
La salud de los ríos en los ojos de un insecto
Los ríos son comunidades de vida de las que formamos parte como cohabitantes junto a plantas y animales que merecen ser valorados, protegidos y, en el caso de los insectos, escuchados.
Para entender la salud de los ríos debemos empezar por mirar a uno de sus más fieles centinelas: los insectos. Aunque a menudo se les ignora, en realidad son indicadores clave de la salud de los ríos, ya que su sensibilidad a los cambios en el ambiente los convierte en bioindicadores excepcionales. La contaminación, las variaciones térmicas o cualquier alteración en su hábitat tiene un impacto directo en su diversidad, abundancia y ciclos de vida.
Mientras más riqueza y variedad de insectos encontremos en un río, más sano estará ese ecosistema. Desde el 2009, a través de un programa de monitoreo de largo plazo en el río Róbalo en Puerto Williams –un área prioritaria para la conservación en Chile que provee agua potable a la comunidad–, hemos estudiado la fenología y ciclos de vida de estos organismos.
Es decir, cuándo pasan de un estado larval a otro, cuándo se convierten en pupas, cuándo eclosionan como adultos y cómo se desarrollan en su etapa reproductiva. Los resultados son claros: en años con temperaturas más altas se adelantan los eventos clave en sus ciclos de vida, como la eclosión.
En ese sentido, son verdaderos centinelas del cambio climático quienes desde el Parque Omora, en la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, nos alertan sobre transformaciones que afectan no solo a ellos, sino que a todo el ecosistema ribereño.
Si miramos a los ríos con los mismos ojos que un insecto, se hace más evidente que la salud de estas masas de agua y nuestras sociedades están profundamente entrelazadas. Un río sano regula climas y microclimas locales, sostiene ecosistemas diversos, contribuye a nuestra salud mental y permite la subsistencia de comunidades humanas y otras no-humanas a lo largo de sus riberas.
Por el contrario, un río contaminado, degradado o enfermo puede tener impactos devastadores: desde agua no potable que afecta la salud pública hasta la pérdida de biodiversidad, que desestabiliza ecosistemas enteros y nuestra seguridad alimentaria.
Cambios en el caudal, sequías más prolongadas, inundaciones extremas, alteraciones en los patrones de deshielo en regiones de alta montaña y el aumento de la temperatura del agua son algunas de las alertas que nos están entregando los ríos, gritos de auxilio que nos invitan a cambiar nuestra mirada para entender que no somos simples usuarios.
Los ríos son comunidades de vida de las que formamos parte como cohabitantes junto a plantas y animales que merecen ser valorados, protegidos y, en el caso de los insectos, escuchados.
Hoy, en el Día Internacional de Acción por los Ríos, hagamos el compromiso de mirarlos con ojos nuevos, reconociendo su vida y su complejidad. También conmemoremos a quienes dedicaron su vida a generar este cambio de mirada, como Berta Cáceres, activista hondureña que nos inspira día a día a defender los ríos y su vínculo con las comunidades.
Empecemos a mirar más a los insectos, pequeños guardianes centinelas que con su presencia o ausencia nos cuentan sobre la salud de estos ecosistemas.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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