvieron alimentadas por diferentes razones: enojo ciudadano, la búsqueda de algo diferente y también apoyo genuino a las ideas libertarias que el primero ha representado. A estos factores hay que sumarle el voto antiperonista (especialmente presente en el balotaje de 2023).

El punto es que todos estos factores pueden relacionarse (en tendencia) con grupos diferentes de votantes. La clave de entender esto está en que el núcleo duro (es decir, el votante estable que no va a defeccionar ante un fracaso) de Milei solo está asegurado en uno de ellos: quienes efectivamente piensan como él. Aquellos que en las redes dicen “es exactamente lo que voté”.

¿Qué significa lo anterior? Si aceptamos esta distribución del voto mileísta, podemos concluir que una gran proporción de su base electoral tiene un componente volátil. Esto implica que, salvo aquel grupo vinculado al núcleo duro, el resto puede tranquilamente el día de mañana dejar de acompañar al liderazgo de Milei.

Las potenciales implicancias de lo anterior para la (¿frágil?) popularidad de Milei

De acuerdo con datos del Directorio Legislativo, el nivel de aprobación de Javier Milei se ha mantenido relativamente estable en la Argentina, transformándolo en uno de los presidentes de América Latina con mayor tasa de aprobación.

Hay una serie de factores que han ayudado a esta continuidad, pero dos de particular importancia: el económico y el político. El primero se vincula a lo que ha sucedido con la inflación. Durante 2024 la inflación ha ido bajando progresivamente, siendo este uno de los factores que el Gobierno ha utilizado como bandera de victoria en cada declaración pública.

A nivel político, se destaca la ausencia de alternativas competitivas en una oposición en crisis. Hoy en día no existe un “referente” que pueda competir en igualdad de condiciones con Milei. Este último sigue siendo, como vimos recién, muy popular. Seguramente la baja de la inflación haya ayudado.

El resultado económico y la carencia de alternativas competitivas en la oposición, favorece entonces la persistencia de la popularidad del liderazgo carismático y personalista de Milei. Esta es la foto actual. Pero el escenario es como el de un castillo de naipes: sólido hoy, pero frágil mañana. Que se caiga un naipe (la economía), puede llevarse por delante otros (como la popularidad de Milei y la no competitividad de la oposición).

¿Qué ocurriría si la inflación volviera a dispararse? ¿Qué ocurriría si las preocupaciones de la ciudadanía abandonan la inflación y pasan a inclinarse más a aspectos macroeconómicos como el consumo en un contexto de ajuste y restricción presupuestaria?

Estos son solo ejemplos ilustrativos de cimbronazos económicos que pueden desafiar la actual popularidad del presidente de la Argentina. Y esto podría ocurrir rápidamente, porque su popularidad se nutre ampliamente de una ciudadanía descontenta, que podría también sumar a dicho enojo a Milei si no se cumplen sus expectativas.

Las imágenes y la volatilidad

El caso de Milei es ilustrativo de varias facetas de la política contemporánea a nivel mundial. Representa un liderazgo personalista, carismático y con tintes populistas, que emerge a partir de un contexto de crisis.

Estos elementos no hacen más que agregar ingredientes a la ya conocida política centrada en imágenes abstractas. Esta generalidad construida décadas atrás desde la televisión, hoy se crea también desde las redes sociales.

Pero las imágenes son volátiles: hoy me gusta lo que veo, mañana tal vez ya no. Milei, como otros líderes mundiales construidos desde el carisma y el personalismo, se enfrenta a esta encrucijada. Su popularidad se sostiene en el éxito y en la persistencia de este último.

En la Argentina eso significa que la economía se recupere y se estabilice en el tiempo. La política contemporánea no acepta traspiés. Esto último es sinónimo de rápida impopularidad y de generación de una ventana de oportunidades para la oposición.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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