
¿Haciendo a América grande nuevamente o debilitándola aceleradamente?
Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha liderado el mundo gracias a su poder económico y las alianzas estratégicas que construyó con las principales economías. Hoy, esos dos pilares parecen estar en riesgo.
El presidente Trump ganó las elecciones con la promesa de fortalecer a Estados Unidos, evitando que siga siendo un “gigante bobo” explotado en términos geopolíticos y económicos. Ahora, avanza con rapidez y determinación en la implementación de su agenda. Sin embargo, ¿su estrategia logrará realmente hacer a América grande de nuevo, o terminará siendo un disparo en el pie que acelere su debilitamiento?
Desde el frente geopolítico y militar, Trump busca poner fin a las dos guerras que desangran a Occidente: Ucrania y Medio Oriente. Su objetivo es reorientar la atención hacia el verdadero desafío estratégico de Estados Unidos: el Asia-Pacífico. Sin embargo, lo está haciendo de manera abrupta, con malos tratos y humillaciones a sus aliados más leales de los últimos 70 años: Europa Occidental, Canadá, México y algunos países árabes. ¿Saldrá Estados Unidos fortalecido por esta demostración de firmeza, o se debilitará en el largo plazo? Sus aliados en Asia, clave para contener a China, podrían pensarlo dos veces antes de arriesgarse por un socio que, llegado el momento, podría abandonarlos.
En el ámbito económico, la reforma comercial y fiscal, impulsada a través de aranceles, está empujando a la economía estadounidense hacia una posible estanflación en 2025 (recesión con inflación). La incertidumbre generada por estos cambios acelerados, sumada al alza de precios internos provocada por los aranceles, está desacelerando el crecimiento y presionando la inflación. Existe el riesgo real de que Estados Unidos enfrente un año con crecimiento negativo y aumento sostenido de los precios.
Las acciones de Trump proyectan la imagen de un gigante decidido, pero, en realidad, ¿no reflejan más bien una economía con problemas estructurales? Aunque la productividad estadounidense ha sido superior a la de otras grandes economías occidentales, sigue siendo baja en comparación con China. Durante años, se ha intentado recuperar la industria manufacturera con subsidios, sin grandes resultados. Ahora, la protección arancelaria se aplica a sectores que no pueden competir genuinamente, lo que denota debilidad, no fortaleza. Si bien esta política podría generar empleo en el corto plazo, también elevará la inflación y el costo de vida, haciendo que, en el largo plazo, los trabajadores simplemente trasladen dinero de un bolsillo a otro.
El gran activo de Estados Unidos es, sin duda, su capacidad de innovación tecnológica, especialmente en el sector digital y de servicios, que marcará el ritmo del desarrollo económico en las próximas décadas. Sin embargo, China ha demostrado que puede cerrar la brecha tecnológica en pocos años. Quizá no iguale a Estados Unidos en innovación, pero sí lo supera en costos y eficiencia de inversión, como han demostrado recientemente BYD y DeepSeek.
Socialmente, la pregunta es si el pueblo estadounidense está unido y entusiasmado con este proyecto político-económico, o si atraviesa su mayor nivel de fragmentación desde la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles de los años 60. En el plano político, el gobierno parece estar controlado por una élite de millonarios sin visión de largo plazo, poco interesados en fortalecer un contrato social basado en oportunidades equitativas, el motor histórico del pueblo estadounidense.
Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha liderado el mundo gracias a su poder económico y las alianzas estratégicas que construyó con las principales economías. Hoy, esos dos pilares parecen estar en riesgo. La gran capacidad de acción de Trump nos permitirá saber rápidamente si sus rugidos son los de un gigante que se levanta para sacudir al mundo o los de uno que se repliega tras sus propias murallas.
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