Publicidad
¡Relájate! (O harás las cosas mal) Opinión Crédito foto: Imagen de creativeart en Freepik

¡Relájate! (O harás las cosas mal)

Publicidad
Omar Pérez
Por : Omar Pérez Investigador del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), académico del Departamento de Ingeniería Industrial (DII) de la Universidad de Chile.
Ver Más

Es claro que el bienestar de la sociedad empieza por el de cada persona, aunque no sea posible sumar la felicidad de distintas personas o aunque la suma total pueda ser distinta que la suma de las partes.


En la vida, lo más importante es tomar buenas decisiones. Por “buenas” entendemos aquellas que nos llevan a un mayor nivel de felicidad y bienestar social. Al elegir entre una universidad u otra, o entre productos en el supermercado, buscamos opciones que nos entreguen mayor satisfacción futura. Para ello, necesitamos la mayor información posible sobre lo que encontraremos tras decidir. Así, podemos considerar los pros y contras de cada opción.

Por ejemplo, al elegir universidad, podríamos evaluar la infraestructura, calidad docente, investigación y salario promedio de los egresados. Al escoger un producto en el supermercado, podríamos considerar el precio, calorías, grasa e incluso la presentación del producto. De este modo, cualquier discrepancia entre el placer esperado y la realidad no dependerá de nosotros; habremos tomado una decisión racional.

Sin embargo, existen factores que afectan nuestras decisiones, incluso si consideramos toda la información disponible. La literatura en psicología y neurociencia muestra que nuestros comportamientos pueden ser más o menos racionales según el contexto y nuestro estado anímico y motivacional.

Todos hemos reaccionado espontáneamente ante lo que creemos es una amenaza, solo para darnos cuenta de que no era necesario, porque la amenaza no existía (por ejemplo, un ruido inesperado o alguien hablándonos de cerca sin previo aviso; o cuando tropezamos o se nos cae algo de las manos).

Aunque parece irracional, es una respuesta natural y eficiente que la evolución ha implantado para escapar de amenazas potencialmente mortales que requieren respuestas rápidas, aunque a veces erróneas. Se llama reacción de lucha o huida. 

En este contexto, la reacción es lo más racional que uno puede hacer, aunque sea relativamente inconsciente. El cerebro libera adrenalina y noradrenalina para responder rápida y eficientemente: salvas tu vida de una posible amenaza letal, al costo de equivocarte algunas veces. Más allá de amenazas que requieren respuestas eficientes, la vida diaria nos enfrenta a decisiones bajo distintos estados anímicos y motivaciones.

Por ejemplo, evidencia de EE.UU. sugiere que los jueces dan sentencias más severas a medida que se acerca la hora de almuerzo, y que vuelven a ser menos severos después de comer. Aparentemente, sus decisiones se basan en su estado motivacional: hambre. 

Lo importante es si decisiones como elegir una universidad o un producto también pueden estar influenciadas por estos estados. La respuesta es sí. Cuando tomamos decisiones a diario, nuestras conductas se tornan hábitos, y dejamos de atender al placer o felicidad esperada de cada decisión. Lo hacemos, porque en el pasado fue bueno y no hay razón para pensar lo contrario.

Por eso, dejamos de atender a las calorías o el precio de un producto, o la calidad de los profesores y la infraestructura de nuestra universidad. En este modo automático, cualquier cambio en estos atributos es ignorado y tomamos decisiones que no nos hacen tan felices como podríamos ser.

Aunque este modo habitual aparece gradualmente con el tiempo, hay factores psicológicos internos que lo aceleran, llevándonos a decisiones no óptimas. Uno de estos factores es el estrés. A diferencia de las decisiones rápidas para evitar un peligro, el estrés es un estado general de sentir que no podemos enfrentar todas las tareas que se nos presentan. Nos sentimos sobrepasados.

Cuando esto ocurre, el cerebro libera cortisol, que provoca una serie de cambios en nuestro cuerpo, incluyendo que nuestras decisiones, antes racionales y considerando todos los pros y contras, se vuelvan rápidamente hábitos. Ante situaciones de estrés, el cerebro prefiere decisiones rápidas basadas en experiencias pasadas, no en lo que actualmente nos conviene. 

Es claro que el bienestar de la sociedad empieza por el de cada persona, aunque no sea posible sumar la felicidad de distintas personas o aunque la suma total pueda ser distinta que la suma de las partes. Sin embargo, para incentivar decisiones que permitan a la gente ser feliz, es necesario considerar que, según la encuesta IPSOS “Día Mundial de la Salud Mental 2024”, el 73% de los chilenos reporta estar estresado al nivel de afectar su vida cotidiana, en tanto que el 69% reporta haber estado deprimido, lo cual nos pone a la cabeza del ranking en Latinoamérica (solo superados por Perú).

Con estas cifras, no basta con cambiar los incentivos o la información entregada a la gente; se necesitan medidas inmediatas para entender qué está pasando y generar políticas que reduzcan considerablemente estas cifras. Solo así podremos crear las condiciones para que las personas tomen las mejores decisiones.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad

Tendencias